sábado, 30 de abril de 2011

Nobleza

Dice el diccionario que la nobleza es o bien la calidad de noble o el conjunto de los nobles de un Estado. Y noble significa, entre otras cosas, de ilustre linaje. Aunque para el fines de la presente entrada, me quedo con la definición de noble que dice que alguien es noble ya sea por herencia familiar o por concesión real.

Así pues, no soy de la nobleza por pura cuestión azarosa. Si mi viejo hubiera sido Rey, yo sería príncipe. Así nomas porque sí. Con esto de la liberación femenina y la igualdad de género, lo cual me lo tomo muy en serio, ya no abro puertas, no dejo el paso, no acerco sillas, ni ayudo a cargar cosas. Esas actitudes las dejo para unas cuantas féminas que orbitan en mi vida. Realmente muy pocas.

Como consecuencia de tales actitudes, además de una serie de sonronjantes improperios, terminan diciéndome palabras más palabras menos, “¡Que caballero!” A lo cual, ipso facto, en automático, les respondo “Los caballeros se extinguieron hace como 500 o 600 años, más o menos”. Digo yo que quieren silbar y comer pinole, y pues no. ¿Quieren igualdad? Yo muy de acuerdo. Pero como todo en la vida, una cosa por ostra. A mayor igualdad, menor caballerosidad.

No imagino abriéndole la puerta o acercándole la silla a uno de mis amigos, por ser caballero. La igualdad de género, en estricta teoría, eximiría los actos de dejar los lugares a las mujeres, nomas por ser mujeres. Bajo tal teoría, tampoco deberían existir los “buses rosas” ni las divisiones en los sistemas de transporte público ¡Eso es discriminación! Hacia el género masculino, apostillo.

La caballerosidad, aquella que existía antes de la “revolución femenina”, es una deferencia hacia ustedes, las mujeres. Yo niego que hombres y mujeres seamos iguales. Y para muestra, véanse y vean a los de su rededor. En fin. Nos vemos y pensamos de maneras similares, pero no iguales. Tenemos necesidades parecidas, pero no iguales.

Aunque ya me desvié de la finalidad de la presente, que tiene que ver con la “boda real”. Juar juar juar, ¿De verdad la mayoría de los ingleses creen en los títulos nobiliarios? ¿Realmente creen que un príncipe es un príncipe? Como decía al inicio de esta entrada, la nobleza, de título, se hereda, no se gana. No he hecho la investigación al respecto, pero me parece que la nobleza, en su inicio, debió ganarse. Un hombre (vamos, la mujeres ganaban el título, la mayoría de las veces, por ser pareja/pariente de un noble) se ganaba el título por sus actos, generalmente actos violentos como lo es ser un guerrero aplasta insurgencias.

Actualmente solo se requiere ser pariente o estar emparentado de un noble, para ser noble. De esta manera, una “plebeya” (ja ja ja, ¿De verdad hay quien piense en términos noble/plebeyo?) pasa a ser tener la posibilidad de ser una reina. Que fácil se controla a las masas, basta con tener una historia con gente de verdad para decir “mira, que bonito, un príncipe eleva a princesa a una bella plebeya”. Para mí eso únicamente indica la pobreza de mentalidad del grueso de la población.

Es la actualización del “pan y circo” romano. Basta ver la cantidad de ingleses que se identificaron con la “boda real”. Por eso los gringos les dieron en su madre a los ingleses, pues eliminaron esa vetusta institución que es la nobleza. Tan vetusta como la iglesia católica apostólica romana fiestera. Vetusta y sin mayor beneficio para la sociedad en la que se desarrolla. El beneficio únicamente es para la nobleza misma.

Para cerrar, y siguiendo el tema de los inconcebibles (según un servidor, por supuesto), dentro de poco, los pederastas tendrán su santo, su San Juan Pablo II.


Triste, inmundo y enfermo mundo.

miércoles, 13 de abril de 2011

Pensamiento post insomnio

De verdad no entiendo, si lo único que he hecho es quererte sin razón y amarte con locura...





