miércoles, 31 de agosto de 2011

Mi lamparita

Hace muchos, pero muchos, incontables años, tuve un regalo muy apreciado por mí. Era una lámpara tipo lápiz. Más bien gorda, no tan delgada como un lápiz y más bien tipo pluma, porque tenía el asa para llevarla en la camisa. Me lo dio mi papá no recuerdo si porque yo se lo pedí o se le hizo que iba a entretenerme con ella. Vaya que me entretuve con esa lamparita.
Como fue hace mucho tiempo, no estoy seguro que el recuerdo que de ella tengo sea exacto. Pero hasta donde mi memoria tiene acceso, recuerdo que era de metal, aluminio me parece, negra con anillos plateados en los respectivos extremos. Utilizaba pilas tripe A. Era mi “objeto de transición” predilecto (ches psicólogos y sus terminejos), iba conmigo a todos lados, sobre todo a la hora de dormir. No sé si les he contado, pero creo que llevo mucho tiempo extra en este mundo.
No, no soy un vampiro, pero ya van tres, me parece, ocasiones en las cuales mi muerte ha sido bastante tangible. La primera, me parece que se remite a esta lamparita. Era entonces hijo único, viviendo en un departamento, grande, pero sin otros niños, en una ciudad como lo es la Ciudad de México, en una colonia más bien de quinta. Debo decir que yo no pasé penurias.
Pero he de aceptar que hoy en día, no viviría en una colonia como en la que entonces viví. Aunque de ello dependiera mi trabajo. Y comentaba que era hijo único, y como mis padres trabajaban todo el día, me la pasaba mucho tiempo solo. Creo. No me quejo, podía ver la tele todo el día, brincar en las camas, comer cuanto confleik quisiera. Comida y entretenimiento no faltaban en mi hogar de entonces.
Dado que no tenía mucha vigilancia de adultos, y curioso que es uno, que se me ocurre quitar un foco de su respectivo socket y meter mi lamparita en el hueco resultante. ¿Por qué motivo habría de hacer eso? ¿Falta de emoción en mi vida? ¿En realidad es que soy un suicida inconsciente (desde entonces)? Pues aun hoy día no tengo una razón lógica que justifique mi actuar.
En términos técnicos, hice un corto circuito. Con 120 Volts de corriente alterna y sabe cuántos Amperes. Lo peligroso de la electricidad, no es el voltaje, si no la corriente. Me parece que más de 20 mA (un mA es la milésima parte de un Ampere) aplicados directamente al corazón, es mortal. Y la corriente alterna de las casas es por mucho, superior a esos 20 mA. Aunque también no es que lo fuera a recibir directamente, no, primero se distribuiría en todo mi cuerpecito. Sí, de ese entonces. Y no es tampoco que tuviera mucho cuerpo, era yo más bien flaco, enclenque. Mucho tiempo lo fui.
Ahora soy el flamante poseedor un “puerquesito”.
Y hablo en pasado, porque aunque el corto circuito ocurrió, tan ocurrió que mi lamparita quedó dañada. Una especie de verruga de metal en el sitio de contacto con el socket fue el resultado de ese evento. Pero por alguna razón técnica que desconozco, la descarga eléctrica no paso por mi cuerpo. No, no creo que diosito, que debe estar muy ocupado ahora como entonces, haya mandado a uno de sus ángeles con espada flamígera en mi auxilio.
Más bien conjeturo, y esta es una buena conjetura, que mi lamparita tenía de alguna manera, una estructura “aislante”. Es decir, que el corto pasó por una parte de la estructura y yo la sostenía por la otra parte, de tal suerte que era como si yo la sostuviera de manera “remota”. Es un poco difícil de explicar, pero es como los cables, el de su computadora, por ejemplo, aunque la conectan a la toma de corriente, no se electrocutan porque la parte donde la toman esta “aislada” de la parte de metal. Algo así debió tener mi lamparita.
Mi primera reacción fue de miedo, miedo a mi señor padre, ya me imaginaba la cagadota que me iba a poner (y el respectivo castigo corporal en mis entonces tiernas nalguitas). La verdad no recuerdo si le dije, se dio cuenta, o se dio cuenta pero se hizo wey. Tampoco recuerdo haber sido castigado. O la madriza estuvo muy buena que aun hoy día sigue en lo más profundo y oscuro de mi inconsciente o no existió tal. Yo me inclino por lo segundo. Y es que eso es lo malo de tener un yo fuerte, difícilmente puedes caer en una psicosis o en una disociación de la personalidad. Eso sí, soy muy neurótico, y eso refuerza mi creencia en un yo propio muy fuerte.
