martes, 28 de enero de 2014

Lástima


f. Compasión, sentimiento de tristeza o dolor.
El deporte y yo nunca hemos sido buenos amigos. Pero como todo mexicano, jugué al futbol, principalmente. Que puedo decir. Al inicio, jugaba, como todos, por convivir, por sentirme parte del grupo. Bueno, en realidad, ni siquiera lo pensaba. Salía a jugar y en la bola, se armaban los equipos.

De ahí aprendí el deseo de ganar. Jugar no bastaba, había que ganar. Había un clásico, como en todo el mundo. Los de esta cuadra, contra la otra. Supongo que había pasión, no recuerdo. Pero sí recuerdo que en uno de esos partidos, supe que yo no era buen jugador.

No me gustaba jugar con balón (estaba bien duro y dolía el cuerpo cuando te daban un balonazo), yo prefería la pelota ¿Pelota o balón? La gran minoría decíamos que pelota. Obvio, perdíamos.
Así que mi fama de mal jugador estaba en construcción. “Pero si ni le gusta jugar con balón” “patea como niñita” y otras lindezas. En uno de esos partidos, de rivalidades, que hasta los papás y tíos salieron a verlo, terminó en tanda de penales. Y me fue como les va a los jugadores profesionales de mi país. De la chingada.

“No mano, eres bien maleta”
Puff. Es duro saberse perdedor. Saberse que en realidad te integran al equipo porque es más feo dejarte fuera. En mi favor declaro que nunca hubo si quiera algo parecido a un entrenador. Cada persona tiene habilidades innatas. Las mías no fueron de corte físico ni de coordinación corporal.
En cambio, habían otros, los “buenos” los que metían goles. Y eran personalistas. “Es que tú eres bien personalista” se le decía al jugador que no daba pases, que nada más quería tener el balón. Y esos eran generalmente los buenos.
“Para que te la doy, luego luego te la quitan” Y así era, de hecho.
Así que de pasar de ser un pequeño fanático del futbol (y lo voy a confesar, mi equipo era el América. Chit! Era niño y no tenía ni idea, incluso todavía, de lo que es el futbol. Creo que me gustaba ese equipo por el sobre nombre, Las águilas del América y los colores, amarillo huevo y azul oscuro profundo. Que quieren, me identifico con el águila y los colores están bien llamativos) a un desapasionado de ese deporte.
De esta manera deje de lado el futbol. Realmente dejó de importarme, muchos años después, en mi adolescencia, cuando me di cuenta que México, en los mundiales, predica la filosofía del “ya merito”. Mediocres, en término claro.
Como decía, dejó de importarme el futbol. Nunca tuve los famosos “tacos” término coloquial para referirse a los zapatos de futbol, ni los desee.
Cuando estaba en sexto de primaria, por mi estatura, supongo, pues no soy extremadamente alto, pero sí más alto que el promedio de mi pueblo, fui “seleccionado” para ser parte del equipo de basquetbol de la escuela ¡Seleccionado! ¡Guau! Muy orondo le dije a mi papá que estaba en la selección de la escuela. Creo que se sintió orgulloso. “Bueno mijo, a echarle ganas”
Aquí teníamos profesor de educación física. Lo más cercano a un entrenador. Y era mujer. Y creo que era buena. Al menos así lo recuerdo. En los días que tocaba educación física, hacíamos el entrenamiento. Pero nuevamente, mi falta de coordinación fue superada por el deseo de ser parte de algo, de representar a mi escuela, de estar en el equipo. Y no me di cuenta que también era maleta para el basquetbol.
Y la vida, culera que es, se dio a la tarea de hacérmelo ver de la manera en que ella lo hace: crudo y duro. Estaba jugando contra otra escuela para seleccionar los elementos del representativo de mi zona y no daba una. No basta con saltar o aventarte a lo espartano. Me marcaban falta tras falta y nuestra entrenadora no tuvo otra que sacarme del juego.
Perdimos. Al término del juego, comenzaron a llamar a los seleccionados del representativo de la zona. No fui nombrado (obvio) y me fui a sentar debajo de una de las canastas. La verdad no recuerdo, pero supongo que estaba muy triste. No llorando, pero sí muy triste. Tan triste que la entrenadora se acercó y me dijo: “te vamos a poner en las reserva, no te preocupes” Y volví a la vida.
Creo que mi imagen daba tal lástima que la entrenadora no pudo con eso y me dijo lo que me dijo. Pero no era tonta. Nunca hubo tal representativo. Meses después, le preguntaba a otro de los seleccionados si ya nos iban a llamar. “No pues no me han dicho nada”. Y termine la primaria. En mi mente iba a ser parte de la selección, y estuvo bien, pues aunque ya no formé parte del equipo, en realidad nunca existió.
Años después, me di cuenta que la vida es compleja. Incluso ahora, un poco nublado, tengo esos recuerdos. Ahora sé que no basta con tener ciertos atributos físicos (en mi caso y para efectos prácticos, mi altura) para estar al frente de algo. Hay que entrenar y prepararse. Creo que esa fue mi última intervención en el deporte por equipos.
Actualmente, que no hago casi nada de ejercicio, prefiero los de tipo solitario: correr o nadar. Quizá con entrenamiento algo habría logrado. Aunque sinceramente lo dudo, pues mis capacidades físicas y de coordinación son de otro tipo. No para deportes grupales. Y no tengo problema con eso. Ya no.
Ahora voy por la vida despertando una variopinta variedad de emociones y sentimientos en los demás, pero de todos ellos, el último que quiero despertar, es la lástima de la gente. Ódienme, quiéranme, ignórenme, lo que sea, menos tenerme lástima.

