miércoles, 29 de julio de 2020

La pauperización de los grados académicos en México (4)

“Los grados académicos como mercancía en el mercado capitalista”

 

Conclusiones:

En el instante en que la calidad de vida de un maestro llega a ser lo suficientemente bueno para vivir bien, trabajando en la justa medida, teniendo vacaciones suficientes, asegurando prácticamente lo que le reste de vida para sí y para sus seres queridos, pasa a ser un valor de venta en el mercado capitalista. Me refiero, al valor de venta de “ser maestro”, su profesión.

Con ello, la demanda se incrementa, tanto, que pasa a ser una mercancía con un alto valor de cambio, perdiendo de esta manera, la razón de su existencia: educar a un pueblo cuyo habitante promedio viene de la pobreza, que aspira a dejarla; quiere una vida digna, quizá sin saberlo, porque nadie quiere vivir en el sufrimiento. La pobreza duele y duele mucho.

Como consecuencia inmediata de ese fenómeno, los maestros dejan de ser maestros por convicción. Se convierten en buscadores de oportunidad, oportunidad de vivir dignamente, a costa de los demás, a costa de la educación de todo un pueblo, que basa su esperanza de mejora en tener educación superior; Llegar a tener la universidad concluida, como si ello fuera suficiente para vivir cómodamente.

Es pues, la profesión de maestro de escuela, un ejemplo muy fácil de observar y entender, con respecto a lo que dio pie a esta serie de escritos: la pauperización de los grados académicos en México. De manera circunstancial, se da en mi país una serie de observaciones a un novel político, de esos que en su vida a trabajado, pero piensa que se desvive por su país y que sirve nuevamente para evidenciar esto de la devaluación del valor de un grado académico.

Me refiero al, a estas fechas, senador de la República Mexicana (un alto puesto en la política) Samuel García Sepúlveda. Les pongo una captura de pantalla de su página de inicio http://samuelgarcia.mx/, tomada el 29 de julio de 2020. Tómense su tiempo para leer toda la información.


Bien, ¿Qué les parece? En México tenemos súper humanos. Al menos en cuanto a inteligencia se refiere. Porque dos doctorados terminados, uno en curso, haber estudiado en Harvard, Cornell, tener despacho propio, ser político en activo a sus 33 años de edad, es ¡fantabuloso!

Si tuvieras este Currículo ¿A poco no lo contratabas? Pequeño detalle: Todo lo que dice, es incongruente con su hacer. En la vida cotidiana, el senador García Sepúlveda es más de lo mismo: corrupto, imbécil, vaya, hasta escribe con faltas de ortografía. México es el país de los humanos incongruentes.

Esto de conseguir doctorados fácilmente, también favorece la pauperización de los grados académicos en México. Lo único que necesitas es dinero para comprar tu doctorado. Y no es el único caso. Adela Micha, una periodista que ya vio sus mejores tiempos, le fue otorgado un doctorado Honoris Causa, por la Universidad Popular Autónoma de Veracruz debido a su trayectoria al servicio de los gobiernos corruptos de México. Devaluación de los grados académicos en México.

Patricia Rosalinda Trujillo Mariel, cirujana, Comisaria de la Guardia Nacional, con 12 doctorados (y no, no tiene mil años), acusada de corrupción. Otro súper humano mexicano. Nuevamente, devaluación de los grados académicos.

Los nefastos Carlos Salinas De Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, todos ex presidentes, cursaron estudios en universidades en el extranjero. México tuvo un auge en sus sexenios.

¿Tuvo un auge? ¡Por supuestos que no! ¿De qué nos sirve a los mexicanos personas tan “estudiadas” si son igual de ladrones que el ladrón de vecindad? Sus estudios contrastado con su actuación, pauperizan los grados académicos, no solo de México, sino del extranjero.

Todos estos antecedentes y presentes, causan que en México tengamos un nivel de estudios devaluado. Devaluado en su calidad y en su actuar. Hay pésimos maestros, abogados, ingenieros, médicos. Eso sí, con título y cédula profesional. Analfabetos funcionales como el ex presidente Vicente Fox Quezada, el ex presidente vende coca colas.