¿Por qué me acorde de ese evento tan particular en mi vida? Por la violencia que vivimos en la actualidad. Y es que, como les narro más arriba, mi lamparita quedó “marcada” (vaya que sí) era una marca muy particular e irrepetible. En ese aspecto, mi lamparita era única. Así que deje de meterme con la electricidad y, no lo había comentado, pero mi lamparita seguía siendo funcional. Sólo cambio su “estética”, pero funcionaba como siempre funcionó.
Digo que la violencia que vivimos hoy en día me hizo recordar a mi lamparita porque hubo una ocasión, después del evento del corto, que olvide mi preciado objeto en el carro de mi papá. Ese día o unos días después, mi papá sufrió un secuestro exprés. No recuerdo muchos detalles, ahora que tenga la oportunidad le voy a preguntar que me cuente como estuvo esa vez. Hasta donde sé, lo anduvieron paseando en su coche, lo golpearon y le quitaron todo objeto de valor que le encontraron. Incluyendo mi lamparita.
Ya voy a la conclusión. Si supieran que no escribo pensando en hacer muchos párrafos, que se les puede resulta harto aburrido. A veces, como ésta, nada más salen. Resulta que unas semanas después, que en aquel entonces tomaba clases de natación y me desplazaba en los extintos ruta 100 (para que se den una idea de mi ruquez), me topé en el camión, con los asaltantes de mi papá. Ese día me llevaba mi tío a la clase. En el camión, que como ahora, iba hasta la madre, pero como nos tocaba tomarlo de base, pues íbamos sentados. En algún punto del trayecto, se subieron tres sujetos. No recuerdo francamente como eran, si parecían maleantes o no. Lo que sí recuerdo que uno de ellos traía mi lamparita en la bolsa de su camisa. ¿Cómo estoy seguro que esa era mi lamparita? Ya se imaginarán porque. Ahí estaba la inconfundible verruga producto de mi curiosidad.
Por supuesto que le dije a mi tío, que esa era mi lamparita, que se la fuéramos a hacer de pedo a esos cabrones. Estoy traduciendo a términos actuales en lenguaje adulto. No me acuerdo que le dije, pero seguramente así habría sonado. Para colmo y angustia de mi tío, había un par de policías trepados en el camión. La inocencia, caray. Aquí el mapa mental: Yo, inocente y puro niño, seguro de que esa era mi lamparita, acompañado de una figura de autoridad y protección (que iba yo a saber que uno no se anda haciendo de pedo a los delincuentes, por mucho que la razón y la justicia estén de nuestro lado) y con la policía a escasos metros. En mi mente, era ir con los policías, decirles que esa era mi lamparita y que lo podía demostrar, que habían asaltado a mí papá, para que en el acto metieran a la cárcel a esos tipejos. Y de paso, recuperar mi lamparita.
La verdad no sé cómo pudo mi tío contenerme, yo estaba convencidísimo de mi plan. ¡Estaba fácil! Por supuesto que no hablamos con los policías, claro que ni de chiste nos dirigimos con los pelafustanes esos, y claro, nunca más volví a ver mi lamparita.
¿Qué probabilidades habría de que me encontrará con mi lamparita en una ciudad tan grande como lo es la ciudad de México?
Supongo que mi tío o yo comentamos lo ocurrido, porque poco tiempo después recibí otra lamparita. Ya no me gustó. En primera porque ésta era de plasticote (ese nada más me gusta cuando moldea cierta parte de la anatomía femenina), era transparente, y nada más utilizaba una pila. Además, ni alumbraba y tenía ese pedazo de metal para usarlo como llavero. Por eso creo que mi papá si supo de mi encuentro con la electricidad, ya no me regaló una lamparita de metal. Afortunadamente ese objeto de transición cumplió su cometido, y aquí estoy, neuras, pero funcional.

jueves, 25 de agosto de 2011

Del linchamiento mediático

O de una vez que ya la cagaste, calladito(a) te ves mas bonito(a). Y me refiero al bipolar caso (bipolar porque sería de risa loca, si no es por las implicaciones sociales de trasfondo) de la pseudo famosa Azalia Ojeda, mejor conocida (?) como Azalia la negra, que salió en el infamoso programa del BigBrother.

