jueves, 21 de mayo de 2020

La pauperización de los grados académicos en México (3)

“El dinero es tiempo de vida. Dejas de hacer aquello que quieres hacer, por estar trabajando, ganando dinero”

Continuación…

En mis entradas anteriores, expuse los antecedentes vivenciales para afirmar que los grados académicos en México se han empobrecido. No solo en su calidad, también en su valor como mercancía en el mercado capitalista de México. Digo que los grados académicos en Mexico se han pauperizado.

Pauperizado viene de paupérrimo.

Paupérrimo: Adjetivo. Superlativo de pobre.

Los grados académicos se han empobrecidos, en la calidad y en su valor como mercancía. Durante mucho tiempo ha sido una meta de vida de los padres hacia sus hijos, que estudien, que sean alguien en la vida, sin darse cuenta que, desde el momento de vivir, ya se es alguien. Bueno, malo, mediocre, como sea, pero ya son alguien.

En el libro “El laberinto de la soledad” de Octavio Paz, relata un anécdota. Llega a su casa, escucha ruidos y pregunta ¿quién es? Le responde su mucama “No es nadie”. Algo así, no soy bueno recordando de memoria, pero la idea esencial es esa. Nadie. El mexicano pobre, el mexicano emergente, el mexicano sin estudios es nadie. Nadie ante los demás, nadie ante sí mismo. Por eso la aspiración de los padres emergentes hacia sus hijos, que sean alguien en la vida, que dejen de ser nadie. Somos el país de la nada. Aspiramos a dejar de ser nadie.

Siendo un país mayormente de población en pobreza y pobreza extrema, es muy comprensible que toda esa población quiera dejar de ser pobre. Y la fórmula mágica para lograr eso es siendo alguien. ¿Cómo somos alguien? Estudiando. Ja. La fórmula mágica es estudiar. Si terminas tus estudios universitarios, tienes asegurado tu futuro.

Quienes llevamos ya varias décadas en este país, sabemos que eso no se cumple, no al pie de la letra. Hay mucha gente que sin muchos estudios, o de plano sin estudios, ya son “alguien”. Y por alguien, me refiero a que tienen resuelta su vida en el ámbito económico. Por lo general son personas que llevan un negocio familiar, o que con base en su trabajo, llegaron a hacerse de un negocio redituable. Y muchos casos, son protagonistas personas con escasos estudios académicos.

Por otra parte, tenemos un ejército de profesionistas que no trabajan en lo que estudiaron, ni siquiera en algo cercano. Psicólogos, abogados, ingenieros, médicos trabajan de taxistas, vendedores, cajeros, en el negocio del pueblo porque no encuentran trabajo en lo que estudiaron. Un profesionista que trabaja de taxista (sin menospreciar por supuesto el trabajo de un taxista) demerita, pauperiza su grado académico.

El profesionista que gana un poco arriba del salario mínimo, pauperiza su grado académico. El salario mínimo en México se estableció para dar una línea base de cuánto debe ganar el que menos gana. ¿Y quiénes son los que deben ganar menos? Pues los nada, los que apenas tienen estudios, los artesanos, los de oficios como carpinteros, panaderos, albañiles, aquellos que no tienen estudios superiores.

En la vida real, un taquero exitoso (nuevamente, sin ofender) puede ganar hasta más de que gana un gerente de banco o de supermercado. Un carpintero exitoso, gana más que un recién egresado universitario y probablemente más que muchos profesionistas con experiencia. Un albañil, de los buenos, recibe seis o más salarios mínimos al día.

Estos oficios, estos trabajos que no requieren de profesionistas, adolecen del acceso a servicios de salud de gobierno, que por lo general, tiene un profesionista que trabaja en el sector público.

No digo que todos los profesionistas ganan poco. No. También hay profesionistas muy exitosos que ganan diez o más salarios mínimos al día, con seguro médico de gastos mayores, con servicios de salud proporcionados por el Estado Mexicano, que reciben una proporción de las ganancias anuales de la empresa donde laboran.

Y aquí entra otro aspecto de la pauperización de los grados académicos en México. La calidad del profesionista. Desafortunadamente se está presentando un fenómeno que se está estandarizando: los profesionistas de baja calidad. Entonces el empobrecimiento viene tanto en la formación, como en su valor en el mercado de profesionistas.