Con ello, no es de extrañar que un ingeniero o cualquier nivel de licenciatura, en general, sin experiencia, gane menos que un taquero. Sí, en México, tiene mejor posibilidades de una vida digna, un taquero, comerciante, ebanista, tornero, actividades que no requieren estudios superiores. En México quienes mejor calidad de vida tienen son los políticos y los comerciantes.

El rezago científico-técnico del país se ve ampliamente abrumado por esta situación. Los mejores profesionistas suelen emigrar del país, para que les paguen como se debe. Con ello, abonan a la ya de por sí gran brecha en el desarrollo de ciencia y tecnología mexicana. El panorama a mediano y largo plazo luce desolador. El hombre más rico de México, es ingeniero y su riqueza viene de la re-venta de tecnología, de tener negocios en el sector terciario (principalmente, venta de servicios). Me refiero a Carlos Slim Helú.

En este país no existen los Bill Gates, Elon Musk o Steve Jobs. Aquí abundan los “le muevo la panza” o “llévelo, llévelo, bara, bara”.

¿Vale la pena estudiar? Yo, con 20 años en escuela siendo alumno (y no, no reprobé materias) digo que sí, vale la pena. No vas a ser feliz, pero vas a tener conocimiento. Prefiero eso a la dulce felicidad de la ignorancia.

jueves, 21 de mayo de 2020

La pauperización de los grados académicos en México (3)

“El dinero es tiempo de vida. Dejas de hacer aquello que quieres hacer, por estar trabajando, ganando dinero”

Continuación…

En mis entradas anteriores, expuse los antecedentes vivenciales para afirmar que los grados académicos en México se han empobrecido. No solo en su calidad, también en su valor como mercancía en el mercado capitalista de México. Digo que los grados académicos en Mexico se han pauperizado.

Pauperizado viene de paupérrimo.

Paupérrimo: Adjetivo. Superlativo de pobre.

Los grados académicos se han empobrecidos, en la calidad y en su valor como mercancía. Durante mucho tiempo ha sido una meta de vida de los padres hacia sus hijos, que estudien, que sean alguien en la vida, sin darse cuenta que, desde el momento de vivir, ya se es alguien. Bueno, malo, mediocre, como sea, pero ya son alguien.

En el libro “El laberinto de la soledad” de Octavio Paz, relata un anécdota. Llega a su casa, escucha ruidos y pregunta ¿quién es? Le responde su mucama “No es nadie”. Algo así, no soy bueno recordando de memoria, pero la idea esencial es esa. Nadie. El mexicano pobre, el mexicano emergente, el mexicano sin estudios es nadie. Nadie ante los demás, nadie ante sí mismo. Por eso la aspiración de los padres emergentes hacia sus hijos, que sean alguien en la vida, que dejen de ser nadie. Somos el país de la nada. Aspiramos a dejar de ser nadie.

Siendo un país mayormente de población en pobreza y pobreza extrema, es muy comprensible que toda esa población quiera dejar de ser pobre. Y la fórmula mágica para lograr eso es siendo alguien. ¿Cómo somos alguien? Estudiando. Ja. La fórmula mágica es estudiar. Si terminas tus estudios universitarios, tienes asegurado tu futuro.

Quienes llevamos ya varias décadas en este país, sabemos que eso no se cumple, no al pie de la letra. Hay mucha gente que sin muchos estudios, o de plano sin estudios, ya son “alguien”. Y por alguien, me refiero a que tienen resuelta su vida en el ámbito económico. Por lo general son personas que llevan un negocio familiar, o que con base en su trabajo, llegaron a hacerse de un negocio redituable. Y muchos casos, son protagonistas personas con escasos estudios académicos.