PD: Nada más oigan la canción, el video ni al caso.

viernes, 8 de abril de 2011

Recomendación radial

Y como es que no siempre es buena.

Desde hace ya cierto tiempo, unos 10 o 15 años, me volví un lector asiduo. A manera de guasa, les comento a mis compañeros de trabajo, que todos tenemos un TOC. Bien, el mío es tener pilas de libros. Se siente bien bonito cuando lo abres por vez primera, cuando le quitas el envoltorio. Si, ya me han dicho que ese gusto es algo muy extraño, raro.

De tal manera que tengo muchos libros encolados, y con cierta regularidad me presento a las librerías para adquirir más. Pero de manera extraordinaria, generalmente por recomendación, corto el orden de mi lectura, para atender eso, una recomendación. Eso paso con el libro “El caníbal de la Guerrero y otros demonios de la ciudad” autoría del abogado Marcos Hernández Valerio. La recomendación la escuche en el programa “El almohadazo” (102.5 MHz de MVS). Y vaya que prometía el título. Y como además soy fan de los temas relativos a las ciencias del comportamiento y la psicología, y aunque en esencia, el mentado libro no es precisamente de las ciencias del comportamiento, en cuanto pude fui a adquirir el material de lectura.

Como su nombre lo indica, trata de criminales de la sociedad. Asesinos, pederastas, violentos, todo un hato de finas personalidades. Total, el libro prometía. Pero cual político ungido, gran decepción. Presenta una redacción muy parecida a la del librillo “Cañitas” de Carlos Trejo. Si no han leído el de “Cañitas”, ni se molesten. Tal vez solo por la historia. Regresando al otro libro, que aunque está mucho mejor redactado que el de Trejo, aún así no llevo un proceso de limpieza en la escritura. Me parece que la idea es que no tuvo una corrección de estilo.

Por ejemplo, en la págin 74 dice:

“La escena tétrica del comedor la componía una mesa de madera pegajosa sobre la cual había un plato con residuos de carne humana quenada y unos cubiertos…”

Y lean lo que dice en la página 79:

“En el comedor había una mesa de madera sucia y pegajoso sobre ella, un plato con residuos de carne humana quemada y unos cubiertos de color verde …”

Otro ejemplo:

De la página 59:

“Asimismo, Olga Lidia señaló que el Caníbal de la Guerrero acostumbraba ver películas pornográficas y zoofílicas; su favorita era Guil´s, sobre la vida del Marqués de Sade. Se obsesionó tanto con el tema que leyó el libro Los días de Sodoma y Gomorra, y según la testigo…”

De la página 79:

“De acuerdo a las investigaciones periciales, José Luis acostumbraba ver películas pornográficas y zoofílicas; entre sus predilectas estaban Guil´s, sobre la vida del Marqués de Sade. Este tema sin duda le interesaba, pues su libro favorito era Los días de Sodoma y Gomorra.”



¿Captan la idea? Me da la impresión que su editor le dijo, de la misma manera que los maestros en la escuela cuando nos dejaban tarea, “Tienes que traerme 125 cuartillas, con letra del 12, simple espacio” Y de esta manera, el autor con jolgorioso candor, se puso a hacer copiar-pegar. Tampoco es que sean hojas enteras, pero conforme vas avanzando en la lectura te da por pensar ¿Esto no ya lo leí? ¿Me equivoqué de página? No me gusto ni tantito este enfoque.

Portada Libro

Como su nombre lo indica, el tema principal del libro es la historial del Caníbal Poeta, el cual se lleva como una tercera parte de la obra. En mi opinión el libro es una recopilación de sucesos periodísticos, ya que las subsecuentes historias, son eso, historias sin conexión entre ellas, que tratan sobre vejaciones, violaciones, actos criminales.