El empobrecimiento en la formación se explica por la carencia de profesores comprometidos con su labor. Por eso inicié este tema, hablando de la venta de las plazas de profesores de los niveles básico y medio en México. Maestros que dan clases porque ¿qué otra cosa hago? son parte de las causas de tener profesionistas con carencias esenciales en fu formación. No puedes construir un rascacielos en terreno fangoso, en un lugar que no tiene sustento.

Creo que un maestro de hace 20 o 30 años era un mejor maestro que uno actual. Las razones, al menos las que yo considero, son varias. Primero que nada, está la cuestión referente a la vocación: enseñar no es nada fácil. Ahorita que estamos en plena cuarentena, y los centros escolares están cerrados, nos toca hacerla de maestros, o algo muy parecido, con hijos o familiares cercanos. El tema no es nada sencillo, sobre todo para el nivel primaria.

Pudiera pensarse que es más fácil dar clases a niños, enseñarles a leer y matemáticas básicas ¡Vaya encontronazo con la realidad! Pero no solo basta tener la intención de querer enseñar, hay que tener paciencia y mucha empatía, para poder transmitir el conocimiento.

Cuando asistí a la preparatoria, me tocó estar en salones de hasta 72 alumnos. Tomábamos clase sentados en el pasillo (bueno yo no, era bien portado y siempre llegaba a tiempo a mis clases). La cuestión es que son muchos alumnos. ¿Se imaginan revisar 72 tareas?

Como consecuencia del bajo nivel de enseñanza, hoy en día tenemos más profesionistas que hace décadas. Sí, muchos más, pero de pésima calidad. Tan mala calidad que cuando se colocan en el mercado laboral, los sueldos promedio suelen ser un poco más alto que el salario mínimo. Son tan malos los profesionistas, que un albañil de los buenos, suele doblarle o hasta triplicarle el sueldo que devenga.

La ley de la oferta y la demanda rige los sueldos. Como tenemos muchos profesionistas, los sueldos disminuyen. Y claro que hay otros factores como la misma economía del país. Quizá tenemos exceso de ingenieros (por poner un ejemplo), no lo sé. Lo que sí sé, porque me tocó vivirlo, es que los sueldos son bastante bajos si los comparamos con artesanos o con posiciones similares en países altamente desarrollados.

Continuará...

sábado, 16 de mayo de 2020

La pauperización de los grados académicos en México (2)

“El maestro aparece cuando el estudiante esta listo”

Continuación…

Durante esa época, el maestro, además de tener reconocimiento social, comenzó a tener un auge económico. El salario del maestro pasa a ser bastante bueno. No era para menos. La encomienda era sumamente importante y delicada: enseñar a la población. ¿Enseñar qué? Ahí es donde tuerce la puerca el rabo. Pues enseñar a leer, escribir, enseñar matemáticas, enseñar para que los estudiantes se conviertan en médicos, maestros, ingenieros, contadores, lo que quisieran ser, no es suficiente para ser una gente de bien, una gente de cambio.

Hoy tenemos el nivel de estudios más alto que antes, y tenemos niveles de pobreza ligeramente superiores a la época en la que mi abuela era maestra en activo. ¿A qué se debe eso, si ahora tenemos más profesionistas que antes?

Para mí todo comenzó con el deterioro de la enseñanza en México. Deterioro que se refleja en la calidad de los maestros que tenemos, que a su vez se refleja en la calidad de los profesionistas que tenemos. La pauperización de los grados académicos en México.

Años de observación de la calidad de las personas que conforman nuestra sociedad, me dan la pauta para, al menos a priori, decir cuando comenzó esa baja en la calidad de la enseñanza. Veo esa baja en la calidad de la enseñanza cuando el rango de maestro comienza a tener su auge, no tanto en lo social, como en lo económico.

Ser maestro comienza a ser sinónimo de bienestar social y económico. Se comienza a dar relevancia al estatus del maestro, comienzan formarse sindicatos y los maestros, como una entidad, comienzan a tener mucho poder en el ámbito político. Incluso hoy en día, el sindicato nacional de maestros ostenta mucho poder político, tanto que fue cota de nefastos personajes como Elba Esther Gordillo, lideresa durante muchos años del gremio de los maestros.

Decía pues que los maestros comienzan a tener beneficios sociales y económicos: días de asueto garantizados con goce de sueldo, vales de despensa, buen salario, si se estudia pueden gozar de año sabático con goce de sueldo, jubilación de por vida. Todo un paquete a costa del erario. Y no digo que eso sea malo. Lo malo viene después.