Desde que supe del programa (BigBrother) me hice el prejuicio que los posibles participantes no podrían considerarse personalidades normales, donde normalidad debe entenderse como la personalidad que te permite desarrollarte, en términos generales, en el nicho social donde te encuentres, sin mayores complicaciones sociales (es decir, no ser un ladrón, asesino, extorsionador, etc., y tener un trabajo que te permita mejorar la situación social de donde te encuentres y vivir bien)

Aunque la mayoría de los participantes han pasado sin pena ni gloria, hay algunos casos que, supongo, a pesar de no quererlo, siguen en el BigBrother. Tal es el caso de la triste inspiración de esta entrada.
Y es que al ver el video, mi primer sentimiento fue de indignación, para luego pasar a una empatía y posterior frustración con la policía. Indignación por que el comportamiento de las protagonistas ameritaba la aplicación de la ley.



No el peso de la ley, únicamente la ley. Así de plano, así de sencillo. Pero el caso quedo impune. Hasta este momento. Por ahí he leído algunas referencias que serán citadas por la policía, que los policías involucrados ya levantaron su denuncia, etc. Pero hasta no ver, no creer. Y derivado de este comportamiento inicial, se da paso al racismo de clase ¿Desde cuando ser asalariado es considerado un insulto? ¿No debería más bien ser motivo de gusto? Yo quisiera ser asalariado, en lugar de eso, me comporto más como un albañil (sin ofender, y con respecto a la situación laboral) en busca de “jale”. Porque el gobierno del cambio no ha dado frutos y particularmente con el presidente del “empleo”, pues más bien se ha incrementado la cantidad de pobres en el país y se ha evidenciado una falta de empleos de calidad.

Las protagonistas, que en un acto inverso de clasisismo han sido catalogadas como “ladies de polanco”, le mientan la madre, no nada más a una persona, que la acción por sí misma es deleznable, sino que además le faltan el respeto a la autoridad. Y aqui viene otra reflexión: Si cinco policías no pueden someter (que la ley los habilita para tal acción) a dos personas ebrias ¿Qué podemos esperar de su actuar en contra del crimen organizado? ¡Tengo miedo!

Y he aquí la falta mas grave de la policía, pues falla en uno de sus objetivos principales, que es la de proporcionar seguridad a la población. Y fallan porque dejan ir a un par de personas alcoholizadas, que bajo prácticamente cualquier situación, no están capacitadas para manejar un auto de más de 1 000 kilogramos en una ciudad con tantos habitantes. Esta es, en mi opinión, la mayor falta de la actuación policiaca en este caso. Y por supuesto que deberían llamarles la atención.

Y digo que sentí empatía por la policía, porque a todas luces se nota la total falta de capacitación para manejar una situación como la presentada. De cinco, no hacen uno. Y sin justificarlos, tal vez el verdadero responsable de esta falta de capacitación, es la misma institución policial. Si el mismo policía no se cree la investidura (porque sí señores, es una investidura) de representante de la legalidad (uno de tantos, como los abogados, jueces, etc.) que tiene al portar el uniforme y le da el respeto debido, como espera que los ciudadanos les tengamos respeto al uniforme.

Pero como escribía mas arriba, tal vez no es su culpa. Y no importa que por ganar lo que ganen (no sé cuanto ganen, ¿Cinco mil, diez mil pesos?) no deban de imponer su autoridad, no la autoridad de ellos como personas, si no la autoridad de la ley, a la que representan. Y es que la ley, como tal, es un ente abstracto, por eso es necesario que una persona se invista de tal autoridad y la represente lo mejor humanamente posible. Y para ello, se requieren de personas que estén convencidas y crean en ese ente abstracto. De más esta decir que esa situación pocas veces se presenta.

Y por eso sentí frustración, frustración de saber que la policía, y en general prácticamente todos los cuerpos de seguridad pública, no están capacitados en su actuación, no tienen tácticas de disuasión, no tienen salud física,ni mental y muchas veces son a la vez, delincuentes. ¡Tengo miedo!

