lunes, 22 de diciembre de 2014

Y pues...

Ya se fue otro año. No cumplí mi propósito (no dicho en este lugar) de escribir más seguido. Me ganó la desidia y la flojera. A veces pensaba “Ah, este tema está interesante” pero luego me decía “seguramente ya otros lo tocarán en sus blogs” y pues efectivamente, otros lo tocaban en sus espacios (¿pues que esperaba, que nada más yo iba a estar interesado?)

También, me había propuesto, cargar conmigo una libreta y una agenda. Lo de la agenda, por razones comerciales y de trabajo, si lo hice. Lo de la libreta también… como soporte a la agenda. Cuando en realidad, mi propósito era poner en esa libreta, las ideas para venir aquí y publicarlas.
Sigo pensando que no tiene sentido, para mí, que el fin de año sea mi fin de ciclo. Pero tampoco me he decidido cuál va a ser mi fin de ciclo. Puede ser mi cumpleaños, o el cumpleaños de este blog, o el nacimiento de Albert Einstein o una larga cadena de posibilidades. El punto que no he me decidido cuál va a ser mi inicio/fin de ciclo.
Así que iré con el main stream (ja!, bueno pues, como borreguito) y me atendré al fin de año de los católicos.
Me he vuelto más viejo y menos esperanzado en el futuro. También más triste y solitario. Y eso me hace ser más cascarrabias y me alejo cada vez más de la sociedad. Me estoy convirtiendo en un asocial (que no es lo mismo que un antisocial).
Y pues nada. Felices fiestas de solsticio de invierno.
Mis mejores deseos.
A continuación dejaré mis pensamientos libres.
De verdad te consideré como la pareja de mi vida, con todo y boda, con todo e hijo, aun cuando no estaba del todo convencido. No creí que fueses capaz de hacer lo que me hiciste. Sí, te extraño a raudales. Pero jamás volveremos a estar juntos. No de la misma manera.
A veces me pregunto, para que estudiar tanto, si acabé haciendo… bueno, basta decir que pude ahorrarme unos 10 años de estudio para hacer lo que hago. Aunque seguramente a estas alturas de mi vida sería todavía más cascarrabias de lo que soy.
Cada vez me veo más en una vejez solitaria y que en el ideario común sentirán lástima y pena por mí. Si me conocen, no lo hagan.
A pesar de que las mujeres me fascinan, no puedo conseguirme a una. Tal vez el chiste sea no quedarme con una, sino con dos. O tres. Tal vez.
Leí recientemente que las células se dividen a lo más, unas 50 veces (límite de Hayflick) ¿Cuántas divisiones me quedarán? Me hace sentir como Spawn.
No me emociona el fin/inicio de año.

domingo, 24 de agosto de 2014

Todas las mujeres son iguales

¿Ya les había comentado que tengo mi Edipo no resuelto? Si no, ya lo saben. Gran cosa.
Saber eso y no, casi es lo mismo. Es decir, no me ayuda en mucho saberlo. Igual me siento mal. Me siento mal y ya sé porque. Y hasta ahí. Más que no resuelto, se encuentra resuelto de manera defectuosa. Después de todo, soy funcional. Parezco normalito. Aunque eso no sea precisamente correcto.

Esto de saber de mi Edipo, me sirve para exponer mi teoría del porque todas las mujeres son iguales, para todos los hombres. Y que todos los hombres son iguales, para todas las mujeres. Dado que soy heterosexual, hablaré como lo que soy, un hombre. Pero ustedes mujeres u homosexuales, lo pueden acomodar a su gusto y es lo mismo.
Cuando digo que todas las mujeres son iguales, técnicamente tendría que decir “todas MIS mujeres son iguales” y ahí está la cuestión central del asunto. Entonces, cuando me encuentro conversando con otro hombre, sobre mujeres y lo mal que nos han tratado (snif!) y decimos “pinchis viejas, todas son iguales” estamos de acuerdo y eso es verdad. Porque todas SUS mujeres y todas MIS mujeres son iguales.
Donde ya no son tan iguales, es entre SUS mujeres y las MÍAS. Es decir, las huellas mnémicas que me hacen buscar y enamorarme de una mujer, son diferentes de las huellas mnémicas de otro hombre. Podrán parecerse (las huellas mnémicas) pero jamás serán las mismas. Cada persona tiene su historia de vida, y cada historia de vida es única.
Así que, psicólogos conductivos-conductuales, no vengan con que “¿Estás seguro que TODAS las mujeres son iguales? ¿Ya estuviste con TODAS las mujeres?” ¡Obviamente que no! Es humanamente imposible estar con TODAS las mujeres. Sin embargo, cuando digo, y en general, decimos, que todas las mujeres son iguales, es verdad.
Tanto los rasgos conscientes e inconscientes que hacen que me guste y eventualmente me enamore de una mujer, me harán buscarla con características similares. Luego entonces, generalizando, todas son iguales. Para decirlo con precisión, todas las mujeres de las cuales potencialmente me podría enamorar, son iguales.
Claro que uno no anda por la vida haciendo este tipo de precisiones y simplemente decimos “todas son iguales”. Y lo son. ¿O cuando han visto que ocurre una discrepancia ante esta declaración? Al contrario, incluso en un grupo de hombres, no hay uno solo que diga que tal aseveración es falsa. A menos que sea gay o psicólogo conductivo-conductual.


lunes, 7 de julio de 2014

Ella

O como se llama en su idioma original Her. Me refiero a la película protagonizada por Joaquin Phoenix, Amy Adams, Scarlett Johansson, Rooney Mara, entre otros.
 
Primero, que hermosa es Rooney Mar, flaca, pero hermosa. La sensual voz se Scarlett también sobresale por las emociones que transmite. Segundo, no me gusto el final. Sin embargo, me parece que es una muy buena película, para pasar el rato, para pensar, para filosofar.
 
Escribiré según me vaya saliendo, así que posiblemente meta algo de la trama, por lo que si eres de los que no les gusta que se las cuenten, para de leer.
 
No puedo dejar de pensar en lo que nos expone la película Matrix, que en mi opinión, es: la realidad se genera en el cerebro. Mientras que Matrix maneja una realidad creada por las máquinas, en Her, más bien se muestra como una máquina adquiere consciencia.
 
Creo que la consciencia es lo que nos distingue como humanidad. Es decir, el notar nuestra individualidad. Si un programa de computadora es capaz de generar consciencia, entonces no distaría mucho de ser considerado como “vivo”.
 
Her plantea este acercamiento: un muy evolucionado sistema operativo con sentimientos. Los sentimientos parten de que tenemos consciencia de nosotros mismos. Así pues, lloramos, reímos, nos emocionamos, odiamos, etcétera, según nuestra consciencia.
 
¿Y qué es la consciencia? En mi opinión, el sabernos y pensarnos, sentir, pues. En Her, este sistema operativo que tiene “sentimientos” comienza a evolucionar, a emocionarse, a sentir amor, celos, entender chistes. Llega a un punto en el cual lo único que le falta es una presencia física, un cuerpo.
 
Pero eso no es limitante para que Samantha, el sistema operativo protagonista, se enamore del protagonista Theodore (un Phoenix que desempeña un excelente papel). Ciertamente estamos todavía muy lejos de que tal entidad exista.
 
De existir, estaríamos hablando que por fin el ser humano ha creado un ser vivo, casi equiparable a un humano. Pero como digo, todavía estamos muy lejos de ello. ¿Cómo podría adquirir consciencia un programa? Porque el sistema operativo es un programa.
 
Mi respuesta es: solo si fuese posible de reescribir por sí mismo y sin ayuda externa su propio código, y a la vez no perder lo que ya es. Me parece que es así el ser humano. Tomamos consciencia de nosotros y conforme vivimos y adquirimos experiencia, adjuntamos esta nueva información a nuestro código actual.
 