martes, 21 de enero de 2014

El juego de Ender (La Película)

Apenas vi esta película, que es una adaptación del libro “El juego de Ender”, del autor Orson Scott Card (nacido el 24 de agosto de 1951 en Richland, Washington, EU).
Hace ya muchos años que leí esta saga, compuesta por El juego de Ender, La voz de los muertos, Ender el Xenocida, Hijos de la mente. Aunque revisando en Wiki, al parecer el orden es otro. En realidad eso no importa mucho. Es una excelente saga.
El problema es que ya no me acuerdo muy bien de todos los detalles de esos libros. El que más recuerdo es precisamente el primero, el del tema de esta entrada. Con forme uno va adentrándose en la saga, es decir, cada subsiguiente libro, te das cuenta que se vuelven más y más filosóficos. Algunos dirán que más aburridos. Depende.
Mi impresión es que esta película está muy bien adaptada, aunque me parece que demasiado comprimida. Por ejemplo, la escena del juego mental, donde un gigante te da a escoger entre dos opciones, una de ellas mortal, se llevó mucho, muchísimo más tiempo en el libro que el presentado en la película. Cuestiones del tiempo de la película, supongo.
Aun así, me parece que es una de las mejores adaptaciones de libro. Incluso mejor que la del Señor de los Anillos. Es que es casi imposible hacer una adaptación literal de obras tan extensas como el Señor de los Anillos y la saga de Ender. Los personajes están muy bien adaptados, sobre todo el de Ender. Me parece que hace un excelente trabajo.
Lo interesante de esta saga, es que se “vende” como ciencia ficción, aunque tiene un trasfondo, velado, muy oculto, de cuestiones psicológicas y filosóficas muy intensas, que los no interesados en estos temas pasarán de largo. Esto sobresale más evidentemente en los libros ¿Dónde más?
Y como dije más arriba, conforme pasan de libros, la cosa se vuelve todavía más filosófica. Desde mi perspectiva, Ender se presenta como el equilibrio entre el bien y el mal, simbolizados en sus dos hermanos, Valentine (lo bueno) y Peter (lo malo). A mi parecer, es la simbolización del Yo, SuperYo y el Ello. Así de psicológico.
Claro, esto no se puede observar tan prístinamente en la película, como en los libros. Así que corran y vayan a leer el primer libro, no se aburrirán en absoluto.
Con esto en mente, que el tema de ciencia ficción en realidad es un mero vehículo para exponer un tema más bien de corte psicológico/filosófico, leí sobre la vida del autor. Y me parece interesante haber encontrado que profesa la religión de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones).
Sin ofender, creo que esta religión es muy ortodoxa y poco flexible. Ellos, por ejemplo, se casan por toda la eternidad ¡Se imaginan! ¡Toda la eternidad! Es mucho tiempo. A los católicos les basta con un “hasta que la muerte los separe”. Y otras restricciones en su vida cotidiana, que a un gentil como yo, le resultan inclusive absurdos sin sentido. Pero bueno, yo respeto.
Esto se nota de manera sobresaliente en el libro “La voz de los muertos”. Considero que en esta obra el autor presenta una serie de críticas a su sistema de creencias, aunque al final, en mi opinión, las acepta como lo que debe ser, lo correcto, con todo y sus defectos. Si quieren saber a qué me refiero, corran por su ejemplar y a leer.
Así pues, cuando tengan la oportunidad no dejen de ver El juego de Ender. Además de entretenerse con explosiones y lucecitas de feria de pueblo, y si ponen atención, notarán el trasfondo psicológico que envuelve a esta obra. Y sí, es menester que también lean el libro. Ahí todo está mucho más explicado y detallado a profundidad.

lunes, 13 de enero de 2014

Relato cortito

Hace un par de años, salía con una amiga, que siendo buena samaritana, me dejaba quedarme en su cuarto (rentado), cuando menos un par de horas. Esto sucedía con más frecuencia cuando yo andaba bajo los influjos del alcohol. No entiendo la razón (ejem).
 
Así que uno de tantos días, andaba ya con lenguaje farfullante, le llamé:
 
-*tiii… tiii… tiii… tono de teléfono llamando
-Bueno *con tono somnoliento, de recién despertada*
-Hola, estoy aquí afuera, ábreme, ¿Sí?
-…
-¿Afuera? ¿De dónde? ¿Quién habla?
 