Por otra parte, tenemos un ejército de profesionistas que no trabajan en lo que estudiaron, ni siquiera en algo cercano. Psicólogos, abogados, ingenieros, médicos trabajan de taxistas, vendedores, cajeros, en el negocio del pueblo porque no encuentran trabajo en lo que estudiaron. Un profesionista que trabaja de taxista (sin menospreciar por supuesto el trabajo de un taxista) demerita, pauperiza su grado académico.

El profesionista que gana un poco arriba del salario mínimo, pauperiza su grado académico. El salario mínimo en México se estableció para dar una línea base de cuánto debe ganar el que menos gana. ¿Y quiénes son los que deben ganar menos? Pues los nada, los que apenas tienen estudios, los artesanos, los de oficios como carpinteros, panaderos, albañiles, aquellos que no tienen estudios superiores.

En la vida real, un taquero exitoso (nuevamente, sin ofender) puede ganar hasta más de que gana un gerente de banco o de supermercado. Un carpintero exitoso, gana más que un recién egresado universitario y probablemente más que muchos profesionistas con experiencia. Un albañil, de los buenos, recibe seis o más salarios mínimos al día.

Estos oficios, estos trabajos que no requieren de profesionistas, adolecen del acceso a servicios de salud de gobierno, que por lo general, tiene un profesionista que trabaja en el sector público.

No digo que todos los profesionistas ganan poco. No. También hay profesionistas muy exitosos que ganan diez o más salarios mínimos al día, con seguro médico de gastos mayores, con servicios de salud proporcionados por el Estado Mexicano, que reciben una proporción de las ganancias anuales de la empresa donde laboran.

Y aquí entra otro aspecto de la pauperización de los grados académicos en México. La calidad del profesionista. Desafortunadamente se está presentando un fenómeno que se está estandarizando: los profesionistas de baja calidad. Entonces el empobrecimiento viene tanto en la formación, como en su valor en el mercado de profesionistas.

El empobrecimiento en la formación se explica por la carencia de profesores comprometidos con su labor. Por eso inicié este tema, hablando de la venta de las plazas de profesores de los niveles básico y medio en México. Maestros que dan clases porque ¿qué otra cosa hago? son parte de las causas de tener profesionistas con carencias esenciales en fu formación. No puedes construir un rascacielos en terreno fangoso, en un lugar que no tiene sustento.

Creo que un maestro de hace 20 o 30 años era un mejor maestro que uno actual. Las razones, al menos las que yo considero, son varias. Primero que nada, está la cuestión referente a la vocación: enseñar no es nada fácil. Ahorita que estamos en plena cuarentena, y los centros escolares están cerrados, nos toca hacerla de maestros, o algo muy parecido, con hijos o familiares cercanos. El tema no es nada sencillo, sobre todo para el nivel primaria.

Pudiera pensarse que es más fácil dar clases a niños, enseñarles a leer y matemáticas básicas ¡Vaya encontronazo con la realidad! Pero no solo basta tener la intención de querer enseñar, hay que tener paciencia y mucha empatía, para poder transmitir el conocimiento.

Cuando asistí a la preparatoria, me tocó estar en salones de hasta 72 alumnos. Tomábamos clase sentados en el pasillo (bueno yo no, era bien portado y siempre llegaba a tiempo a mis clases). La cuestión es que son muchos alumnos. ¿Se imaginan revisar 72 tareas?

Como consecuencia del bajo nivel de enseñanza, hoy en día tenemos más profesionistas que hace décadas. Sí, muchos más, pero de pésima calidad. Tan mala calidad que cuando se colocan en el mercado laboral, los sueldos promedio suelen ser un poco más alto que el salario mínimo. Son tan malos los profesionistas, que un albañil de los buenos, suele doblarle o hasta triplicarle el sueldo que devenga.

La ley de la oferta y la demanda rige los sueldos. Como tenemos muchos profesionistas, los sueldos disminuyen. Y claro que hay otros factores como la misma economía del país. Quizá tenemos exceso de ingenieros (por poner un ejemplo), no lo sé. Lo que sí sé, porque me tocó vivirlo, es que los sueldos son bastante bajos si los comparamos con artesanos o con posiciones similares en países altamente desarrollados.