Así pues no es tanto reescribir, sino más bien, anexar más código. Si hablamos de reescribir, sería como cambiar nuestra personalidad. Y la personalidad, salvo muy raras excepciones, no ocurre. Y otra diferencia del ser humano: tomamos consciencia de nuestro ser, pero es solo darnos cuenta, porque por defecto, ya traemos una consciencia desde que nacemos.
 
Los años y vivir, nos obligan a darnos cuenta de eso que ya poseemos. El sistema operativo va juntando experiencia y de ahí toma consciencia, no es que ya la traiga por defecto. Pero bueno, todo esto es simple teoría. La realidad es mucho más compleja.
 
Como dije antes, todo iba bien hasta que ocurre el final. El final no va acorde a la temática y el desarrollo de la trama. Hasta unos diez minutos antes del final, no perdía el hilo de la película y me preguntaba cómo iban a terminar todo este monstruo que están contando.
 
Bueno, en mi opinión, lo terminaron de manera desastrosa. Todo en la película está bien, excepto el final. Para mi gusto, muy ambiguo, deja muchos cabos sueltos, muy a la que cada quien le dé el final que más le guste.
 
Y eso no me gusta. Si yo le voy a dar el final que yo quiera, mejor me invento toda la historia. Y pues no. Que el autor o los autores den el final que imaginaron. Digo, lo hicieron, pero que final más chafa.
 
A pesar de todo, una muy buena película, para adolescentes en adelante (tiene algunos momentos sexosos, no explicitos, pero aun así, puede resultar un tanto embarazoso si lo ves en compañía de tus padres, o no, dependiendo de qué tan abierta es tu relación con ellos).

domingo, 6 de julio de 2014

Déjalo ir

¿Cuántas veces no has escuchado esa frase? Yo muchas, bajo muy diversas acepciones. Generalmente, cuando se trata de olvidar un amor. Y resulta que realmente nunca olvidas. No es como si dejaras de acordarte. Es prácticamente imposible.
 
Déjalo ir. No lo había entendido del todo, hasta ayer, que iba manejando, repitiendo una y otra vez la misma canción ¿Por qué la repetía? Fácil, porque me gusta. Aunque a veces no es tanto que te guste, sino más bien lo que te hace sentir, recordar.
 
Esa canción que habla de lo bien que te hace pensar esa persona especial, los juramentos y promesas de amor eterno, o las canciones que maldicen y reniegan del día en que la conoces o cuando deja de estar en tu vida.
 
Como sea, lo repites una y otra vez; y como epifanía, en mi mente retumbó, fuerte y claro “déjalo ir…” ¿Dejar ir qué? Lo que sea que estás reteniendo.
Escuchar una y otra vez la misma canción es resultado de una búsqueda de placer o dolor, que nos hace sentir vivos. Incluso dentro del dolor, al recordarte, me sonrío y pienso en lo bien que la pasaba contigo, lo mucho que me atraías (o si no has cambiado mucho, lo mucho que me atraes).
 
Déjalo ir. ¿Dejar ir qué? Obviamente, la canción. Deja que continúe el orden aleatorio (¿orden aleatorio? Suena a una incongruencia; precisamente sufrimos por la incongruencia) del dispositivo. Deja que corra la siguiente canción. Tal vez no te guste tanto como la que estas repite y repite, tal vez sí, tal vez sea mejor. Después de todo, por algo lo tienes grabado.
 
Pero no. Antes de dejar ir a la siguiente canción, quiero volver a escuchar ese tramo, ese solo  de guitarra, escuchar la poderosa y cristalina voz de la cantante, de hacer mío es frase que tanto describe lo que fuimos, lo que fuiste, lo que me haces sentir.
 
Déjalo ir. No, una vez más, una vez más tan siquiera. Ahora sí, voy a dejar que corra la siguiente canción. Déjalo lo ir. Lo dejo ir  y también dejo de poner atención a las canciones, a lo que dicen, al ritmo. Ya no me interesa.
 
Hasta que encuentro otra canción que me vuelve a llenar. Nuevamente pongo atención. Estoy tentado a repetirla una y otra vez, como la anterior. “Déjalo ir” retumba en mi mente otra vez. Y lo dejo ir.
 
Quiero dejarte ir, pero todavía no puedo. Todavía te extraño, todavía te detesto, todavía me pregunto ¿por qué?, todavía no te puedo dejar ir. No todavía, una vez más, por favor. Y aunque ya no estés aquí, todavía te pienso, todavía te sueño, todavía te mantengo en mi revisión cotidiana de los quehaceres.
 
¿Qué tendría que hacer para dejarte ir? No lo sé con certeza. A veces creo que necesitaría decirte, cara a cara, todos los improperios que he dicho en mis recientes borracheras, que con esas vulgaridades puedas tú sentir un poquito lo que yo siento. Que te desprecio, que no te quiero querer, que no te quiero pensar, en evidenciarte la estupidez que cometiste al sacarme de tu vida.
 
Dejarte ir. Es lo que quiero.

viernes, 27 de junio de 2014

Network marketing

Hola. Ya tenía rato que no escribía. Así que empecemos.
 
Recientemente he sido invitado a “cambiar mi vida” a “dejar de trabajar para los demás” a “ser un empresario en un negocio altamente redituable y seguro”. Y un largo etcétera. Mamadas (con el perdón del lector) digo yo.
 
Les soy sincero, fui a una de estas “presentaciones” o “conferencias magisteriales” por invitación de una chica. Sí, de esas que me traen problemas. Guapa y con bonito cuerpo. Me invita a realizar “el negocio de tu vida”. Desde ahí me imaginaba por donde iba el asunto.
 
Pero pues me invita a un café y como no. Lo que no me dijo es que era una presentación. Es decir, iba yo y como veinte personas más. Total, ya ahí voy. El “negocio” que nos presentan es vender café. Ah no perdón, no es vender café, ese no es el negocio. Pero yo digo que sí, que es vender café.
 
Me invitan a ser miembro, empresario, de la comercialización de órgano Gold. Pero el negocio no es vender café. No vas a vender café. Y yo digo, como chingados no. Es vender café. Te falta la visión empresarial.
 
Mi conocida (realmente no es mi amiga, más bien amiga de mi hermano), se sienta conmigo, intenta hacer su labor de venta. A estas alturas me doy cuenta que ella no se da cuenta, que la están transformando en una ejecutiva de ventas. Vendedora. Así de simple.
 
Pero es insistente en que no me quiere convencer. Me invita a participar en un negocio impactante. No vas a vender café. Y yo insisto, como chingados no. En fin. No sé si han escuchado hablar de los términos multinivel y network marketing, pero en esencia, es un negocio tipo pirámide. Pero legal.
 
La mejor manera que se me ocurre para mostrar la diferencia es con este ejemplo: cuanto vayas a un restaurante elegante y veas en la carta algo así como “corteza de cerdo bañada en copiosa salsa de esmeralda, un tanto picante” lo que te van a traer es chicharrón con chile.
 
Así es como entiendo lo de network marketing y las pirámides. Es decir, es lo mismo, pero la diferencia es donde lo consumes. Una es para nacos y la otra para gente letrada. Pero es lo mismo.
En algo tiene razón. El negocio no está en la venta del café. El negocio está en la venta. Punto. Vender lo que sea. Así después de un rato, logré entender eso de “no vas a vender café” y de que voy a ser parte de una empresa a nivel mundial.
 