Y digo que no es malo que se le den todos esos beneficios, sí y solo sí, se lo merecen. Los beneficios económicos se vuelven tan atractivos que ser maestro deja de ser una cuestión de vocación, para convertirse en una cuestión de ingreso económico: el puesto de maestro y su base (contrato de por vida) pasa a convertirse en un bien personal.

Cuando lo importante ahora es el dinero, la vocación y su importantísima implicación, pasan a tercer o cuarto término. Las horas de clase se consideran un bien, como si se tratase de un coche o una casa. Las horas pasan a heredarse. Y como se pueden heredar ¡también pueden venderse! Las horas de clase se considera ahora como una posesión personal.

Incluso en la actualidad, aunque más complicado, es posible “comprar” horas de clase para poder acceder a una base de maestro (también conocida como plaza de maestro). No importa si te gusta o no ser maestro. Mientras demuestres ($$$) tener interés, ahí vemos cómo te colocamos. La corrupción se apodera del gremio de maestros, condenando a México a un periodo de muchos profesionistas de baja calidad.

Es muy fácil de entender: tenemos maestros que son maestros por una cuestión económica, más que por vocación. Hagan bien o mal su trabajo, se les es remunerado. Los candados para acceder a un puesto con base se han complicado, pero mientras tengas el contacto correcto, todo se puede. Así pues, la corrupción que todo lo corroe, ha permeado hasta las entrañas de la educación en México. Ningún estrato se salva, desde la educación preescolar (que hasta hace no mucho, se subrogaba, bonita palabra para indicar que se vendían al mejor postor, no al mejor preparado) hasta la educación superior (en este caso, se puede ver por el auge de las escuelas “patito”, escuelas de muy baja calidad escolar).

A parte de mi abuela, muchos miembros “respetables” de mi familia extensa, son maestros. Casi todos ellos por vocación. Por lo que soy testigo de esa herencia (literal) de horas. Fíjate que chuchita no encuentra trabajo, parienta. Ah, ya estoy por jubilarme, le puedo pasar unas horas. ¿De veras? Gracias, te lo agradezco. En otras ocasiones me enteré de la venta de las horas. Todo radicaba en ponerse de acuerdo con el sindicato. Sí, ese tipo de “arreglo” ($$$).

Al pasar la estafeta de maestro por herencia o por compra, cuya finalidad es gozar de una forma de vida estable, sin mucha preocupación por las vicisitudes venideras, con un sueldo garantizado aún después de dejar de trabajar, es que se comienza a mermar la calidad de la educación en México. Cuando hablo de puestos heredados, me refiero a plazas de nivel básico hasta el nivel medio superior.

Es decir, la calidad de la educación comienza a tener serias carencias en sus estratos que sustentarán el conocimiento superior. Maestros que no van a trabajar, que trabajan a fuerza, cumplen porque si no los corren. Hasta eso, ni los corren. A lo más, los cambian de escuela. El magisterio se convierte en una suerte de mafia, donde los líderes sindicales trafican con horas de clase.

Hoy en día sigue siendo una moneda de cambio. Más complicado, más en lo oscurito, pero sigue existiendo. Oye ¿de dónde saco su negocio fulanito? ¿Ah, no te enteraste? Se colocó en un puesto administrativo en el magisterio. Se puso a vender plazas. Por eso lo corrieron. Sí, lo corrieron pero el daño ya estaba hecho. Y el dinero robado nunca fue regresado. Lo corrieron, pero ya tiene su negocio floreciente.

La pauperización de los grados académicos en México, tiene su origen en la base. Tenemos muchos maestros de nivel, no sé cuántos en cantidad, pero tantos que los egresados de escuelas universitarias tienen serias carencias para expresarse formalmente. No entienden matemáticas básicas. Tienen muchas faltas de ortografías y su redacción es deficiente.

Cuando mi abuela era maestra, ser maestro era sinónimo de inteligencia, sagacidad, integridad, superación. Hoy en día cualquiera que tenga los contactos o el dinero suficiente para invertir en su futuro, puede ser llamado “maestro”. El ser maestro pasó a ser un producto más en el mercado del capitalismo nacional. El precio se determina por la oferta y la demanda. El costo lo paga el pueblo, tanto en dinero como en deficiencias en la conformación de los estudiantes.