Continuará...

sábado, 16 de mayo de 2020

La pauperización de los grados académicos en México (2)

“El maestro aparece cuando el estudiante esta listo”

Continuación…

Durante esa época, el maestro, además de tener reconocimiento social, comenzó a tener un auge económico. El salario del maestro pasa a ser bastante bueno. No era para menos. La encomienda era sumamente importante y delicada: enseñar a la población. ¿Enseñar qué? Ahí es donde tuerce la puerca el rabo. Pues enseñar a leer, escribir, enseñar matemáticas, enseñar para que los estudiantes se conviertan en médicos, maestros, ingenieros, contadores, lo que quisieran ser, no es suficiente para ser una gente de bien, una gente de cambio.

Hoy tenemos el nivel de estudios más alto que antes, y tenemos niveles de pobreza ligeramente superiores a la época en la que mi abuela era maestra en activo. ¿A qué se debe eso, si ahora tenemos más profesionistas que antes?

Para mí todo comenzó con el deterioro de la enseñanza en México. Deterioro que se refleja en la calidad de los maestros que tenemos, que a su vez se refleja en la calidad de los profesionistas que tenemos. La pauperización de los grados académicos en México.

Años de observación de la calidad de las personas que conforman nuestra sociedad, me dan la pauta para, al menos a priori, decir cuando comenzó esa baja en la calidad de la enseñanza. Veo esa baja en la calidad de la enseñanza cuando el rango de maestro comienza a tener su auge, no tanto en lo social, como en lo económico.

Ser maestro comienza a ser sinónimo de bienestar social y económico. Se comienza a dar relevancia al estatus del maestro, comienzan formarse sindicatos y los maestros, como una entidad, comienzan a tener mucho poder en el ámbito político. Incluso hoy en día, el sindicato nacional de maestros ostenta mucho poder político, tanto que fue cota de nefastos personajes como Elba Esther Gordillo, lideresa durante muchos años del gremio de los maestros.

Decía pues que los maestros comienzan a tener beneficios sociales y económicos: días de asueto garantizados con goce de sueldo, vales de despensa, buen salario, si se estudia pueden gozar de año sabático con goce de sueldo, jubilación de por vida. Todo un paquete a costa del erario. Y no digo que eso sea malo. Lo malo viene después.

Y digo que no es malo que se le den todos esos beneficios, sí y solo sí, se lo merecen. Los beneficios económicos se vuelven tan atractivos que ser maestro deja de ser una cuestión de vocación, para convertirse en una cuestión de ingreso económico: el puesto de maestro y su base (contrato de por vida) pasa a convertirse en un bien personal.

Cuando lo importante ahora es el dinero, la vocación y su importantísima implicación, pasan a tercer o cuarto término. Las horas de clase se consideran un bien, como si se tratase de un coche o una casa. Las horas pasan a heredarse. Y como se pueden heredar ¡también pueden venderse! Las horas de clase se considera ahora como una posesión personal.

Incluso en la actualidad, aunque más complicado, es posible “comprar” horas de clase para poder acceder a una base de maestro (también conocida como plaza de maestro). No importa si te gusta o no ser maestro. Mientras demuestres ($$$) tener interés, ahí vemos cómo te colocamos. La corrupción se apodera del gremio de maestros, condenando a México a un periodo de muchos profesionistas de baja calidad.

Es muy fácil de entender: tenemos maestros que son maestros por una cuestión económica, más que por vocación. Hagan bien o mal su trabajo, se les es remunerado. Los candados para acceder a un puesto con base se han complicado, pero mientras tengas el contacto correcto, todo se puede. Así pues, la corrupción que todo lo corroe, ha permeado hasta las entrañas de la educación en México. Ningún estrato se salva, desde la educación preescolar (que hasta hace no mucho, se subrogaba, bonita palabra para indicar que se vendían al mejor postor, no al mejor preparado) hasta la educación superior (en este caso, se puede ver por el auge de las escuelas “patito”, escuelas de muy baja calidad escolar).