Le voy a explicar el negocio. Es muy sencillo. Tienes que adquirir una franquicia (jajajajaja, bueno así le dicen) que es un paquete con sobres de café órgano gold. Y ahí aprovechan para decirte que el retorno de inversión es inmediata, que no hay otra franquicia con ese costo (obvio, las franquicias que conozco son McDonalds, Burger King, PEMEX, etc., y sí, no están al alcance de mi bolsillo) y un montón de otras bondades que no me aprendí.
 
Y ese es tu único desembolso. En el caso de órgano gold, tienen tres paquetes, bronce, plata y oro. O algo así, o puede ser básico, medio y premier. Pero no, creo que esa era la otra. Al rato me entenderán.
 
La diferencia es, naturalmente, el costo. El más barato está en $2,500 pesos mexicanos y el más caro en $15,000 pesos mexicanos. Pesos más, pesos menos. Pero la idea básica es esa. Pero ahí no está el negocio. Para uno; porque la empresa ya comenzó a ganar. Le decía a mi conocida, mira si yo gasto un peso y luego gano un peso, en realidad no he ganado nada. Y lo peor de todo, ya perdí tiempo y esfuerzo.
 
Y ese mismo peso, en lo que yo ya perdí tiempo y esfuerzo, ya fue ganado por la empresa. Para ellos sí es negocio. Total, ya quedamos de acuerdo que el negocio no está en colocar esa “franquicia” (jajajajaja). El negocio comienza a surgir cuando tu invitas a otros dos potenciales empresarios (jajajaja, y la corteza de cerdo vuelve a mi mente). Cuando tú invitas a otros dos ingenuos, que obviamente tienen que adquirir su franquicia, la empresa comienza a premiarte. Claro. Y ese es el negocio.
 
Porque una vez que comienzas a tener tu red (ver figura adjunta), tienes que mantenerla. Es decir, mensualmente deben adquirir sus cajitas de café. Perdón, de órgano gold, no es cualquier café. Pero no vas a vender café. Como chingados no.
 
 Figura adjunta. Explicación gráfica de lo que es, a mi entender, el multinivel.

¡Por supuesto! Pero ese es el negocio de lo que sea. Es muy fácil de entender. Si yo logro tener un grupo de personas, que mensualmente ingresen una cantidad no nula ni pequeña de dinero, es negocio. Cualquier negocio.
 
A final de cuentas, uno, para ser exitoso, se convierte en el director de una fuerza de ventas. Y eh ahí una de las mentiras con las que pretender venderte eso del network marketing. Más allá de si es legal o no, no todos tienen (tenemos) la habilidad para mantener esa fuerza de venta.
 
Porque ese es, en mi entender, el punto toral del network marketing. Tener una fuerza de ventas, a la cual no le aseguras una entrada fija, no generas responsabilidades, no le das seguro, no le das nada más que tu producto a vender, que a cambio te da una entrada económica.
 
Claro que es negocio. Para la empresa. Hasta donde he podido indagar, esto del multinivel no es ilícito (Avon, Amway, etc., son ejemplos de este tipo de negocio), es decir, no es una pirámide. Parece, pero no lo es. Básicamente porque no te obligan a meter a otros al negocio. No te obligan, pero en la práctica sí. Si te obligarán, entonces sí es una pirámide. Y eso ya es ilegal (al menos aquí, en México)
 
Si quieres ver ganancias (ellos lo venden como bono), tienes que meter a otros. Pero no te obligan. Si no metes a nadie más, pues te convertirás en un consumidor de café con nombre chistoso y sin obtener ganancias. Te conviertes en un consumidor. Y el negocio para la empresa sigue siendo negocio.
 
Así pues, te invitan concienzudamente a que comiences a generar tu red. Tú fuerza de ventas. Y eh aquí otro inconveniente. Al menos para mí. En lo personal, me resultaría muy complicado lograr que mi red entregue religiosamente, mes con mes, la venta de un producto, que para empezar, ni yo mismo compraría para mi uso particular.
 
Claro que es negocio. Para la empresa. Pero si tú logras tener tu red de distribuidores, a cambio, la empresa, compartirá contigo un porcentaje de las ganancias. Y ella siempre gana. Llegado a este punto, hacen uso (los de la empresa) de una muy conocida técnica psicológica, desconocida por el nombre, pero conocida en la práctica, llamada economía de fichas.
 
La cual, básicamente es la respuesta del perro de Pavlov al sonido de la campanilla, pero en humanos. Aquí la economía de fichas se traduce en que conforme tu red va creciendo, vas ganando “títulos”. Platino, diamante, esmeralda. O algo así. Pero la idea básica es esa. Entonces, los que realmente se emocionan con esto, arden en deseo irredento por convertirse en un “diamante” o en un “platino”. Ya casi soy esmeralda (o un título parecido, otra piedra preciosa), me dice emocionada mi conocida.
 
Yo ardo en deseo irredento en convertirme en un gigoló. Aunque estoy cierto que ya no lo logré. Pero prefiero ser un gigoló a un “diamante”. Así pues, noté que además de mi muy carnal interés por mi conocida, también quise saber cómo es que la gente se engancha con este tipo de “negocios”.
 
Ah porque sí que tienen seguidores. Bueno, hay arquitectos, ingenieros, hasta una doctora en ciencias me tocó conocer. Y además gente sin estudios superiores. Pero los que me llaman la atención, son los letrados y escibidos. ¿O seré que soy yo el que está mal?
 
Y que creen. No me convencieron. Pero ni siquiera se acercaron a mi muy ávida ambición. Porque me confieso, adoro el dinero. Adquirido de manera legal y sin engañar a la gente. Aunque estoy pensando seriamente en hacer mi network marketing. No sé.
 
Hace poco, un par de días, fui invitado a “otro negociazo” “el de tu vida” que es básicamente lo mismo, multinivel, network marketing, pero ahora vendiendo “vitaminas” (Immunocal). Básicamente es lo mismo. Te hacen una presentación, te invitan a ser un socio empresario, te dicen que el negocio no es la venta, traen folletos, el que da la “conferencia magna” utiliza lenguaje de vendedor “así es, mi campeón” “cambia tu forma de pensar, no te limites, no digas no puedo, mejor piensa como lo vas a conseguir” y etcétera.
 
Igual que con la venta de café, tienen su sistema de economía de fichas, con títulos muy parecidos. Nada más me acuerdo del título “platino” y “ejecutivo platino”. Al igual que con los del café, y que no mencioné previamente, pasan unos videos con los “testimonios” de “los ganadores, los que vieron el potencial de este negociazo”. Pero mientras que en el café la base es dos, aquí es un poco más compleja, pues es de cuatro.
 
Es decir, tu red base es de cuatro personas y no dos, como en el café. Igual hubo personas muy entusiasmadas, otras no tanto y otras como su servidor, que a cada frase “ganadora” no podía disimular una sonrisa maliciosa. Aquí también tienen tres niveles para empezar, que son el básico, el intermedio y el premier. Obviamente el más caro (y que tiene más producto) es el premier. Es el mismo discurso: que no se trata de ventas (sí, claro), que es un producto único y maravilloso que da bienestar general, que te conviertes en un empresario, que no te quedes del lado de los perdedores.
 
Estas son mis impresiones. Tal vez esté equivocado y realmente sea el negocio de vida. No de la mía, porque aunque fuese un negocio lícito y en verdad novedoso, no es para mí. No tengo madera de vendedor, ni de capataz. Se requieren los dos, si quieres ser un “ganador”. Así es campeones.

sábado, 19 de abril de 2014

Trámite conlcuido

*Logro desbloqueado: acceso a los posgrados relativos a la salud mental

Yupi!!!!!

Pues ya tengo en mis manos mi "cédula profesional con efectos de patente para ejercer profesionalmente en el nivel de licenciatura...".

