sábado, 19 de julio de 2008

Dance Dance Revolution

Tal vez ya han oído hablar sobre el Rock Band o el Guitar Hero. Bien pues ambos tienen sus antecedentes más próximos en el ya conocido juego Dance Dance Revolution, creado por –y como no!!!- Konami. Ah! Konami, tantos buenos, divertidos y juegos con mística han hecho. En fin. El punto al que quiero llegar es que el DDR tiene una gran implicación psicológica: le da al jugador el derecho de moverse a lo pendejo, o con ritmo o con muy mala coordinación, sin que sea objeto de escarnio (salvo el normal, en estos casos) por parte de sus no conocidos. Aunque por parte de sus conocidos la burla puede que hasta se incremente un poco.

Pero no importa mucho, son sus conocidos. El quid del asunto es que le da al jugador la protección especial, de aceptación social general, de permitirle “bailar” sin que sea criticado en exceso. Pero enfrentémoslo, conforme el jueguito se fue haciendo popular, el DDS fue perdiendo el misticismo que le dio popularidad: el que un negado para la expresión corporal le fuera concedido manifestarse de manera pública sin las consecuencias normales no sólo para los negados al baile, sino también a los penosos, a los que toman en gran consideración la aceptación de los demás (no huelga decir, y no viene al caso, pero yo no pertenezco a esa categoría). Y se fue perdiendo porque como todo juego, conforme se va avanzando, éste comienza a volverse más complicado, hasta que se logra llegar al final, después de grandes esfuerzos (ponga aquí los esfuerzos de la categoría que mejor le plazca) llegar a la “Misión Final”.

El caso es que, con respecto al DDR, el esfuerzo consiste en que los “pasos” a seguir son ya muy complicados a niveles avanzados. Y es aquí donde se presente un símil a la Ley de Bronce, la cual en síntesis dice que no importa que se aumente el salario mínimo, la economía se reajustará de tal manera que todos los precios se reacomodarán y el resultado final es que el nuevo mínimo alcanzará exactamente para comprar lo mismo que con el mínimo anterior. Con respecto al DDR se llega al punto en que, así como en la vida cotidiana, el perdedor es un perdedor, eventualmente en el jueguito el perdedor vuelve a ser un perdedor. La única ventaja es que no necesariamente un perdedor en la vida cotidiana, también es un perdedor en el jueguito. ¿Y quiénes son los perdedores en el jueguito? Pues aquellos que no logran acceder a los niveles superiores, por obvias razones.

El gran problema existencial para un perdedor en la vida cotidiana, es que también sea un perdedor en la vida “jueguil”. Basta para ejemplificar este punto, con mencionar que existe un campeón de campeones del DDR. ¿Pueden creerlo? Un master de master en un pinche jueguito, hazme el cabrón favor!. Ahora bien, no cualquiera tiene la coordinación corporal necesaria para convertirse en un campeón de campeones del DDR. Sobre todo porque por lo general, existen otras actividades que realizar, además de andar brincando sobre azulejos que se encienden al compás de una música por demás monótona, pero muy rítmica.

Todo este argumento para comentar que en la siguiente entrada hablaré del Rock Band…

lunes, 14 de julio de 2008

La decisión

“Nos protegemos
Nos vigilamos
Nos cuidamos…”

-Ese es el lema, es la lógica y la filosofía de nuestro actuar…- Así comenzaba la alocución del Supremo Guardián, el día de la iniciación de Jill.

Ahora, años después, esas palabras de iniciación cobraban especial sentido para ella.
Ahora ya no le parecía que fueran una honorable sociedad secreta, de altos valores éticos y morales. No, ahora estaba cierta de que no eran muy distintos de las sectas más retorcidas que se hallan conocido.

Sin embargo había una gran diferencia: el enorme poder económico que poseen, poder que todo corrompe, poder que proporciona impunidad, poder que cobija y envilece la verdad, poder que genera una verdad falsa, poder que da cabida a las incongruencias, a las paradojas. Políticos, empresarios, jóvenes prominentes de prácticamente todos los estratos sociales, mentes ellas de primer nivel, todos aglutinados en la Hermandad, todos actuando de manera coordinada, apasionados, convencidos de su actuar.

-Dios! ¿Es posible que nadie se de cuenta de la verdad?- Se preguntaba, mientras sostenía el arma, apuntando directamente a la cabeza del Supremo Guardián. Y comenzó a dudar. ¿Con matar al Supremo todo acabaría? ¿En verdad no tenía miedo de acabar encerrada por el resto de sus días? ¿Realmente creían que Satanás iba apersonarse, una vez cumplidos los ritos adecuados? ¿Y si nadie más se ha dado cuenta, no seré yo quién este equivocada?