A parte de mi abuela, muchos miembros “respetables” de mi familia extensa, son maestros. Casi todos ellos por vocación. Por lo que soy testigo de esa herencia (literal) de horas. Fíjate que chuchita no encuentra trabajo, parienta. Ah, ya estoy por jubilarme, le puedo pasar unas horas. ¿De veras? Gracias, te lo agradezco. En otras ocasiones me enteré de la venta de las horas. Todo radicaba en ponerse de acuerdo con el sindicato. Sí, ese tipo de “arreglo” ($$$).

Al pasar la estafeta de maestro por herencia o por compra, cuya finalidad es gozar de una forma de vida estable, sin mucha preocupación por las vicisitudes venideras, con un sueldo garantizado aún después de dejar de trabajar, es que se comienza a mermar la calidad de la educación en México. Cuando hablo de puestos heredados, me refiero a plazas de nivel básico hasta el nivel medio superior.

Es decir, la calidad de la educación comienza a tener serias carencias en sus estratos que sustentarán el conocimiento superior. Maestros que no van a trabajar, que trabajan a fuerza, cumplen porque si no los corren. Hasta eso, ni los corren. A lo más, los cambian de escuela. El magisterio se convierte en una suerte de mafia, donde los líderes sindicales trafican con horas de clase.

Hoy en día sigue siendo una moneda de cambio. Más complicado, más en lo oscurito, pero sigue existiendo. Oye ¿de dónde saco su negocio fulanito? ¿Ah, no te enteraste? Se colocó en un puesto administrativo en el magisterio. Se puso a vender plazas. Por eso lo corrieron. Sí, lo corrieron pero el daño ya estaba hecho. Y el dinero robado nunca fue regresado. Lo corrieron, pero ya tiene su negocio floreciente.

La pauperización de los grados académicos en México, tiene su origen en la base. Tenemos muchos maestros de nivel, no sé cuántos en cantidad, pero tantos que los egresados de escuelas universitarias tienen serias carencias para expresarse formalmente. No entienden matemáticas básicas. Tienen muchas faltas de ortografías y su redacción es deficiente.

Cuando mi abuela era maestra, ser maestro era sinónimo de inteligencia, sagacidad, integridad, superación. Hoy en día cualquiera que tenga los contactos o el dinero suficiente para invertir en su futuro, puede ser llamado “maestro”. El ser maestro pasó a ser un producto más en el mercado del capitalismo nacional. El precio se determina por la oferta y la demanda. El costo lo paga el pueblo, tanto en dinero como en deficiencias en la conformación de los estudiantes.

A pesar que todos los de mi generación, de mi familia, estudiamos en escuelas públicas, y de lo cual me siento muy orgulloso, muchos de ellos, que ya son padres de familia, tienen como un logro social, tener a sus hijos en escuelas públicas. Ya sabes cómo son las escuelas públicas. Tú también, ambos fuimos a esas escuelas, ambos tenemos trabajo gracias a haber terminado nuestros estudios en esas escuelas públicas. *silencio sepulcral*.

Les han vendido, y ellos han comprado eso de que “la educación pública es pésima”. Y si tan solo la educación privada fuera realmente muy superior. Yo mismo caí en esa estratagema, por lo que curse estudios de posgrado en reconocida escuela privada de México. Cuando me preguntan mis conocidos que cual es la diferencia entre las escuelas públicas y las privadas, sin mucho pensarle les contesto, la cantidad de ceros a la derecha de las cifras significativas. A pesar de eso, muchos de esos conocidos hacen esfuerzos extraordinarios por mandar a sus hijos a escuelas privadas. Y esa es otra parte de la gran problemática de la educación en México, la educación privada.

Continuará...

viernes, 15 de mayo de 2020

La pauperización de los grados académicos en México (1).