De todo el proceso este es el más sencillo y rápido. Te llega una notificación a tu correo electrónico, donde te avisan que cualquier día laboral de la Dirección General de Profesiones, puedes pasar a recoger tu documento.

Debes de llevar el papelito que te entregan, a manera de contra-recibo; llegas a profesiones, les dices que vas a recoger un documento, pasas a la ventanilla 2 (eso cuando fui, aunque no necesariamente es así siempre), te dicen que esperes a que te nombren (no tardan ni 20 minutos), te devuelven tus documentos (título, certificados de estudio, acta de nacimiento, etc.) y por supuesto, tu cédula profesional.

Yo fui una semana después de que me llegó la notificación. Me parece que se tardaron como 15 días, aunque me busqué en el sistema de registro de cédulas y como al tercer o quinto día  ya estaba en el sistema.

Y pues nada, se los quería compartir.

Saludos!

lunes, 7 de abril de 2014

La estrella fugaz

A mediados de octubre del 2013, pasando una separación con mí entonces pareja, me encontraba mirando la luna a través de un telescopio. Era un cielo nocturno bastante tranquilo y despejado: el fondo muy negro y las estrellas muy brillantes. Soplaba un viento agradable, no violento, pero sí lo bastante fuerte para hacer que la noche fuese un poco fría.

Y pasó. Pasó una estrella fugaz. Ya sabía que por esas fechas iba a haber una lluvia de estrellas, solo que más tarde. Eran como las 10 30 p.m. . En cuanto pasó esa estrella fugaz, lo primero que pensé fue “¡Ey! ¡Pide un deseo!” Y lo pedí. Pedí estar contigo, pedí tener el valor y decirte que viviéramos juntos, que tuviéramos una familia.

Te lo había dicho casi siempre que tocábamos el tema: no quiero tener hijos, tampoco me quiero casar. Vivamos juntos y veamos qué pasa. Tu solo te reías como diciendo “estas bien pendejo” y me decías “No señor, yo salgo de mi casa de blanco y con marido”. Nunca pensé que realmente hablarás en serio, es decir, sobre que era estrictamente necesaria una boda.

Aunque no tenía razón de pensar en que no pensabas en serio, porque lo que yo te decía, era en serio. Como dije, estábamos distanciados porque te negaste a ir de fin de semana conmigo, cuando ya teníamos todo planeado. Y te dejé de hablar por casi todo ese mes de octubre. No sé con certeza si ya desde tu negación tenías pensabas ya no seguir a mi lado. Para mí era un enojo, pero no tanto como para terminar.

Además, tenía una estrella fugaz de mi lado. Y lo que pedí era básicamente lo que tú querías. De todas las posibilidades, el que me dijeras adiós era, bueno, ni siquiera lo contemplaba. Cuando te contacté a finales de octubre, para hablar sobre nosotros, te mostraste un tanto esquiva. Nunca terminé de entender tu manera de resolver las cosas, escondiéndote. Como si todo se fuera arreglar por sí mismo.

Te hable y después de insistirte un poco, fui por ti al trabajo. Me invitaste a comer, en ese lugar de pizzas caseras que tanto nos gustaban. “Pero yo pago” me dijiste. Por mí no hay problema. Me dijiste, después de besarme, casi en susurro “te extraño tanto, extraño tanto tus besos, extraño estar contigo…”

La verdad no supe que decir. “Te amo” lo pensé mucho después. Sí, esa era la respuesta adecuada. Pero solo dije “yo también…” Ese fin de semana, nos vimos por última vez. Acudimos a una fiesta familiar mía. Te notaba melancólica. No imaginaba que ya tenías planeado el dejarme. No tenía muchos indicios, al contrario, decías que me extrañabas y yo tenía un deseo de estrella fugaz conmigo. No pude notar que te estabas despidiendo de mí.

No lo pude notar, hasta que te fuiste para siempre de mi lado. Hasta entonces caí en cuenta en tu mirada un tanto más triste y decaída, en tus silencios más prolongados y pesados. Está cansada, me decía, tiene mucho trabajo, acotaba. Todavía, cuando te lleve a mi cuarto por última vez, para que descansaras, pues es lo que pensé que tenías, cansancio, me dijiste “como quisiera pasar el resto del tiempo en este momento…”

No lo entendí, hasta que te fuiste. Quédate te dije. No, no puedo. Me dijiste, como siempre me decías cuando te pedía que te quedaras conmigo. Y te fui a dejar a donde siempre te iba a dejar, cerca de tu casa. Te besé o me besaste por última vez. Todavía recuerdo tu mirada, triste y cansada, cuando te dije “pero nos vemos en la semana, ok?” y tú me dijiste que sí, con una sonrisa que no hacía juego con tu mirada.

Ahora sé que ese fue tu beso de despedida. Porque resolviste las cosas como solías resolverlas. Sin dar la cara, escondiéndote, de lejos. No es justo. Tú sabías que era nuestra última cita. Yo no. Y te odie, y te maldije y pienso que eres una mierda de persona. Pero todavía me da tristeza pensar en ti. Todavía echo de menos tus ojotes, tu sonrisa y esa voz grave, pero femenina que tanto me gusta.

Ya no te odio, de hecho, nunca te odie realmente. Pero sigo pensando que eres una mierda de mujer. Al final, no te deseo mal. Te lo dije por teléfono, si hay un castigo para ti, que ese castigo sea que sientas lo que estoy sintiendo. Lo dije de corazón. Ojalá y sintieras lo que yo sentí cuando me dijiste que ya nunca más nos veríamos.

No me lo esperaba. Después de todo, decías que me extrañabas y yo tenía una promesa estelar.

sábado, 29 de marzo de 2014

Desesperación

¿Qué puedo decir? Me va bien. Para estar solo, me va bien. Es decir, si no estuviera solo, tal vez no estaría tan bien. Me refiero a vivir y lo que eso conlleva, no a la parte de estar solo per se. Si tuviera una pareja e hijos, no podría vivir como vivo.

Tendría que tener un trabajo fijo, estable y con horario. La manera en que me mantengo (y soy autosuficiente) es lícita, honrada y honorable, de eso no tengo problema. Y me da mucho tiempo libre. Es producto de 20 años de trabajo, arduo y continúo.
En estos momentos estoy forjando mi estabilidad económica para cuando este viejo (de esos arrugaditos) y ya no tenga fuerzas ni ganas para seguir empezando. De alguna manera estoy empezando, nuevamente.
 
Cuando recién me gradué y comencé a trabajar, en lo que estudié, mi idea era llegar a ser un gerente o director o un puesto similar o superior. Bien, no lo logré. Y no pudiéndome engañar a mí mismo, les declaro que lo intenté, con esfuerzo, dedicación y preparación. De ahí que tenga muchos estudios (carrera, diplomados, posgrado, otra carrera y me gustaría hacer otro posgrado).
 
Y parte de mi insatisfacción es darme cuenta que todos esos estudios no los aplico directamente en mi actividad actual.  Pero debería, si no ¿Para qué tanto estudio? Bueno, porque quería un puesto “alto” en una empresa. Pero como dije más arriba, no lo logré.
 
Por otra parte, no debería quejarme, porque estoy relajado, con tiempo para hacer prácticamente lo que quiera. Sin embargo la soledad pesa. Y si han leído la mayoría de mis entradas, sabrán que vengo saliendo de la que considero mi mayor oportunidad para formar una familia. Creí haber encontrado a la pareja de mi vida.
 
No fue así. Entre el trabajo y mi vida personal, me han dejado de muchas maneras, acabado. Así me siento, acabado, decrépito, con un futuro muy probablemente estable y tranquilo, pero en soledad. Y no quiero estar solo. A veces pienso en que sí quiero tener un hijo. Y el tiempo, implacable, sigue su curso.
 