Aunque Jill no participó directamente en los sacrificios, fue responsable de contactar a cada una de las víctimas. Todas ellas vírgenes, inmaculadas, con grandes expectativas, mentes con un alto potencial, poseedoras de una inteligencia superior, muy superior a la media. Todas ellas mancilladas, vejadas, suplicando por su muerte, pidiendo ser asesinadas.

A la vez que dudaba, al mismo tiempo, si eso puede ser posible, recordaba una y otra vez las imágenes y sonido de ese protervo video: un moderno aquelarre, donde las virtuosas mujeres fueron torturadas, sufrieron mutilaciones que les provocaron espasmos que terminaron en vómito, fueron obligadas a proferir insultos a sus creencias, obligadas a participar en retorcidas orgías donde fueron el trato fue inhumano. Al final todas suplicaban que acabaran con ellas, que acabaran con sus vidas.

-Seis, ¿Por qué permites esto Dios?, seis, ¿Por qué no una? ¿Dónde estabas cuando eso pasó, donde Dios?- Se lamentaba una y otra vez. Ahora sin darse cuenta, sus ojos se encontraban anegados, tenía tal pesar y pena que hizo un esfuerzo sobrehumano para no caer desvanecida, para que la oscuridad de la inconciencia diera por terminada sus cavilaciones.

Pero no, tenía algo que hacer. Tenía que terminar con todo eso. Pero tenía dudas, muchas. Sin embargo, una vez que tomó la decisión fatal, una vez que estaba cierta de su proceder, habló el Supremo Guardián.

-Ilusa, sólo conseguirás atrasar lo impostergable; este mundo ya tiene dueño, y lo reclama ahora- Los ojos del Supremo Guardián resplandecían con furor vesánico, y aunque su voz era la misma y el semblante en general también, había dejado de temblar, había dejado de gimotear, parecía imbuido de un poder sobrenatural, parecía ser otro personaje.

-¿Dónde esta tu Dios, al que tanto le pides? ¿Te ha dado alguna señal?, el mío sí, el mío se encuentra conmigo, ahora. Además, ¿Sabes que vas a condenar tu alma a una eternidad en el infierno? ¿Acaso ignoras la pena por matar a tu prójimo?

Jill no daba crédito a lo que veía, a lo que escuchaba. Y tuvo claridad sobre su actuar. De alguna manera, sabía que hacía lo correcto. Después de todo, el mal, el verdadero mal busca corromper, tergiversar la realidad, convencer sin importar el costo.

-Gracias Señor, esta es la señal que esperaba…
-Noooo- fueron las últimas palabras pronunciadas por el Supremo Guardián

Y sin más tiró del gatillo. Un sonido fuerte, seco, inundó la oficina donde se encontraban. A penas duro un par de segundos, tras los cuales, cayó un manto de silencio. Ahí, en el escritorio de maciza caoba yacía el cuerpo inerte del Licenciado Jeremías Alto Valle Santa Cruz, Supremo Guardián de la Orden de la Salvación Hermenéutica Agnóstica.

Frente al cuerpo sin vida, se encontraba Jill, respirando hondamente, con su rostro surcado por lágrimas en proceso de evaporación. Su rostro denotaba ausencia de sentimientos, inexpresivo, como si fuera una estatua, parecía que todos los sentimientos intentaban hacerse presente en su rostro, pero el resultado final era que se anulaban unos a otros.

Jill sabía que la batalla había terminado, pero también tenía la certeza que habría mas batallas, que tal vez tenía razón el ahora fenecido Supremo Guardián, únicamente había conseguido postergar el inevitable final.

Ahora esperaba, no con tranquilidad, los acontecimientos venideros.

-Después de todo, soy una asesina-

Sin embargo no abrigaba muchas esperanzas, sabía que la venganza de la Orden iba a ser implacable.

-Tal vez es hora de partir- Pensó y caviló sobre inmolarse.
-Todavía tengo algo de tiempo- Y se sentó a esperar un poco más. Una gruesa pesadumbre se apoderó de ella y volvió a estallar en un llanto desolador, agónico. Quería desaparecer de este mundo.

En otro plano, seres no humanos que se ciñen a la humanidad, deliberaban.