De inmediato se me bajo la borrachera, pues reconocí la voz. Había marcado a mi casa. Jajajajaja, y quien me contestaba no era otra que la autora de mis días.
 
-Perdón, número equivocado *cuelgo el teléfono*
 
Ya después llamé a donde originalmente tenía planeado llamar y el resto es historia.
 
Al otro día, estuve muy atento a la reacción de mi madre.
Afortunadamente cuando ella duerme, se pierde y contesta más dormida que despierta y no se acuerda. Esta ocasión fue una de esas. Eso espero.

sábado, 4 de enero de 2014

The fall

El comportamiento humano es uno de mis intereses. Estudiar, averiguar, verificar la manera de cómo nos comportamos y cómo pueden generarse técnicas para “dirigir” el comportamiento. Por eso es que desde hace mucho tiempo me interesan los asesinos seriales. Aunque no he escrito mucho al respecto, creo que esta es la segunda entrada sobre el tema, estoy muy al pendiente de las noticias, libros, películas, etc., que tocan el tema.

Esta entrada es para recomendarles una serie llamada “The Fall” protagonizada por Gillian Anderson, mejor conocida por su papel de la agente especial del FBI Dana Katherine Scully de la serie de culto X-Files.
 
The Fall trata sobre un asesino serial que mata a mujeres empoderadas, mujeres con estudios mínimos de licenciatura. Está casado con una enfermera, la cual es de una belleza nada sobresaliente. Muy distinta de las víctimas, que son mujeres bellas y delgadas. Unas modelitos, pues. Tiene familia y se dedica a ser un “counselor”, consejero en español. Es un psicoterapeuta, aunque no requiere necesariamente de estudios superiores o ser psicólogo.
 
En México, no hay mucho auge de este arte. Le digo arte porque en realidad, en México, prácticamente cualquier persona con estudios medios y una serie de diplomados, talleres, cursos, puede convertirse en un consejero. Hago esta distinción porque el equivalente de estudios es menor a una licenciatura.
 
Un consejero como tal, no tiene un grado académico de licenciatura. Sin embargo, muchos psicólogos que se dedican a la psicoterapia (que es diferente al psicoanálisis, la cual requiere de mucha más preparación y estudios superiores) toman cursos de counselor.
 
Hago esta puntualización porque el perfil del asesino serial es de un hombre que se quedó a nivel preparatoria, está casado con una enfermera (que en México requiere de un grado equivalente a licenciatura) y sus víctimas son de grados académicos. De cierta manera podría deducirse que se siente inferior a sus víctimas y tal vez por eso las mata.
 
El personaje asesino serial puede ser considerado como un depredador sexual, con una clara tendencia perversa, pues se ejerce la necrofilia. La recomiendo para aquellos que realmente estén interesados en el tema. Considero que el argumento es excelente, mientras que la realización no tanto. 
 
En partes se vuelve lenta, monótona, se pudieron ahorra fácil de 15 a 20 minutos por capítulo.
Resulta muy aburrido ver que el asesino va corriendo, o está escribiendo una carta o cualquier quehacer cotidiano. Sin embargo, conforme avanzan los capítulos, te va envolviendo la trama y pues no puedes dejar de verla. En mi caso, varias veces le di FF>> para adelantar las partes sosas.
Gillian Anderson se presenta (es la detective que está cazando al depredador) como una mujer inteligente, con mucha experiencia como investigadora, aún guapa y con porte. Una MILF pues. Porque a sus cuarenta y tantos años, la edad ya le está cobrando factura a su físico.
 
Constan al momento, de cinco capítulos y no se llega a un desenlace. Tal vez porque pensaron en sacar una segunda temporada. Pero me parece que no se llevará a cabo. Digo esto porque el último capítulo data de mayo del 2013 y se me hace que es mucho tiempo el que ha pasado.
 
Creo que le faltó un poco más de acción, más movida, quitarle la lentitud. Por otra parte, al ser de manufactura inglesa, la mayoría de los actores y localidad son del Reino Unido. Yo prefiero escuchar el inglés de UK, al inglés gringo. Pero a muchas personas les resulta, digamos, incómodo el inglés europeo. Cuestión de gustos.
 
Así pues, quitando las partes lentas, el argumento es realmente bueno, se dan explicaciones no tan complejas sobre los motivos y razones del asesino. Como dije antes, si eres fan de los asesinos seriales, no la debes dejar pasar. Si no eres tan fan, pero estás familiarizado, haz un esfuerzo y adelanta las partes que se te hagan aburridas. Si de plano estas empezando en esto de los asesinos en serie, también te la recomiendo, con la advertencia que hay mejores propuestas en el cine.
Como seguidor y conocedor de los X-Files, diré que The Fall aprovechó al máximo a Gillian; su gran fallo, en mi opinión de crítico de series amateur, fue la ejecución en pantalla.