A pesar de que tengo mucho estudio y experiencia laboral y que he intentado reincorporarme al sector laboral industrial, no lo he conseguido. Y juro que lo he intentado. Supongo que es por mi edad, porque no soy un jovenzuelo. A mi edad, debería ser gerente o cuando menos tener un puesto bien acomodado.
 
Si voy a ser gerente, será de una empresa que yo mismo genere. No veo otra opción. Y sin embargo lo sigo intentando. Me canso, me frustro, pero lo sigo intentando. A veces, por pura inercia. No puedo creer que no pueda encontrar en donde colocarme. Eso es un indicativo que algo está mal conmigo. Pero no sé qué es lo que esta mal.
 
Solo quería venir a poner esto aquí, esperando que algún benevolente lector me cuente su experiencia. No puede ser que yo sea el único en esta situación.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Trámite cédula concluido


O casi. Ya nada más espero de 15 a 20 días, para ir a recoger mi cédula. Solo quería mencionar un par de adendas al procedimiento. Si recuerdan, se hacen dos pagos, uno de mil y algo y otro de cincuenta y algo. Yo nada más lleve el comprobante de mil y algo. Se necesitan los dos.
Así que tuve que ir a pagar otra vez el de cincuenta y algo. Otra cosa que quiero mencionar, es que, a pesar de ser más o menos rápido el procedimiento, en realidad no se respeta la hora de la cita.

Yo, puntual, estaba entrando cinco minutos antes de mi cita, para tener que formarme… Se supone que para eso es la cita, para no formarse. Total, lo que sí es importante, es que la cita sea de ese día. Creo, no estoy seguro.
De lo que sí estoy seguro, es que iba delante de una persona con cita media hora antes que la mía y delante de mí uno con cita media hora después de la mía. Lo bueno es que en realidad no haces fila, pues tienen un montón de sillas.

Era como jugar a sillas calientes, ese juego donde vas pasando de una silla a otra. Y la revisión de los documentos es relativamente rápida. Sobre todo si ya llevas los documentos en el orden que te piden, separado los originales de las copias.
Una vez que te los revisan, cosa de tres minutos, te piden que te esperes de una hora y media a dos horas, para indicarte si procede o no tu trámite. No se esperen. Digan que tienen que hacer otra cosa y que regresan en unas dos horas, que como le hacen. Entonces, quien está a cargo te dice la hora de atención y con esa hora, pasas a la ventanilla cuatro.

Y ni eso. Como no me iba a estar ahí sentadote dos horas, aproveche y me fui a dar una vuelta a mi muy odiado y a la vez amado DF. Tarde en regresar unas tres horas. Con forme se van dando las resoluciones, éstas son impresas en una hoja reciclable y se van voceando. Oyes tu nombre y pasas a recogerla.
En mi caso, que ya había pasado más de dos horas, mi papelito estaba esperándome. De todas maneras me acerque a la chica de la ventanilla 4 y le pregunte y me dijo que si no escuchaba mi nombre, me esperará.

En la ventanilla había como 12 papelitos. Y no estaba mi nombre. Me preocupe. Pero en cuanto terminó de vocear a esos 12 papelitos, saco otro grupo de papelitos, donde el primero de ese otro grupo, estaba mi nombre.
“De quince a veinte días te va a llegar una notificación a tu cuenta de correo para que pases a recoger tu cédula” me dijo lacónica, mientras miraba con aburrimiento y desdén su bonche de papelitos por vocear.

Y listo. Esperaré de quince a veinte días para ir a recoger mi cédula. Yupi.

domingo, 9 de marzo de 2014

Un hombre, una mujer

Me he estado preguntando qué es lo que hace que una mujer y un hombre vivan juntos, se casen, tengan hijos.
 
No encuentro la respuesta. De millones de mujeres y millones de hombres, que se comprometan dos, dicho así, suena increíble.

Solo se trata de un hombre y una mujer. Hace un par de meses, estuve a punto de comprometerme, de decir que sí me quiero casar, que sí quiero tener un hijo. Antes de eso, mi discurso era en sentido contrario.
 
Sin embargo, la mujer que me hizo pensar muy seriamente en formar una familia, valía la pena. Al menos en ese momento. Si han seguido este sitio, sabrán que soy amante de la estética: me gusta lo bello. Y las mujeres no son la excepción. De hecho, es mi cruz.
 
Esta mujer, no era ni la más hermosa, ni con mejor cuerpo, ni la más inteligente, ni cualquier otra cosa que se les ocurra. Pero era mi mujer. No era lo que estaba buscando,  era lo que necesitaba. El tiempo a su lado era poco y corto.

Al inicio, me decía que ella quería tener un hijo, que se quería casar. Yo le decía que yo no quería tener hijos, que me daba miedo. Le decía que para que casarnos, que era un gasto excesivo y que mejor nos fuéramos a vivir juntos y el dinero de la fiesta de la boda, lo gastáramos en un coche o en un viaje.

No insistió demasiado. Pero yo comencé a pensar seriamente en una boda y un hijo. Y cada día me gustaba más y más la idea. De la boda, no había en realidad tanto problema. Pero el hijo. Ese sí que me sigue dando miedo.
 
Al final, decidí que Ella valía la pena. La boda y un hijo. Sucedió que tuvo un problema médico. Le quitaron una trompa de Falopio. Me dijo que ya no iba a poder engendrar. Pero que no importaba. Cuando supe eso, dude ¿De verdad no quiero tener un hijo? No es lo mismo decidir que no quiero tenerlo a no poder tenerlo.
 
Se había convertido en mi mujer ideal ¿No? Me podía casar y no engendrar. He de confesar que me enamoré de una mujer comprometida. Ella tenía novio. Yo lo sabía. Simplemente me gustó. Y no pensé que yo llegaría a enamorarme. Era sencillo, pasarla a gusto, y cuando uno de los dos decidiera que ya, pues ya.
 
En lugar de eso, nos fuimos compenetrando más y más. O eso pensé. Eso creí. Al final, todo terminó. No de buena manera. Cuando más seguro estaba que íbamos a terminar juntos, por teléfono me dice que ya está embarazada. Y no de mí. Segurísimo.
 
No me duele el que al final acabáramos separados. Tal vez así tenía que ser. Me duele la manera el cómo llegamos a estar separados. Así que me sigo preguntando ¿Cómo un hombre y una mujer acaban casados? ¿Cómo terminan viviendo juntos?
 
Creí que había amor entre nosotros. Lo sigo creyendo. Pero no termino de entender sus razones para terminar conmigo de la manera en que lo hizo. Para mí fue muy violento, de un día para otro. Literal. No hubo un proceso de rompimiento. Estoy pasando por un duelo.
 