Ahora bien, digo que Azalia no ha salido del BigBrother porque una persona en aislamiento social, tiende a volverse muy agresivo. Es sabido que el alcohol suprime la actuación del Yo y del superYo. Es decir, suprime los mecanismos que tenemos todos los seres humanos para “comportarnos” en sociedad. Al suprimir esos sensores del comportamiento, queda expuesto el inconsciente, principalmente representado por el Ello, el cual contiene el lado oscuro de nuestra personalidad. Así pues, en términos prácticos, sale nuestro diablito a hacer de las suyas.

Y en el caso de las “ladies de polanco” tienen una cantidad de frustraciones que les provoca una angustia que a su vez se refleja en una agresividad a flor de piel, que cuando su Yo y superYo quedan anulados, sale a relucir en todo su esplendor. Pero además de sus frustraciones, tienen una conformación mental psicótica. El término psicótico no indica otra cosa que viven una realidad interna (propia y personal) que no se equipara con la realidad externa (que todos compartimos). Psicóticos famosos son por ejemplo el ex-presidente Vicente Fox, su esposa Marthita y en general todos los ex-presidentes y otros tantos políticos, que no viven en el mismo país que el resto de los mexicanos.

Y digo que tienen conformación psicótica porque las “señoritas” se comportan como si ellas fueran las ofendidas, cuando en realidad son las que ofenden. Esto se ve reafirmado en el segundo 36 del video compartido más arriba, donde la de blanco, identificada como Azalia Ojeda, un una situación psicótica, toma al policía y le dice que muestre su rostro a la cámara !Cuando ella es quien debería de esconderse¡
Es decir, ellas creen que están siendo extorsionadas por la policía y pretenden dejar evidencia en video de la manera en la cual fueron “vejadas”. Psicosis pura, hasta parece material de clase de psicología.

“Investigador” que es uno (eufemismo para no tildarme de “chismoso”), me puse a leer los comentarios del twitter. Lapidación virtual (virtual no por su inexistencia, que sí existe, virtual por ser expresada en el twitter). Desmedida, desproporcionada y muchas veces injustificada. Y no es que sea fan de la “negra”, es más, me cae “gorda” y eso que ni la conozco. Pero de sirvienta (¿por qué ser sirviente es una ofensa?), lesbiana, obesa, machorra, fea, naca, analfabeta, puta, y otro sin fin de epítetos no la bajan.

Voy a confesar, hasta yo metí mi twitt (aumentando el trendtopic), uno fue mi comentario a un comentario de un defensor de la “negra” que palabras más, palabras menos, la justificaba por ser mujer (si yo fuera mujer, creo que me sentiría ofendida por ese comentario). Y otro fue un twitt al secretario de seguridad pública del DF, con referencia a que él esta combatiendo la corrupción y yo le digo que la actitud tomada por la policía en el caso de Azalia era un tipo de corrupción. Si señor, la falta de actuación cuando debe de actuarse, es una falta por omisión y es un tipo de corrupción.

Al final, comparto estas reflexiones con ustedes mis asalariados lectores, del porqué me impacto la lapidación mediática de la que es objeto la “negra”. No justifico su actuar, que se ejerza la ley, que se le sancione como deba de ser sancionada. Pero hasta ahí. Y esta mujer, debería aplicar lo de “calladita te ves mas bonita”, ya que nada mas retorno al twitter para tratar de justificarse y volvió a ser trendtopic.

Y es que la víctima de tantos ataques, muchos vejatorios y evidentemente agresivos, es una expresión, creo, de un cansancio colectivo (¿Será este el tan cacareado inconsciente colectivo Jungiano?) de la sociedad mexicana, cansada de ser pobre, de tener trabajos que no le satisfacen, de malos salarios, de malos políticos que toman como objeto de escarnio la falta de modales de una persona (ebria), que tiene la mala (en estos momentos) fortuna de ser “famosa” y comportarse como lo hizo. De la otra involucrada en el video, nadie habla. Yo al menos no he encontrado referencias de su nombre y todos la ubican como la “amiga”.

Si toman, no anden haciendo desfiguros, que el cansancio colectivo esta cabrón.