lunes, 7 de abril de 2014

La estrella fugaz

A mediados de octubre del 2013, pasando una separación con mí entonces pareja, me encontraba mirando la luna a través de un telescopio. Era un cielo nocturno bastante tranquilo y despejado: el fondo muy negro y las estrellas muy brillantes. Soplaba un viento agradable, no violento, pero sí lo bastante fuerte para hacer que la noche fuese un poco fría.

Y pasó. Pasó una estrella fugaz. Ya sabía que por esas fechas iba a haber una lluvia de estrellas, solo que más tarde. Eran como las 10 30 p.m. . En cuanto pasó esa estrella fugaz, lo primero que pensé fue “¡Ey! ¡Pide un deseo!” Y lo pedí. Pedí estar contigo, pedí tener el valor y decirte que viviéramos juntos, que tuviéramos una familia.

Te lo había dicho casi siempre que tocábamos el tema: no quiero tener hijos, tampoco me quiero casar. Vivamos juntos y veamos qué pasa. Tu solo te reías como diciendo “estas bien pendejo” y me decías “No señor, yo salgo de mi casa de blanco y con marido”. Nunca pensé que realmente hablarás en serio, es decir, sobre que era estrictamente necesaria una boda.

Aunque no tenía razón de pensar en que no pensabas en serio, porque lo que yo te decía, era en serio. Como dije, estábamos distanciados porque te negaste a ir de fin de semana conmigo, cuando ya teníamos todo planeado. Y te dejé de hablar por casi todo ese mes de octubre. No sé con certeza si ya desde tu negación tenías pensabas ya no seguir a mi lado. Para mí era un enojo, pero no tanto como para terminar.

Además, tenía una estrella fugaz de mi lado. Y lo que pedí era básicamente lo que tú querías. De todas las posibilidades, el que me dijeras adiós era, bueno, ni siquiera lo contemplaba. Cuando te contacté a finales de octubre, para hablar sobre nosotros, te mostraste un tanto esquiva. Nunca terminé de entender tu manera de resolver las cosas, escondiéndote. Como si todo se fuera arreglar por sí mismo.

Te hable y después de insistirte un poco, fui por ti al trabajo. Me invitaste a comer, en ese lugar de pizzas caseras que tanto nos gustaban. “Pero yo pago” me dijiste. Por mí no hay problema. Me dijiste, después de besarme, casi en susurro “te extraño tanto, extraño tanto tus besos, extraño estar contigo…”

La verdad no supe que decir. “Te amo” lo pensé mucho después. Sí, esa era la respuesta adecuada. Pero solo dije “yo también…” Ese fin de semana, nos vimos por última vez. Acudimos a una fiesta familiar mía. Te notaba melancólica. No imaginaba que ya tenías planeado el dejarme. No tenía muchos indicios, al contrario, decías que me extrañabas y yo tenía un deseo de estrella fugaz conmigo. No pude notar que te estabas despidiendo de mí.

No lo pude notar, hasta que te fuiste para siempre de mi lado. Hasta entonces caí en cuenta en tu mirada un tanto más triste y decaída, en tus silencios más prolongados y pesados. Está cansada, me decía, tiene mucho trabajo, acotaba. Todavía, cuando te lleve a mi cuarto por última vez, para que descansaras, pues es lo que pensé que tenías, cansancio, me dijiste “como quisiera pasar el resto del tiempo en este momento…”

No lo entendí, hasta que te fuiste. Quédate te dije. No, no puedo. Me dijiste, como siempre me decías cuando te pedía que te quedaras conmigo. Y te fui a dejar a donde siempre te iba a dejar, cerca de tu casa. Te besé o me besaste por última vez. Todavía recuerdo tu mirada, triste y cansada, cuando te dije “pero nos vemos en la semana, ok?” y tú me dijiste que sí, con una sonrisa que no hacía juego con tu mirada.

Ahora sé que ese fue tu beso de despedida. Porque resolviste las cosas como solías resolverlas. Sin dar la cara, escondiéndote, de lejos. No es justo. Tú sabías que era nuestra última cita. Yo no. Y te odie, y te maldije y pienso que eres una mierda de persona. Pero todavía me da tristeza pensar en ti. Todavía echo de menos tus ojotes, tu sonrisa y esa voz grave, pero femenina que tanto me gusta.

Ya no te odio, de hecho, nunca te odie realmente. Pero sigo pensando que eres una mierda de mujer. Al final, no te deseo mal. Te lo dije por teléfono, si hay un castigo para ti, que ese castigo sea que sientas lo que estoy sintiendo. Lo dije de corazón. Ojalá y sintieras lo que yo sentí cuando me dijiste que ya nunca más nos veríamos.

No me lo esperaba. Después de todo, decías que me extrañabas y yo tenía una promesa estelar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ingenuo, un mes y no pasa nada mmmm asi no funciona

Anónimo dijo...

amigo no te hagas tantas pelotas las cosas son mas simples y practicas en una relacion