A pesar que todos los de mi generación, de mi familia, estudiamos en escuelas públicas, y de lo cual me siento muy orgulloso, muchos de ellos, que ya son padres de familia, tienen como un logro social, tener a sus hijos en escuelas públicas. Ya sabes cómo son las escuelas públicas. Tú también, ambos fuimos a esas escuelas, ambos tenemos trabajo gracias a haber terminado nuestros estudios en esas escuelas públicas. *silencio sepulcral*.

Les han vendido, y ellos han comprado eso de que “la educación pública es pésima”. Y si tan solo la educación privada fuera realmente muy superior. Yo mismo caí en esa estratagema, por lo que curse estudios de posgrado en reconocida escuela privada de México. Cuando me preguntan mis conocidos que cual es la diferencia entre las escuelas públicas y las privadas, sin mucho pensarle les contesto, la cantidad de ceros a la derecha de las cifras significativas. A pesar de eso, muchos de esos conocidos hacen esfuerzos extraordinarios por mandar a sus hijos a escuelas privadas. Y esa es otra parte de la gran problemática de la educación en México, la educación privada.

Continuará...

viernes, 15 de mayo de 2020

La pauperización de los grados académicos en México (1).

“¡Ah qué tiempos aquellos, don Susanito…!”

Nací en un pueblo cerca de la ciudad de México. Nací en la pobreza y tuve muchas carencias de niño ¡Nah! Pero quería saber que se siente escribir eso. La verdad es que nací en una familia de clase media; de niño y durante todo mi desarrollo hasta concluir mis estudios universitarios, no tuve carencias básicas. ¿De qué me quejo en esa etapa de mi vida (todos tenemos quejas, no se hagan)? En realidad de puras cosas secundarias: que quiero un coche, que quiero una consola de última generación, y así por el estilo.

Aunque no tuve coche, hasta que me lo compré, los fines de semana que me regresaba a mi pueblo (en la semana estudiaba en el DF, hoy conocida como CDMex), mi papá me prestaba su coche. Así que no me puedo quejar del todo. Y durante mis estudios nunca me faltó nada de lo necesario: comida, techo, dinero para los pasajes, libros, material de la escuela.

Quien se las vio duras en esa etapa, pues fueron precisamente mis padres. “Tu única obligación es estudiar” me decía mi padre, no sé si estando plenamente seguro de lo que decía o porqué la vida le decía que eso era lo mejor para sus hijos (tengo hermanos). Lo que sí, es que mi padre pasó carencias; él sí vivió un poco la pobreza. Pobreza potencializada por una familia de 9 hermanos, de múltiples padres y siendo mantenidos por una madre luchona. Madre soltera, pues.

Y pues está madre luchona (que sí fue muy luchona), viene a ser mi abuela paterna; era maestra de primaria. Recuerdo preguntarle sobre su vida (les digo, soy chismoso desde pequeño), me contó que ella, después de la secundaria, se convirtió en maestra. Sí estimados milenials, antes bastaba con terminar la secundaria para volverte maestro. Mi abuela tuvo muchos méritos, pues siendo mujer, con un montón de hijos, con un montón de hombres (eh, mi abuela no fue precisamente una casta mujer, aunque tampoco se prostituía), viviendo en pueblos por demás machistas, sacó adelante una gran familia. Y por “gran” me refiero a cantidad, no calidad.

Bien pues ésta guerrera pudo tener un modo de vida decente a un costo muy grande. Prácticamente se la vivía trabajando. En parte porque creo que le gustaba mucho. De verdad amaba ser maestra. Recuerdo que ya siendo jubilada, a veces acudía al salón de clases, a suplir a algún “compañero” (así les decía a sus colegas), creo yo que sin recibir dinero. O tal vez si le daban dinero, pero era algo más bien simbólico. Lo cierto es que se le iluminaba el rostro, oronda me decía que había asistido a un compañero. Le gustaba pues, ser maestra.

No sé si hizo carrera magisterial. Ya tiene años que murió y esa parte de su vida no se la pregunté. Pero derivado de su trabajo, su familia (mi padre incluido) pagó el tributo de tener un jefe de familia monoparental. Si bien mis tíos y padre incluido, son “hombres de bien”, es un decir, pues aunque que tienen carreras universitarias, también tienen cierta predilección por el alcohol. Son mujeriegos, briagotes, pero eso sí, cumplidores en sus casas, responsables. Al menos en la casa “grande”.