“¡Ah qué tiempos aquellos, don Susanito…!”

Nací en un pueblo cerca de la ciudad de México. Nací en la pobreza y tuve muchas carencias de niño ¡Nah! Pero quería saber que se siente escribir eso. La verdad es que nací en una familia de clase media; de niño y durante todo mi desarrollo hasta concluir mis estudios universitarios, no tuve carencias básicas. ¿De qué me quejo en esa etapa de mi vida (todos tenemos quejas, no se hagan)? En realidad de puras cosas secundarias: que quiero un coche, que quiero una consola de última generación, y así por el estilo.

Aunque no tuve coche, hasta que me lo compré, los fines de semana que me regresaba a mi pueblo (en la semana estudiaba en el DF, hoy conocida como CDMex), mi papá me prestaba su coche. Así que no me puedo quejar del todo. Y durante mis estudios nunca me faltó nada de lo necesario: comida, techo, dinero para los pasajes, libros, material de la escuela.

Quien se las vio duras en esa etapa, pues fueron precisamente mis padres. “Tu única obligación es estudiar” me decía mi padre, no sé si estando plenamente seguro de lo que decía o porqué la vida le decía que eso era lo mejor para sus hijos (tengo hermanos). Lo que sí, es que mi padre pasó carencias; él sí vivió un poco la pobreza. Pobreza potencializada por una familia de 9 hermanos, de múltiples padres y siendo mantenidos por una madre luchona. Madre soltera, pues.

Y pues está madre luchona (que sí fue muy luchona), viene a ser mi abuela paterna; era maestra de primaria. Recuerdo preguntarle sobre su vida (les digo, soy chismoso desde pequeño), me contó que ella, después de la secundaria, se convirtió en maestra. Sí estimados milenials, antes bastaba con terminar la secundaria para volverte maestro. Mi abuela tuvo muchos méritos, pues siendo mujer, con un montón de hijos, con un montón de hombres (eh, mi abuela no fue precisamente una casta mujer, aunque tampoco se prostituía), viviendo en pueblos por demás machistas, sacó adelante una gran familia. Y por “gran” me refiero a cantidad, no calidad.

Bien pues ésta guerrera pudo tener un modo de vida decente a un costo muy grande. Prácticamente se la vivía trabajando. En parte porque creo que le gustaba mucho. De verdad amaba ser maestra. Recuerdo que ya siendo jubilada, a veces acudía al salón de clases, a suplir a algún “compañero” (así les decía a sus colegas), creo yo que sin recibir dinero. O tal vez si le daban dinero, pero era algo más bien simbólico. Lo cierto es que se le iluminaba el rostro, oronda me decía que había asistido a un compañero. Le gustaba pues, ser maestra.

No sé si hizo carrera magisterial. Ya tiene años que murió y esa parte de su vida no se la pregunté. Pero derivado de su trabajo, su familia (mi padre incluido) pagó el tributo de tener un jefe de familia monoparental. Si bien mis tíos y padre incluido, son “hombres de bien”, es un decir, pues aunque que tienen carreras universitarias, también tienen cierta predilección por el alcohol. Son mujeriegos, briagotes, pero eso sí, cumplidores en sus casas, responsables. Al menos en la casa “grande”.

Todos se casaron y la mayoría son divorciados. El que ellos hayan terminado siendo alcohólicos y mujeriegos se explica precisamente por la ausencia de una madre y la presencia de muchos “papás”. No justifico su actitud ante la vida, no justifico que digan “es que tu abuela nos abandonó”, que ciertamente nunca escuche que dijeran, pero que de muchas maneras pretenden así justificar su actuar. Yo voy con el dicho “el hombre es lo que hace, con lo que hicieron de él”. Es decir, uno pudo haber vivido, por ejemplo, violencia familiar. Que tu papá le pegara a tu mamá. Bien, no por eso puedes justificar “yo por eso le pegó a mi mujer”. Eres lo que haces, con lo que hicieron contigo.