Lo malo es que se presenta con una redacción tipo nota roja. No es que su servidor escriba como el mismísimo Cervantes, pero tampoco les vendo mis escritos. Por eso me decepciona este libro. El tema tiene mucho potencial. Y una curiosidad, el último relato trata sobre la disfunción eréctil. Lo único que lo liga a la temática del escrito, es que se trata de un policía con disfunción eréctil.
Mi recomendación es que no lo compren. Pero si en verdad les interesa el tema, es un material que no debe faltar en su colección. Un coleccionista toma lo bueno y lo malo de lo que colecciona. O bueno, eso ya depende de cada quien.

Para aclarar el punto anterior les comento que si yo en lugar de escribir esta crítica, la hubiera leído, y con el interés que tengo sobre tema, aún así habría adquirido un ejemplar. Para finalizar me queda la idea de que si en lugar de presentar la información vía libro, el autor hubiera abierto un blog, tendría más de un seguidor.

En Ghandi
En Porrúa

miércoles, 6 de abril de 2011

Vida y Muerte

O de la domesticación del hombre.

El fin de semana pasado, fui a una fiesta. El cumpleaños de la esposa de mi mejor amigo. La casa de mi amigo, mandada a construir desde cero, es muy bonita. Y como, no, después de todo fue planeada con arquitecto. Me parece que podría venderla al doble o triple de lo que invirtió.
Bonita fachada, jardín, bungaló, clima agradable, el lugar está aislado, por lo que no hay mucho tráfico. Agradable el lugar donde vive. Llego y lo primero que me recibe es un sonido, no muy alto, no muy bajo, con su animador. El año anterior solo había sonido.

Al entrar, mesas de fiesta, de esas con sombrilla, mantel, redondas, como de fiesta de quince años o boda. No muchas, siete para ser exacto. El lugar lleno,

-“Hola, buenas tardes” saludo
-‘“Pásale, bienvenido” me responde la suegra de la festejada

Comienza el protocolo social. El correspondiente abrazo y bueno deseos para el presente y futuro de la festejada, ya después saludo a mi amigo.

-“Una chelita” me dice, es más una afirmación que una pregunta
-“Seguro”, le respondo

Y así me instalo, como en los viejos tiempos, más cerca de las bebidas, que de la gente. Después de todo no conozco a la gran mayoría de los presentes. Después de todo, tampoco soy muy sociable con los que no conozco. He de aceptar que no entiendo exactamente cómo es que la mayoría de los que me conocen, me consideran muy abierto, si en realidad ni siquiera quería venir al convite.

Pero es la esposa de mi amigo, ni modo, hay que ir. Y yo que había preparado un maratón de “Castle”. Como llegue a eso de las siete de la noche, no quiero comer. Me sigo con las cervezas. Comienzo a platicar con mi amigo, pero vamos, es el esposo de la festejada. Aquí hago un paréntesis. Si somos amigos es porque tenemos muchas cosas en común, entre ellas la hosquedad hacia los no conocidos.

Pero su esposa, la familia de su esposa, vienen de una estirpe bullanguera, se nota en la organización de la fiesta, en la música, en el animador. Y si se casó, fue por algo. Ni modo, le toca atender a sus invitados. Afortunadamente para él, yo no presentó mayor angustia, sé donde esta todo, pues todo lo que necesito es alcohol en la sangre, y conozco bien la casa.

Vida y domesticación.

-“Ma amor, hacen falta platos”
-“Ma amor, ofréceles una cerveza a sutanito y compañía”

Y llegan las familias. Sí, familias. Jóvenes parejas, con uno o dos hijos, o con la esposa embarazada. Mas labor social, no de mi parte, sí de mi amigo. Las conversaciones versan sobre pañales, kinders, cesáreas y gastos médicos, que que grandote tu chamaco, que ya lo metí a ingles. Me siento fuera de lugar. Ni siquiera aburrido. Lo bueno: el alcohol me sirve de paliativo, de anestésico. Mucha vida. Bien por la humanidad.

Lo malo: el alcohol en la sangre cancela, y por mucho, las restricciones sociales. Te hace dejar de pensar con claridad. ¿Por qué no le mandas un mensaje de texto a esa persona cuando estas sobrio? Porque no es correcto, porque el objetivo es olvidar (ja, como si eso sucediera alguna vez). Sí, estoy ebrio, pero no mucho.