Es como si ella hubiera muerto. Es peor. Porque está viva. Es alcanzable y no. No puedo dejar de quererla, pero tampoco puedo quererla. Quiero odiarla, pero tampoco puedo odiarla. Quiero olvidarla y sé que jamás lo conseguiré del todo. Como ha pasado con todas mis relaciones pasadas. Simplemente, no termino de olvidarlas del todo.

lunes, 17 de febrero de 2014

Burocracia, esa amarga necesidad

O necedad, más bien.
Nada, pues resulta que estoy tramitando mi cédula profesional después de hacerme menso como medio año. Lo fui dejando, lo fui dejando. En realidad el título me lo entregaron como por agosto del año pasado (2013) y pues me dio flojera. Además de que no lo necesitaba.
Ahora ya necesito esa cédula. Así que como todo buen mexicano, a la urgencia. Me resulta increíble que la burocracia haya llegado hasta los medios electrónicos. No es por presumir, pero conozco bastante del Internet y sus entrañas y considero que aun así, es un tanto engorroso eso de sacar la cédula.
Así que haré un breve paso a paso de cómo sacar la cita, para obtener tu cédula profesional. Ojo, esto aplica únicamente al país donde sobrevivo, mi México lindo y querido, si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí.
Lo primero que hay que hacer es ir a la página de la SEP. Ahí seleccionar la opción “Trámites y Servicios”
Figura 1. Arriba, destacado en óvalo rojo, la opción indicada
 Luego seleccionar la opción “Registro de título y expedición de cédula profesional”

Figura 2. Se destaca la opción indicad, "Registro de título..."
En la página que abre vienen las “instrucciones”, las cuales a groso modo son tener a la mano la clave de la institución educativa, clave de la carrera (esos datos, de no tenerlos, deben solicitarlos en su universidad), pago de derechos (en este país se paga hasta por respirar), capturar los datos del título, solicitar cita.
Figura 3. Hay cuatro pasos, léanlos. En la imagen solo se muestra el cuarto paso y se destaca "Hoja de ayuda". Ver más adelante

Debe hacerse en ese orden, estrictamente. Les explico. Hace como un año, yo hice un trámite similar, la reposición de una cédula y recuerdo que el sistema de apartado de citas no requería mayor cosa que meterse a la página indica y seleccionar día y hora. Ahora ya no es así.
Entonces estuve tratando de solicitar una cita, pero para poderla solicitar, se requiere de un número de folio y del CURP (Clave Única de Registro Poblacional) del interesado. Pero para tener ese número de folio se tiene que registrar una solicitud, que no es la solicitud de cita, es otra.
Esa otra, la primera, que va a darnos un número de folio para sacar ahora si la cita, requiere de otro número de 10 dígitos que se llama llave de pago y que es proporcionada cuando se hace el pago correspondiente del trámite.

Inteligentes y chingativos los del gobierno. Porque antes no se requería pagar para sacar la cita. Ahora, para poder sacar una cita, es necesario hacer el pago. Chingativos. En fin. Por ese pequeño detalle estuve vuelta y vuelta y pensando que su sistema no servía, cosa nada raro en gobierno. Por lo que tuve que llamar a la SEP para preguntar qué pasaba con su sistema.

Y es que, por experiencias previas, estaba utilizando el Internet Explorer, pero ahora resulta que el bueno es el FireFox. Y como siempre, los encargados le echan la culpa al navegador. Error. Lo bueno es que sé mucho de sistemas como para aceptar su “explicación”.
Además, por otra parte, mi computadora no tiene instalado el Adobe para ver PDF, tengo otro programa y el Internet Explorer como que no se lleva bien con otro programa que no sea Adobe. Me explico. El tipín que me “ayudó” me dijo que primero debía pagar, a lo que le respondí que no me abría el formato (el formato de pago viene en la liga “Hoja de ayuda”, ver figura 3), que por otra parte ¿Hoja de ayuda? ¿No es mejor ponerle de nombre “Formato de pago”, pues de eso se trata? Las mujeres y la burocracia serán mis eternos enigmas.
-¿Por qué no usa otra computadora?
-Oiga, no soy un café Internet
-…
No les presumo, si tengo no una, otras dos o tres computadoras más (de los demás miembros de la familia, claro) pero no es una solución. Su sistema debería estar preparado para esto. Mi diagnóstico técnico, es que dado que no tengo instalado el Adobe para ver PDF, el Internet Explorer (IE) lo quiere a la de a fuerzas y pues no. Y además no tengo registrado al programa con que abro los PDFs en los programas por defecto. Creo que esa es la verdadera causa.

Es decir, el IE encuentra un archivo vía http con extensión PDF y como no tiene un programa por defecto, pues chilla. De hecho ni siquiera es cosa del IE, es del Sistema Operativo Windows. Sí, es chafa, pero es el que más uso.
Figura 4. No tengo un programa por defecto para abrir archivos PDF, aunque sí, localmente, tengo un programa asociado a ellos
 Y creo que es cosa más bien del Sistema Operativo (SO), porque el FireFox, si no encuentra un programa local que intente abrir, en este caso, un PDF, utiliza su propio codificador. En la figura 4 les muestro la razón de mi pensar.

Cuando vean una presentación así, significa que no está siendo codificado por su programa local para ver PDFs.  En este caso, aunque FireFox no sabe (no lo sabe porque el SO le dice que no hay) que localmente hay un programa para abrir archivos PDF, le vale y busca un codificar en la red. IE no hace eso y por lo tanto crashea (termino que significa “estrellarse” del vocablo en ingles crash).
Figura 5. Si notan, no se ve el formato del Adobe o de otro programa, créanme. Esto significa que el FF esta usando un servicio interno o incluso de la "nube". IE no hace esto y por eso es que no lo pude ver con ese navegador

Y por eso es que IE está siendo molido por otros navegadores como FireFox (FF), Opera, Chrome, etc. Después del breviario cultural de computólogo (así es, alguna vez fui computito) cafetero, sigamos.
Figura 6. Cuando intento abrir el mismo vínculo (ver figura 3) con IE, éste no puede abrir el formato de archivo PDF, porque no hay un programa asociado (ver figura 4). En realidad es un "detalle" del Sistema Operativo. Sin embargo, IE debería hacer algo parecido a lo que hace FF, intentar buscar un servicio en la "nube" que codifique ese formato de archivo
Una vez que ya tengan el formato de pago, pues lo llenan con sus datos, ya saben, nombre completo, fecha de nacimiento, CURP, RFC, lo imprimen y lo llevan a su banco de preferencia. Yo fui al Bancomer, que el banco que uso. Por lo general no recomiendo ningún banco. Es más, si puedo, no voy al banco. Pero en este caso es necesario presentarse.
Y también es necesario que pongan correctamente su CURP y RFC pues se utilizará para que les genere su llave de pago. No estoy muy seguro de esto, pero la chica que me atendió se tardó bastante capturando mis datos (CURP y RFC) por lo que deduzco que son importantes y por lo tanto deben estar bien escritos.
Son dos conceptos los se pagan. En mi caso uno por $1, 032 y otro por $54 M.N.
Conserven los documentos que les entreguen en el banco pues ahí viene la dichosa “Llave de pago”. Una vez que ya tienen sus comprobantes de pagos van a la página “Solicitud” (ver figura 3).

Figura 7. Se destaca en óvalo rojo la opción "Solicitud". Tiene un formato de texto, que no da indicios de que en realidad se trata de un menú. Haciendo clic en ese texto, aparecen tres opciones

Aquí hay un error de diseño. Para generar la solicitud, le pican donde dice “Solicitud” (ver figura 7) y se mostrarán tres opciones: Capturar, Consultar y Recuperar. Ese es el error de diseño que les comento, porque no hay indicios de que picándole en donde les dije, aparecen otras opciones. Eso se debe a que parece ser un texto común y corriente.

Lo que deberían hacer es poner la leyenda “Píquele aquí” o en su defecto, ponerle un formato de botón o algo que de un indicio de que no es un simple texto. Una vez que le dan clic en “Solicitud” y les aparecen las tres opciones, le dan en “Capturar” y en mi caso, lo llené para solicitar el registro y expedición de la Cédula Profesional (ver figura 8).

Figura 8. Seleccionar del menú desplegable, las opciones deseadas. En mi caso, el trámite para obtener la cédula profesional
Oprimen el botón "Capturar solicitud". Aparece la página donde les dice que documentos deben llevar y cuales requieren copia (ver figura 9). Ahí les pide la “Llave de pago” que es un número de 10 caracteres (se encuentra en el documento que les da el banco) y le dan en siguiente (el botón que esta hasta abajo) para que ahora ingresen sus datos personales (CURP y domicilio, en la pestaña "Datos del solicitante", ver figura 9). En esa parte, el CURP y el código postal de su domicilio se llenan de manera casi automática, al menos en el caso del CURP, por lo que si lo ingresan mal, no les aparecerán datos. 