Todos se casaron y la mayoría son divorciados. El que ellos hayan terminado siendo alcohólicos y mujeriegos se explica precisamente por la ausencia de una madre y la presencia de muchos “papás”. No justifico su actitud ante la vida, no justifico que digan “es que tu abuela nos abandonó”, que ciertamente nunca escuche que dijeran, pero que de muchas maneras pretenden así justificar su actuar. Yo voy con el dicho “el hombre es lo que hace, con lo que hicieron de él”. Es decir, uno pudo haber vivido, por ejemplo, violencia familiar. Que tu papá le pegara a tu mamá. Bien, no por eso puedes justificar “yo por eso le pegó a mi mujer”. Eres lo que haces, con lo que hicieron contigo.

No pretendo ser moralista; por mí, golpeen a sus parejas. Allá ustedes. Allá sus parejas que se dejan. El hombre es lo que hace, con lo que hicieron con él.

Regresando a mi abuela, a su familia, que es de dónde vengo, les decía que fue maestra, una orgullosa maestra. La que a pesar de tener el mundo en contra crió a su familia, en un ambiente machista, en un pueblo en ese momento, olvidado de la civilización, donde era más probable y más fácil volverse la mujer de alguien. Y además con un montón de hijos, de múltiples padres. Para mí resulta sorprendente que mi abuela sacara adelante a su familia. Me resulta sorprendente que mis padres hayan durado tanto tiempo casados (cuando escribo esto, llevan años separados), me sorprende que mi padre no se haya desentendido de nosotros, sus hijos.

Tengo un padre amoroso, que me cuidó y procuró cuando más lo necesité. El costo se lo llevó mi madre. Es sorprendente que mi abuela haya sacado adelante a sus hijos. Pero no fue perfecto. Hubo costos que pagar. Sobre todo en la vivencia de cada uno de esos hijos, mis tíos y padre. Todos en mayor o menor medida son alcohólicos. Todos han tenido problemas o de plano, fracasaron en su matrimonio.

Son, a ojos de la sociedad, hombres y mujer (tengo una tía) de bien. El que menos estudios tiene, fue la mujer, porque le tocó ser el reemplazo de la madre. Mi tía solo tiene estudios de preparatoria. Y por eso ahora recibe el reconocimiento de mis tíos y padre, le ayudan en la economía y siempre le han reconocido que ella fue quien los crió. Algo bueno hizo mi abuela. A pesar de que muchos de ellos se quejan de su ausencia, al final, les dio estudios.

Tal vez por eso mi padre decía que mi única obligación era estudiar. El título de esta entrada es engañosa ¿no? En realidad sí quiero escribir sobre las razones por las que considero que los grados académicos han sido pauperizados en México. Por ello comencé a hablar de mi abuela, pues fue mi primer contacto con los maestros, de manera cercana.

Por mi abuela y por mi padre es que tuve reconocimiento social, sin que realmente me conocieran. Y lo que es peor, sin quiera habérmelo ganado. Pero de esto me di cuenta muchos años después. Ahora ese reconocimiento me lo he ganado. Y si no me lo reconocen, no me importa. Uno sabe lo que es.

Ser el nieto de la maestra Nachita me llenaba de orgullo. Era el nieto de una gran mujer. Cuando se referían a ella, en el pueblo, donde todo mundo se conoce, y que se refirieran a ella con respeto y temor, me llenaba de orgullo. Un orgullo inmerecido, pues quien tenía que sentirse orgullosa, era mi abuela. Yo qué.  

Ser maestro en esa época, unos 40 años después del fin de la revolución, donde México estaba entrando a la modernidad, era un logro muy grande. Ser maestro en un pueblo donde la mayoría de la gente es campesino, el nivel de estudios promedio es primaria inconclusa y donde los que tienen dinero, los “ricos” lo son porque tienen negocios como tiendas, carnicerías o tierras para cultivar, no por sus estudios, era un reconocimiento social solo a la par del sacerdote del pueblo, un médico o un buen abogado (los cuales son como el chupacabras, porque no existen).

En esa época, antes de 1980, ser maestro era motivo de orgullo y representaba ser parte engranaje muy importante para el desarrollo de México. No solo por los propios estudios del maestro, también por la labor social que realizaba. El encargo era delicado, necesario y sumamente loable: enseñar a la población. Enseñar. Hacer gente de bien. ¡Por supuesto que ser maestro era de reconocerse!