-“He llegado a la conclusión que careces del gen del amor, por eso no me puedes querer. Not your fault”, o algo así le escribo

La cuestión del gen del amor la leí en twitter; aunque ahí más bien hacían referencia al cromosoma del amor. Me parece que es más correcto hablar del gen, no del cromosoma. Pero bueno, no soy genetista. Tal vez este equivocada. Como sea, me gusta más como la escribí.

-“Vete a la chingada tu no sabes nada”, me responde después de unos diez minutos

No me duele su mensaje, lo que me duele es que no está aquí. Al parecer nunca se dio cuenta que las palabras altisonantes viniendo de ella, me resulta harto simpático.
Le digo que ya estoy ahí, le digo que la extraño, le digo que no era mi intención importunarla (no por la hora, que eran como las diez de la noche, si no por el texto en sí), que me disculpe. Me despido, le digo que ya me voy.

Se disculpa. Obvio no aparece por ningún lado la palabra “discúlpame”. Pero un perro no deja de ser perro únicamente porque le diga pato. Me dice que no le gusta decirme groserías (es verdad, casi no dice, solo cuando está muy encabronada), pero que no es justo que le diga eso, que soy muy inteligente para hacer eso. No entiendo, incluso en este momento, que quiere decir con eso de la inteligencia. Pero es una disculpa, y ella nunca se disculpa, nunca se equivoca. Para mí eso es suficiente, incluso demasiado.

Para terminar le digo que sin importar cuan inteligente me considere, en ese momento, mi cerebro esta nadando (exagero) en alcohol, y que si sobrio no entiendo razones, en ese momento menos.

Muerte.

En algún punto entre los mensajes, mi amigo me pide que vaya por unos cigarros. Faltaba más. Fumo, pero no compro cigarros. No es que sea codo, es que si compro una cajetilla al día, al día me la acabo. Así que mejor los compro sueltos, a veces la hueva sirve de algo, porque si me da mucha hueva no salgo a comprarlos sueltos. Total, la tienda esta a unas cuantas puertas de la fiesta.

A tres puertas, un velorio. Caras largas, abrazos de consolación. Féretro blanco. Joven o viejo, pero nunca casado. Lo más probable es que haya sido un joven. Eso indica el féretro blanco. A tres puertas, se oye la música alegre de la fiesta. Y sin embargo, no piden, no que yo me haya enterado, que se baje el volumen, que respeten. Al contrario, creo que esto es una prueba de lo respetuosos que son en mi pueblo, el vivo al gozo y el muerto al pozo.

-“¿Quién se murió?”, le pregunto
-“¿Dónde?”, me responde. Antes de que pueda responderle, lo llaman para atender a otro matrimonio amigo de su esposa. Mientras le entrego los cigarros.
-“Oye, ¿Nada más me invitaste a mi?”, le pregunto, en referencia a nuestros amigos
-“No, les avise a todos. Nada más tu viniste”

Ya son las once y media y ya no quiero más cervezas. Mi amigo sigue en lo suyo. El matrimonio trae muchas responsabilidades, cambios en las actitudes sociales. Evolución, supongo. Mientras tanto sigo sin hallarme.

Me voy, no me despido de mi amigo, que ahora se encuentra en una interesantísima conversación con un grupo de parejas. No me despido porque él va a insistirme en que me quede. Es lo correcto. Y yo tendría que aceptar quedarme. Es lo propio. Pero, de verdad, ya no tengo ganas de seguir. Todo es perfecto, el ambiente, la música, la fiesta, nada falta. Más bien estoy de sobra.
Como dicen de cajón “No eres tú, fiesta, soy yo”. Se acabo mi combustible de socialización. A la media hora me llama mi amigo. No le contesto. No por grosería ¿Qué le voy a decir? ¿Me fui porque no me hallaba? No, en otra reunión, más de nuestro estilo (espero que todavía se sienta parte de ese estilo) le platicaré. De verdad, la fiesta, perfecta.