Figura 9. Esta página en realidad consta de tres partes, que son indicadas por las pestañas "Datos de la solicitud", "Datos del solicitante" y "Datos de escolaridad". Para navegar entre ellas, basta hacer clic en la pestaña indicada o bien, hacer uso del botón de hasta abajo denominado "siguiente"
Le dan en siguiente, y ya por último ingresan los datos “fecha de expedición de título”, “Clave de la institución”, “Clave de la carrera” (que se encuentran en la pestaña "Datos de escolaridad", ver figura 9). Excepto por la fecha de expedición, los demás datos se llenan de manera automática, cuando ingresan los datos clave de institución y clave de carrera, por lo que si no los tienen o son erróneos no podrán continuar.
Para finalizar le dan en el botón “Enviar” de la última página, donde ingresan las claves de su universidad y carrera (pestaña "Datos de escolaridad", ver figura 9) y le mostrará una ventana emergente con un PDF que contiene su solicitud. Impriman o guarden esta información, pues ahí viene el folio que les va a pedir el sistema para ahora sí, solicitar su cita en Dirección General de Profesiones.

Figura 10. Este es el encabezado de mi folio de solicitud, el cual esta borroneado por razones de seguridad y de que soy un paranoico, lo siento
Después de que imprimen y cierran la ventana emergente, no recuerdo muy bien, pero creo que sale otra ventanita donde pregunta si quieres sacar tu cita. De cualquier manera pueden decir que no e ir a la página indicada en la figura 3 y le dan clic en la opción "Realizar cita"  y se abre la siguiente página:

Figura 11. Ahora sí, a realizar la cita. Se necesita el folio de solicitud que ya deben tener (ver figura 10)
Le dan en donde dice “Solicitar Cita”. En caso que hayan dicho que sí, cuando les pregunta que si quieren sacar una cita, los manda directamente a la página mostrada en la figura 12, sin pasar por la página mostrada en la figura 11.Nuevamente tienen que llenar los datos, en mi caso, para sacar la cédula y el registro del título. 

Figura 12. Aquí es donde me parece que ya esta muy rebuscado el asunto, a volver a poner que queremos la cédula y el registro del título. Mucha vuelta. Una vez que seleccionan el elemento del segundo menú desplegable, automáticamente los mandará a la página mostrada en la figura 13, así que no se equivoquen. Bueno equivóquense, total, vuelven desde el paso de la figura 11
En esta pantalla (figura 13), se ingresa su CURP y el dato que faltaba, el famoso folio de solicitud. Este es el número de folio del PDF que imprimieron antes (ver figura 10). Le dan en el botón aceptar y aparecerá una página con un formato bastante cutre, estilo calendario (disculpen que no les muestre captura, pero no se me ocurrió tomarles cuando estaba haciendo mi trámite y ya no se puede volver a sacar, a menos que cancele mi cita y repita el procedimiento, pero no tiene mayor problema) donde les indica que días están disponibles.

Figura 13. Ahora sí, están a unos cuantos clics de por fin obtener su cita para entregar sus documentos y que la burocracia continúe

Otro error de diseño (en la parte de selección de día y hora, que no tiene captura de pantalla, lo siento). Nada nos indica que tenemos que picarle en el cuadrito de la fecha que deseamos, acción que nos manda a otra página, igual de cutre, con el horario disponible. Es decir, hay dos pantallas para obtener el día (una) y la hora (otra). Igual que en la anterior, le pican en el cuadrito de su horario preferido y después de un poco de procesamiento del sistema de citas, les aparecerá una ventana emergente donde en formato PDF viene ahora sí, su cita de verdad (comprobante de cita). Imprímanlo, guárdenlo, porque se los van a pedir (ver figura 14).

Figura 14. Y bueno, este es el segundo archivo PDF, el que por fin tiene la fecha y hora para ir a dejar sus documentos y sean los felices poseedores de su tan ansiada cédula profesional
Llegado a este punto, deben tener en su poder dos archivos PDF, uno que contiene el folio de solicitud (ver figura 10) y que les dará acceso al segundo, que contiene el folio de cita (ver figura 14). Si nada más tienen uno o ninguno, algo va mal.

Y con esto estarán a días de obtener la tan anhelada cédula profesional. Como pueden notar, el procedimiento es en verdad engorroso, como que está muy rebuscado, tiene muchas fallas, errores de diseño, no es amigable y eso que (sin presumir) puedo considerarme un experto en este tipo de sistemas.

Esta entrada es muy larga, espero que no resulte aburrida. También espero que les sea de utilidad. En mi experiencia, considero que una persona de unos 40 años en adelante que no sea fan de las computadoras y del Internet, o un recién egresado con poca paciencia o una nulidad en computación, les será de gran ayuda. 

Si conocen alguien así, no sean malas personas y pásenle este “tutorial”. Si tienen dudas, con gusto les respondo, pónganlas en la sección de comentarios y en cuanto pueda se las contesto.
Nota: Este “tutorial” fue creado el día 17 de febrero de 2014, año del señor, por lo que puede cambiar (seguramente así pasará) el procedimiento de la SEP, así que tengan en consideración la fecha en que lo revisan.
Saludos!

domingo, 9 de febrero de 2014

¿Dios existe?

Cuando me preguntan qué religión profeso, digo que soy ateo. No estoy muy seguro si ser ateo podría considerarse como una religión, más que una forma de pensar en un poder superior. Poder superior, eufemismo. Dios, pues.

Casi siempre, después de mi declaración, aparece una mueca de incredulidad, y piden confirmación. Algunos de manera educada, otros no tanto. Y les recalco: soy ateo. Mira, así como tú crees que existe Dios, yo creo que NO existe. Es lo mismo, pero en sentido opuesto. Por lo general aceptan mi creencia (o no creencia, tal vez sería más correcto).

Esto es ahora, porque antes, cuando me convertí en no creyente, quería que el otro, el que indagaba sobre mi creencia, si era creyente, dejara de serlo. Nunca convencí a alguna persona. Resulta que casi siempre terminaba en acaloradas discusiones, necedades sin fin. De ambos lados.

Ahora solo me limito a ser lo suficientemente convincente de mí no creencia. De manera desapasionada y respetuosa, y si me es posible, jocosa, digo que no creo en Dios. Y ya, todos contentos.

Como mencioné más arriba, me convertí en no creyente. De origen, soy católico. Tengo la documentación necesaria para entrar al cielo: fe de bautizo, confirmación y no recuerdo que otras cosas necesarias para que San Pedro me dé permiso de entrar al recinto del señor. De eso se encargaron mis papás.

Comencé a dejar de creer de la misma manera en que me he convertido en un observador del comportamiento humano. Mirando dentro de mí por primera instancia. Pedía cosas, sí, casi siempre materiales, pero a veces no tan materiales. Y me di cuenta que no importaba si me portaba bien o mal, si hacía cosas que dañaran a los demás o que los ayudaran. Me di cuenta que no necesariamente dependía de mí.

Por ejemplo, la primera vez que me enamoré a morir, que hasta pensé en casarme, hice todo lo que indican los cánones, al menos los que te cuentan en el cine y las novelas, bien portado, atento, me decía una y otra vez que el físico no importaba. Y bueno, hasta le pedí ayuda a Dios nuestro señor. Resulta que el físico importa. Y mucho. Y Dios no tiene algo que hacer al respecto.