No pretendo ser moralista; por mí, golpeen a sus parejas. Allá ustedes. Allá sus parejas que se dejan. El hombre es lo que hace, con lo que hicieron con él.

Regresando a mi abuela, a su familia, que es de dónde vengo, les decía que fue maestra, una orgullosa maestra. La que a pesar de tener el mundo en contra crió a su familia, en un ambiente machista, en un pueblo en ese momento, olvidado de la civilización, donde era más probable y más fácil volverse la mujer de alguien. Y además con un montón de hijos, de múltiples padres. Para mí resulta sorprendente que mi abuela sacara adelante a su familia. Me resulta sorprendente que mis padres hayan durado tanto tiempo casados (cuando escribo esto, llevan años separados), me sorprende que mi padre no se haya desentendido de nosotros, sus hijos.

Tengo un padre amoroso, que me cuidó y procuró cuando más lo necesité. El costo se lo llevó mi madre. Es sorprendente que mi abuela haya sacado adelante a sus hijos. Pero no fue perfecto. Hubo costos que pagar. Sobre todo en la vivencia de cada uno de esos hijos, mis tíos y padre. Todos en mayor o menor medida son alcohólicos. Todos han tenido problemas o de plano, fracasaron en su matrimonio.

Son, a ojos de la sociedad, hombres y mujer (tengo una tía) de bien. El que menos estudios tiene, fue la mujer, porque le tocó ser el reemplazo de la madre. Mi tía solo tiene estudios de preparatoria. Y por eso ahora recibe el reconocimiento de mis tíos y padre, le ayudan en la economía y siempre le han reconocido que ella fue quien los crió. Algo bueno hizo mi abuela. A pesar de que muchos de ellos se quejan de su ausencia, al final, les dio estudios.

Tal vez por eso mi padre decía que mi única obligación era estudiar. El título de esta entrada es engañosa ¿no? En realidad sí quiero escribir sobre las razones por las que considero que los grados académicos han sido pauperizados en México. Por ello comencé a hablar de mi abuela, pues fue mi primer contacto con los maestros, de manera cercana.

Por mi abuela y por mi padre es que tuve reconocimiento social, sin que realmente me conocieran. Y lo que es peor, sin quiera habérmelo ganado. Pero de esto me di cuenta muchos años después. Ahora ese reconocimiento me lo he ganado. Y si no me lo reconocen, no me importa. Uno sabe lo que es.

Ser el nieto de la maestra Nachita me llenaba de orgullo. Era el nieto de una gran mujer. Cuando se referían a ella, en el pueblo, donde todo mundo se conoce, y que se refirieran a ella con respeto y temor, me llenaba de orgullo. Un orgullo inmerecido, pues quien tenía que sentirse orgullosa, era mi abuela. Yo qué.  

Ser maestro en esa época, unos 40 años después del fin de la revolución, donde México estaba entrando a la modernidad, era un logro muy grande. Ser maestro en un pueblo donde la mayoría de la gente es campesino, el nivel de estudios promedio es primaria inconclusa y donde los que tienen dinero, los “ricos” lo son porque tienen negocios como tiendas, carnicerías o tierras para cultivar, no por sus estudios, era un reconocimiento social solo a la par del sacerdote del pueblo, un médico o un buen abogado (los cuales son como el chupacabras, porque no existen).

En esa época, antes de 1980, ser maestro era motivo de orgullo y representaba ser parte engranaje muy importante para el desarrollo de México. No solo por los propios estudios del maestro, también por la labor social que realizaba. El encargo era delicado, necesario y sumamente loable: enseñar a la población. Enseñar. Hacer gente de bien. ¡Por supuesto que ser maestro era de reconocerse!

PD: Felicidades a todos los maestros que tienen vocación, que gozan estando al frente de un grupo de escolares; mi reconocimiento y admiración a todos esos maestros que se les ilumina el rostro cuando a un alumno se le ilumina el rostro porque por fin entendió. A todos los demás maestros, chinguen a su madre.

Continuará...