PD: Felicidades a todos los maestros que tienen vocación, que gozan estando al frente de un grupo de escolares; mi reconocimiento y admiración a todos esos maestros que se les ilumina el rostro cuando a un alumno se le ilumina el rostro porque por fin entendió. A todos los demás maestros, chinguen a su madre.

Continuará...

jueves, 14 de mayo de 2020

Exceso de información

Desde hace mucho tiempo, se me quedó en la mente la frase "todos los excesos son malos". Me la dijo mi papá, cuando estaba en primaria. Jodón que es uno, le dije después de procesar y entender las implicaciones de ese dicho: ¿a poco también es malo el exceso de dieces?

Me explicó que hasta eso es malo, que por andar queriendo sacar puro diez se dejan de disfrutar de otras cosas. Total, que me convencí de que todo exceso es malo, aunque eso implicara que el exceso de dinero es malo, que el exceso de mujeres es malo (eso fue mucho tiempo después de que supe porque nos gustan tanto las mujeres), etcétera.

Con el advenimiento de la "supercarretera" de la información trajo consigo un exceso, un verdadero exceso de información. Información que no necesariamente es verdadera, verificable o confiable. Pero este fenómeno ocurrió casi inmediatamente después de la masificación del uso del Internet, entre 1995 y 2000 en México.

Para las universidades y centros de investigación, así como para el gobierno, el uso del Internet se volvió indispensable para sus tareas del día a día. No es para menos. Los tiempos se acortaron. Se volvieron "más eficientes". Lo pongo entre comillas porque no necesariamente se volvieron más eficientes; lo que sí sucedió fue que los tiempos se hicieron más cortos. Nació la prontitud, lo instantáneo se instaló como norma de calidad.

¿Quieres pizza? te la llevamos en 30 minutos o es gratis. No te quedes con las ganas, configura tu laptop Dell (quizá muchos de ustedes ni se acuerden de esa marca) y te llegará en menos de un mes a la puerta de tu  domicilio. La verdad no me acuerdo de los tiempos de entrega, lo que sí me acuerdo es que llegaba hasta tu casa. Eso era algo nunca antes visto.

Nos hemos convertido en una sociedad de lo instantáneo, donde la espera no tiene lugar. Ese pensamiento ha permeado en todo nuestro hacer. Hay universidades que te ofrecen terminar tus estudios universitarios con título si tomas un diplomado por un año más de estudios. Han eliminado las tan necesarias tesis de grado (en mi opinión, claro está). Eso lo notas cuando te encuentras con ingenieros, médicos, profesores, y toda índole de profesionistas que no saben escribir correctamente.

No me refiero solo a la ortografía, en este caso me refiero más a la estructura de las ideas que se plasman en un escrito. Si eres usuario de WhatsApp y prefieres mandar mensajes de voz, es altamente probable que pertenezcas a ese grupo de analfabetas funcionales. La rapidez y sus estragos.

Disculpen, me he desviado del tema, pero es que va muy de la mano con el exceso de información. Hoy que vivimos una pandemia nunca antes vivida por la mayoría del mundo moderno(la más cercana ocurrió entre los años 1917-1918, conocida como influenza española).

El exceso de información, que llega literalmente a todos los estratos sociales, es una pandemia por cuenta propia. Falsas verdades provocan actos violentos en la población que no tiene la capacidad de discernir, de poner en duda la información que les llega. De esta manera, tenemos gente culpando a los médicos que luchan contra la epidemia, de contagiar a propósito a los que llegan a los hospitales; tenemos poblaciones que se niegan a que entren los servicios de gobierno para desinfectar zonas públicas; tenemos gente que ataca a médicos y enfermeras creyendo que ellos son los que esparcen la enfermedad.

Hace rato escuché una grabación, la cual me parece falsa, donde una chica manda un mensaje de voz o tal vez sea una parte de una conversación por teléfono, donde invita a otra amiga a reunirse a una fiesta para exponerse al virus SARS-COV2 y generar lo que llama inmunidad de rebaño, para superar la pandemia.