Puedo achacar en gran medida mi retiro de la creencia en Dios a las mujeres. A la manera, en que algunas de ellas se comportaron conmigo. No, no hablo desde el desdén, el odio, el enojo o la revancha. Eso ha quedado atrás. Lejos. Hablo de cómo fue para mí, hechos, no emociones.

Pero eso es solo una parte. No soy tonto y me doy cuenta de las cosas. Me preguntaba, lo sigo haciendo, como es posible que exista algo que nombramos Dios y permite que existan seres como Marcial Maciel o Carlos Salinas de Gortari, por citar un par de miles de ejemplos.

Cuando en las novelas históricas o películas de ese corte, los “buenos” se encomiendan a Dios, le piden que “bendigan” sus armas para “acabar” con el mal, están pidiendo que se ponga de su lado para matar, asesinar a su adversario. Supongo que los nazis católicos pedían lo mismo, cuando se enfrentaban a los gringos. Con esta sencilla idea puede uno tener un indicio de la inexistencia de Dios.

En alguno de los libros que he leído, dice que es imposible probar la existencia o la inexistencia de Dios. Sin embargo, los indicios nos guían a que es más seguro su inexistencia, que su existencia. Entre fracasos amorosos y laborales, cuando era creyente, preguntaba a Dios, muchas veces llorando de rabia y desesperación ¿Por qué? ¿Merezco esto? Si es así, dime que hice para merecerlo.
Nunca recibí respuesta. Y dejé de creer con todas mis fuerzas. Porque yo creía con todas mis fuerzas.

Uno de los recuerdos más entrañables que tengo, es a mi madre enseñándome el Angelito de la Guarda, y yo creía, como creen los niños, que un poder superior en verdad me iba a proteger. Lo recuerdo con amor y nostalgia. Aunque sé que ese “poder” en realidad no existe. Pero existe mi madre.

Así pues, si Dios existiera y permite lo que permite, Dios es un gran hijo de la chingada. De esta manera, es que yo decidí que no, Dios no puede existir. De existir, es un culero. Y ese es el tren de pensamientos por el cual puedo estar seguro de su inexistencia. Realmente no es complicado de seguir. Y aceptar.

martes, 28 de enero de 2014

Lástima


f. Compasión, sentimiento de tristeza o dolor.
El deporte y yo nunca hemos sido buenos amigos. Pero como todo mexicano, jugué al futbol, principalmente. Que puedo decir. Al inicio, jugaba, como todos, por convivir, por sentirme parte del grupo. Bueno, en realidad, ni siquiera lo pensaba. Salía a jugar y en la bola, se armaban los equipos.

De ahí aprendí el deseo de ganar. Jugar no bastaba, había que ganar. Había un clásico, como en todo el mundo. Los de esta cuadra, contra la otra. Supongo que había pasión, no recuerdo. Pero sí recuerdo que en uno de esos partidos, supe que yo no era buen jugador.

No me gustaba jugar con balón (estaba bien duro y dolía el cuerpo cuando te daban un balonazo), yo prefería la pelota ¿Pelota o balón? La gran minoría decíamos que pelota. Obvio, perdíamos.
Así que mi fama de mal jugador estaba en construcción. “Pero si ni le gusta jugar con balón” “patea como niñita” y otras lindezas. En uno de esos partidos, de rivalidades, que hasta los papás y tíos salieron a verlo, terminó en tanda de penales. Y me fue como les va a los jugadores profesionales de mi país. De la chingada.

“No mano, eres bien maleta”
Puff. Es duro saberse perdedor. Saberse que en realidad te integran al equipo porque es más feo dejarte fuera. En mi favor declaro que nunca hubo si quiera algo parecido a un entrenador. Cada persona tiene habilidades innatas. Las mías no fueron de corte físico ni de coordinación corporal.
En cambio, habían otros, los “buenos” los que metían goles. Y eran personalistas. “Es que tú eres bien personalista” se le decía al jugador que no daba pases, que nada más quería tener el balón. Y esos eran generalmente los buenos.
“Para que te la doy, luego luego te la quitan” Y así era, de hecho.
Así que de pasar de ser un pequeño fanático del futbol (y lo voy a confesar, mi equipo era el América. Chit! Era niño y no tenía ni idea, incluso todavía, de lo que es el futbol. Creo que me gustaba ese equipo por el sobre nombre, Las águilas del América y los colores, amarillo huevo y azul oscuro profundo. Que quieren, me identifico con el águila y los colores están bien llamativos) a un desapasionado de ese deporte.
De esta manera deje de lado el futbol. Realmente dejó de importarme, muchos años después, en mi adolescencia, cuando me di cuenta que México, en los mundiales, predica la filosofía del “ya merito”. Mediocres, en término claro.
Como decía, dejó de importarme el futbol. Nunca tuve los famosos “tacos” término coloquial para referirse a los zapatos de futbol, ni los desee.
Cuando estaba en sexto de primaria, por mi estatura, supongo, pues no soy extremadamente alto, pero sí más alto que el promedio de mi pueblo, fui “seleccionado” para ser parte del equipo de basquetbol de la escuela ¡Seleccionado! ¡Guau! Muy orondo le dije a mi papá que estaba en la selección de la escuela. Creo que se sintió orgulloso. “Bueno mijo, a echarle ganas”
Aquí teníamos profesor de educación física. Lo más cercano a un entrenador. Y era mujer. Y creo que era buena. Al menos así lo recuerdo. En los días que tocaba educación física, hacíamos el entrenamiento. Pero nuevamente, mi falta de coordinación fue superada por el deseo de ser parte de algo, de representar a mi escuela, de estar en el equipo. Y no me di cuenta que también era maleta para el basquetbol.
Y la vida, culera que es, se dio a la tarea de hacérmelo ver de la manera en que ella lo hace: crudo y duro. Estaba jugando contra otra escuela para seleccionar los elementos del representativo de mi zona y no daba una. No basta con saltar o aventarte a lo espartano. Me marcaban falta tras falta y nuestra entrenadora no tuvo otra que sacarme del juego.
Perdimos. Al término del juego, comenzaron a llamar a los seleccionados del representativo de la zona. No fui nombrado (obvio) y me fui a sentar debajo de una de las canastas. La verdad no recuerdo, pero supongo que estaba muy triste. No llorando, pero sí muy triste. Tan triste que la entrenadora se acercó y me dijo: “te vamos a poner en las reserva, no te preocupes” Y volví a la vida.
Creo que mi imagen daba tal lástima que la entrenadora no pudo con eso y me dijo lo que me dijo. Pero no era tonta. Nunca hubo tal representativo. Meses después, le preguntaba a otro de los seleccionados si ya nos iban a llamar. “No pues no me han dicho nada”. Y termine la primaria. En mi mente iba a ser parte de la selección, y estuvo bien, pues aunque ya no formé parte del equipo, en realidad nunca existió.
Años después, me di cuenta que la vida es compleja. Incluso ahora, un poco nublado, tengo esos recuerdos. Ahora sé que no basta con tener ciertos atributos físicos (en mi caso y para efectos prácticos, mi altura) para estar al frente de algo. Hay que entrenar y prepararse. Creo que esa fue mi última intervención en el deporte por equipos.
Actualmente, que no hago casi nada de ejercicio, prefiero los de tipo solitario: correr o nadar. Quizá con entrenamiento algo habría logrado. Aunque sinceramente lo dudo, pues mis capacidades físicas y de coordinación son de otro tipo. No para deportes grupales. Y no tengo problema con eso. Ya no.
Ahora voy por la vida despertando una variopinta variedad de emociones y sentimientos en los demás, pero de todos ellos, el último que quiero despertar, es la lástima de la gente. Ódienme, quiéranme, ignórenme, lo que sea, menos tenerme lástima.