08 abril 2012

Envejecer con dignidad

Hoy conocí una bella mujer. Hermosa. En la plaza de mi pueblo, hay un mercado, y hoy, estaba lleno de gente, defeños principalmente. Esta mujer, de las que les hablo, tendría más de 60 años. Pero la miré muy hermosa. Tal vez fue una mezcla de todo, de su apariencia, de la calidez con la que se comunicaba con las marchantas, de una serie de gestos inocentes. Sí, a pesar de su edad, alguna de sus maneras la hacían parecer una niña inocente (¿Acaso no todos los niños son inocentes?).

Pude ver la tranquilidad de su vida. De este momento de su vida. No sé si siempre fue así, pero debe de ser. No lo sé con certeza. Andaba mercando, igual que yo. Fui por algo de fruta y otras cosas para la comida. A mí el calor me hace ponerme de malas, más de lo normal. Y ahorita está haciendo una de calor.

¡Disculpe, joven! Fue lo primero que me dijo, pues en el mercadito, atestado de fariseos, apenas si se puede transitar. Por defecto, mi respuesta automática es “no hay problema” sin mirar a la persona. Pero esta vez, la suave tesitura de su voz, me hizo voltear a verla. Lo primero que noté fueron unos enormes y profundos ojos café oscuro, coronados en unas todavía abundantes y prodigiosas pestañas (¿Con la edad se caen?). Cabello largo, encanecido, limpiamente agarrado en una sola trenza, que dejaba ver su tranquilo rostro.

¡Vamos! No es que me haya gustado. O bueno, sí. Pero no en el sentido sexoso. O bueno, sí. Aunque su delgada figura, enmarcada por una clara falda de manta, con vivos colores de flores y colibríes dejaban ver unas hermosas piernas. Pero la infinidad de surcos que su rostro sonriente no esconde, da cuenta de la edad, aunque indefinible, cuando menos le granjea el título de señora. ¡Eso! Parecía una dama de cuento medieval. Una fina señora de alta nobleza. Una elfa de avanzada edad.

No es que uno sea fijado, pero me pareció notar una breve cintura, que se ciñe a una cadera un tanto más sobresaliente y unos pequeños, pero bien colocados senos. Creo que mostraba una bonita figura femenina.
Por alguna razón, me imagine que era enfermera, pues su presencia resultaba higiénica, muy limpia. Creo que el calor no le incomodaba en lo más mínimo. No deje de notar un par de chapas rojizas naturales que daban color a un rostro más bien delgado, anguloso, pero fino.

Y en verdad que no me despertó la libido. Mi libido se despertó cuando en un ejercicio involuntario, me la imagine en la plenitud de su juventud. ¡Dios! Debió haber sido una modelo de talla internacional. Todo esto que les cuento sucedió en no más de un par de segundos, pues automáticamente, en respuesta a su disculpa esboce la sonrisa más grande que mi cara puede hacer, creo que le hice una reverencia (¡Sí!) y le dije lo más cordial posible “No tiene de que disculparse, señora”.

Me miró con esa profundidad de sus ojos, puso su mano en mi hombro, y dijo “bueno mijito, ahora déjame pasar”. “¡Por supuesto!”, contesté y me hice lo más que uno puede hacerse a un lado, en estos estrechísimos caminos del mercadito de mi pueblo. Y la miré irse. Y me quede pensando que esa señora es el ejemplo en vida de lo que es envejecer con dignidad.

Ahora tengo un montón de dudas ¿Tendrá nietas? ¿Quién es o fue su esposo? ¿Tiene mucho dinero? ¿En qué trabajó? ¿Qué hace en la actualidad? ¿Dónde nació? ¿Cómo se llama? ¿Sabrá el secreto de la felicidad?

2 comentarios:

Nash dijo...

Tengo varios comentarios:

1. No todos los niños son inocentes, ahí está el "monchis".

2. El calor, y los defeños en nuestros pueblos dejando basura y muco ruido me ponen de mucho mal humor también.

3. ¿Le tomaste foto?

4. Cuando yo sea grande, quiero ser como ella.

5. Yo creo que es parte de vivir en tu pueblo, es como "mágico".

6. "¿Tendrá nietas?"... jajajajaa!!!!

Saludines!!

lavega dijo...

Pues no le tome foto, no se me ocurrio. Y hubiera esta un poco raro, no crees? Y bueeenooo, eso de las nietas, digo, hay que mejorar la raza. Pero puro suenio guajiro.
Saludos y haber si ya escribes algo...

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