-Ha sido una dura prueba, creo que esta lista- Dijo el más inexperto de ellos.
-Mmm, tómala bajo tu tutela, sácala de ahí. Veremos que hace en cuanto te la lleves- Contestó el Elder a cargo.
-A veces, me sorprenden estos hermanos menores nuestros. Pero los designios del Señor, como ellos le llaman, son en verdad de insondable escrutinio- Reflexionó para sus adentros y se marchó dejando a sus pupilos hablando sobre los acontecimientos.

martes, 8 de julio de 2008

De los cambios

Tal parece que la característica que define al ser humano no es, desde mi punto de vista, la inteligencia, la cultura, la política, o cualquier otra superestructura. Yo creo que la característica que define al ser humano es el darse cuenta de lo efímero que es. Creo que de éste darse cuenta nacieron las preguntas ontológicas ¿De donde vengo? ¿A dónde voy? ¿Qué sentido tiene el que yo este aquí? ¿Cambiaría en algo el mundo si yo no existiera? O incluso más allá ¿Cambiaría algo el mundo si yo no hubiera siquiera existido?

Bueno en cierta manera son preguntas que hace tiempo me he estado haciendo, sólo que ahora tengo la necesidad de, no digamos ya una pronta, sino al menos con saber que existe una respuesta, o al menos tener la certeza de que eventualmente existirá.

Muchas veces el saberte derrotado te obliga a reevaluar tu vida: el saber que tus planes, si es que los tuviste en algún momento no se han cumplido, y si no los tuviste, el hecho que no te encuentres a gusto contigo mismo sea una fuente de continuos desvaríos cerebrales.

Quién no quisiera la tranquilidad de la continuidad perpetua; y la única continuidad perpetua que conozco, y que a lo largo de la humanidad ha estado presente e inmutable, es la muerte.

viernes, 4 de julio de 2008

La triada, segunda y última parte

Gabriel caminó hacia su inexorable encuentro. Las tres ahí, juntas, no parecían estar peleando, aunque se veían mutuamente, una a la otra, y la otra a la tercera. ¿Qué explicación les iba a dar? Ciertamente no había más explicación que la verdad: salía con las tres, a las tres les daba todo lo que tenía, una a la vez, pero en conjunto a las tres.
Conforme iba acercándose, las tres lo miraron fijamente a los ojos.

-Se ven tan tranquilas…- pensó para sí
-No voy a mentirles ni a justificarme, salgo con las tres
-Que te pasa pendejo- le espetó Alba sin más miramientos
-Me decepcionas - continúo Alejandra
Adriana, la más aguerrida no dijo una sola palabra, pero lo miro con tal desprecio que para Gabriel fue mucho peor que una bofetada.
-Miren, desde hace tiempo he querido decidirme por una de ustedes…
-Al carajo contigo!
-De mi no te preocupes..
-Chinga tu madre!
Le espetaron casi al unísono que Gabriel no supo bien a quien correspondía cada frase.
-Esta bien, no voy a justificarme. Pero en verdad las quiero, a cada una de ustedes, y por eso mismo estaba decidiéndome por una. Sin embargo no pude, ni puedo, así que haré lo más prudente que se me ocurre…
-Vas a dejarlo a la suerte, con una moneda?- le dijo sarcásticamente Adriana
-Ya te dije que por mi te puedes quedar con quien quieras- comentó Alejandra
-Y todavía piensas que voy a aceptarte?- terminó Alba
-Sé que ahora ninguna de ustedes van a quererse quedar conmigo. Pero después…
-Después la chingada…
-De verdad estas loco…
-¿Quién te crees que eres?
-Ya por favor, déjenme terminar. No me quedo con ninguna de ustedes. A las tres las amo, las quiero, la necesito. Pero me he puesto en su lugar, y no me gustaría compartirlas con alguien, no podría. Así que optaré por terminar mi relación con todas ustedes. Solo les pido que me dejen sacar mis cosas, iré cuando no se encuentren en casa y les dejo mi llave. Solo les puedo decir que las amo mucho, perdón por este aciago momento.
-Tú y tus palabritas…
-Desde ya puedes sacar tus cosas…
-No te quiero volver a ver…
Tras lo cual, Gabriel miro a cada una de ellas de manera significativa y se alejó del lugar. Ellas se quedaron un momento meditando lo ocurrido, se voltearon a ver nuevamente una a otra y cada quien se marchó por caminos distintos.
No lo sabían en ese momento, pero cada una de ellas se encontraba embarazada, con diferencia de pocos días. Gabriel iba a ser el orgulloso padre de tres bebés, dos niños y una niña. En realidad nunca iba a cortar la relación con sus tres aes, y estaba condenado a trabajar día y noche, soportando trabajos que muchas veces lo aburrían que no presentaban retos, pero si un ingreso estable muy necesario.
Al final, Gabriel se juntó con una mujer 15 años menor que él, con quien engendró otros tres hijos. Nunca se quejó por su manera de actuar, amaba mucho a sus hijos y a sus mujeres. Alejandra, Alba y Adriana se casaron cada una con hombres de buena posición social y económica, tuvieron sus respectivas familias, aunque nunca olvidaron del todo a Gabriel, no podían y Gabriel tampoco.