Argumenta que es algo que se realiza en Suecia (como si los países de primer mundo no se equivocaran) y que lo recomienda la Organización Mundial de la Salud. El problema radica en que no da referencias. E incluso, en otros casos donde si se dan, tales referencias suelen ser falsas o no es posible dar con ellas. Una referencia tipo "me lo dijo el Dr. Juan Pérez, del hospital Pediátrico de la ciudad de México".

Hay un montón de médicos llamados Juan Pérez y hay más de un hospital pediátrico en la ciudad de México. Es muy complicado llegar a tal referencia, y muy seguramente, si se intentara (solo hay que buscar a todos los médicos Juan Pérez que laboren en un hospital pediátrico en la ciudad de México y preguntarles si ellos son la fuente de la cita) resultaría falsa.

Otro problema, aún más grande, es que mucha, pero mucha gente, de la que es "leída y escribida" creen en esa información. Cuando uno redacta una tesis, como debe ser, se topa con que es un trabajo muy quisquilloso, tanto como los asesores que te toquen. Terminas odiándolos, bueno, mientras haces la tesis, porque realmente terminas dándoles las gracias por tanta chinga que te acomodaron.

Porque como resultado de escribir bien una tesis, lo primero que haces, cuando te topas con alguna información como la del audio es preguntar ¿Y tus fuentes? Así de sencillo. Pero esto de los graduados que no hacen tesis es un producto más de esta filosofía de la instantaneidad: el nivel de estudios en promedio ha crecido, aunque su calidad ha disminuido (es una opinión, en realidad no tengo fuentes para sustentar mi dicho, más que mi experiencia con tratar con muchos profesionistas de diversas áreas, sobre todo jóvenes).

Súmale a la instantaneidad, la cantidad, esto es, tener información de manera rápida y en grandes cantidades y te enfrentas a un nuevo problema: saber detectar que información es verdadera y que información es falsa. O peor aún, que parte de la información obtenida es verdadera, cual es falsa y cual tiene un sesgo, una manipulación, para concluir algo no verdadero o que no necesariamente se deduce tal como lo plantean ¿difícil, no?

Concluyo diciendo que no todo lo que brilla es oro, que hasta el más inteligente se puede equivocar, que entre más llamativa sea una idea, más debe ser enjuiciada, para defenderla o bien para evidenciar su falsedad. Es un deber de las instituciones de educación de todos los niveles, generar seres pensantes, que duden, pero no como fanáticos, si no con consciencia. No pueden creen en todo, pero tampoco deben de creen en nada.

Veo complicada la situación en México, que es de donde escribo, donde vivo y donde me desenvuelvo. Y la veo complicada porque las universidades se han convertido en un producto más, que un fin superior. Hoy en día la educación se vende en paquetes; ya no importa generar mentes críticas, analíticas, que se den cuenta de los errores y tratar de eliminarlos. Hoy en día es más fácil comprar tu título que realmente llegar a tener conocimiento.

miércoles, 13 de mayo de 2020

Hola

:)

Todo muy abandonado por aquí. La última entrada la hice en el 2018. Wow. Según iba a escribir y escribir y escribir. Y nada más fue llamarada de petate.
Y eso que han ocurrido un montón de cosas: Ganó la "izquierda" mexicana (en realidad, arrasó); se acabó games of thrones (pésimo final); hubo un terremoto grande en México (o eso fue en el 2017? no me acuerdo); no me convertí en el blogstar que pensé que eventualmente sería; las cosas para mí han ido en detrimento. 

Hum.. sí, quizá por eso no escribo. Pero hay otras cosas importantes. Quería escribir el proceso de elecciones de México: no creí que fuera a ganar Andrés Manuel López Obrador. Pensé que iba a ser lo de siempre. Bien, ganó. Y la corrupción sigue. No son un fan del presidente de México. Pienso que fue el menos peor de los que participaron en la elección. Ojo, el menos peor. Por mucho, no es el mejor.

Cuando empezó lo de la pandemia en México iba a escribir... y pues no escribí. Luego, cuando comenzaron a obligar a usar el cubrebocas (en el Estado donde radico, porque en la CDMX no es obligatorio; aunque a estas alturas de la enfermedad, creo que ya es obligatorio), también quería escribir (estoy en contra).

Pero bueno. Ahora que estaba revisando las entradas de este blog, me dio nostalgia y me dije "si quiera pon una carita" (que es la que esta al inicio de esta entrada).

Saludos de un espécimen de la vieja (casi prehistórica) guardia.