domingo, 8 de abril de 2012

Esperanza, esa dolorosa agonía

Cuando aquello que la mantiene, no se logra. Pero tampoco se val del todo.

Agonía.
1. f. Estado previo a la muerte
2. Pena o aflicción extremada

La esperanza es un arma de dos filos, por una parte da la energía suficiente para “seguir” con lo que sea que esté en curso. Por ejemplo, aquellos fanáticos de la selección mexicana, mantienen una esperanza en que algún día, la selección sea campeona del mundo. Si nos atenemos a los resultados históricos y hacemos un análisis considerando los resultados actuales, los más probable es que un fanático que hoy ronde los 20 años que llegue al promedio de vida  en México (70-80 años), no logre ver coronada su esperanza.
Y sin embargo ahí están, no uno, muchos. Esto es lo que llamo “esperanza dolorosa agónica”. Duele, pero ahí sigues, esperando que alguna vez, algún día se logre aquello que te da esperanza, porque ésta última no se va del todo.

La esperanza es una razón por la cual seguir. Víctor Frankl, en su obra “El sentido de la vida”, proporciona una explicación del porque muchos judíos lograron sobrevivir y muchos otros no. Según Frankl, no depende tanto de la fortaleza mental o física del individuo; él notó que muchos prisioneros (él fue uno de ellos) con buen talante, morían irremediablemente. Mientras que otros, enfermos, con toda su familia exterminada, consiguieron salir con vida de los centros de exterminio nazi.

La diferencia entre el sobreviviente y el no sobreviviente es precisamente “el sentido de la vida”, específicamente, el sentido de la vida de cada quien. En resumen, aquella persona que tenía un proyecto a mediano y largo plazo, era candidato a sobrevivir a un centro de concentración. Tenían una razón por la cual seguir viviendo. Para algunos era terminar una investigación, para otros la esperanza de reencontrarse con sus seres queridos, otros más para regresar a su actividad anterior (había doctores, psicólogos, comerciantes, empresarios, etc.)

Es decir, existía la esperanza, la promesa de regresar a esa etapa de bienestar y mejor vida que la que tenían en los centros de concentración. Y aquellos que habían perdido el objetivo por el cual vivir, eran presa fácil de enfermedades y accidentes que los llevaban a la tumba.
Este sentido de la vida, que yo digo que no es sino otra cosa que la esperanza abstracta llevada a una esperanza específica, es lo que nos mantiene con energía en nuestro diario hacer ¿No dicen acaso que la esperanza muere al último? Esta energía, pienso, es el trieb Freudiano (trieb = pulsión)

De esta manera la vida es esperanza y la falta de esperanza se convierte en muerte. Y tenemos la esperanza de un mejor trabajo, la esperanza de un aumento de sueldo, la esperanza de volver a ver a esa persona, la esperanza de que todo será mejor. Una característica de esta esperanza es que muchas veces no tiene un fundamento realista.

Y con realista quiero decir, que concuerde con la realidad objetiva del acontecer de cada quien. Por ejemplo, si yo quisiera convertirme en un gimnasta de nivel olímpico, no estaría siendo concordante con mi realidad (muchos factores como la edad, la falta de condición y sobre todo, la falta, por parte mía, de un verdadero deseo de ser un gimnasta olímpico, que en todo caso aplico como ejemplo de lo que sería una falta de concordancia con la realidad objetiva, mi realidad objetiva)

Pero esta falta de asimilación con la realidad es muchas veces, constituyente fundamental de la esperanza. Con frecuencia, tenemos la esperanza sostenida en un “Dios dirá” o “las cosas pasan por algo”, en fin, sustentadas en una cuestión mágica, que incluso se contradicen con la realidad objetiva.
De esta manera, intuyo, la esperanza, la que da energía, es fundamentalmente “mágica” y no se sostiene con la realidad (iba a escribir realidad verdadera, pero no hubiera sido sino un pleonasmo o fuente de otra discusión filosófica sobre lo que es verdadero y lo que no lo es, de manera verdadera ¿Ven a lo que me refiero?)

Así pues, nuestro gas a largo plazo es la esperanza. La esperanza en aquello que los mueve. Para algunos será equivalente a los deseos, pero digo yo que un deseo no es sino la esperanza sin fundamento alguno. Un tipo particular de esperanza.

Una cuestión a todo esto, es que como seres humanos, tendemos a generar esperanza tras esperanza, y aquellos que ya no tienen esperanza en algo, pues por lo general mueren. No conozco a persona alguna que viva sin esperanza. Aunque por otra parte, tampoco soy la persona más amiguera del mundo.

Pero además, esta cuestión de tener esperanza, escapa a nuestro control: en mi caso, por ejemplo, no puedo dejar de tener esperanza en las cuestiones de mi diario acontecer. Porque en tal caso, ya habría muerto. Y no controlo el tener o no tener esperanza. Es más, en casi todo aquello que es promesa, existe a la par, la esperanza de que esa promesa se cumpla, sin importar que tan poco probable sea que suceda.

Ahora bien, la razón de esta entrada es porque acabo de ver una película, recomendada por la persona, que espero, se convierta en mi tutor en esto del entendimiento del comportamiento humano, y me pidió que buscará la película “Front of the class” que no recuerdo haber visto en cartelera, así que no tengo el dato de cómo se llamó aquí en México.

¿Alguna vez les he comentado que “La vida es bella” de Benigni, me caga? A decir verdad, el club de los optimistas y todo lo relativo al mismo, me caga. No señor, a menos que poseas la belleza de Megan Fox, el dinero de Carlos Slim o la inteligencia de Einstein, la vida no es bella.

Bien pues “Front of the class” es de ese estilo, toda melosa, azucarada y conducida a través de esperanzas no agónicas, es decir, en esperanzas que al final, después de todo el periplo, se resuelven a favor del esperanzado, en este caso, el protagonista. Mucha azúcar. Y yo soy diabético.

Esta película, basada en la vida de Brad Cohen, narra el difícil camino recorrido por una persona que adolece del síndrome de Tourette. El síndrome de Tourette es una de esas enfermedades harto interesantes para aquellos que no la padecen y un infierno para las que sí, la cual consiste en (y cito lo que dice el DSM IV, que viene a ser algo así como la biblia de los psiquiatras/psicólogos):

“tics motores múltiples y uno o más tics vocales (Criterio A). Estos tics pueden aparecer simultáneamente o en diferentes períodos de la enfermedad. Los tics aparecen varias veces al día, recurrentemente, a lo largo de un período de más de 1 año (Criterio B). Durante este tiempo, nunca hay un período libre de tics de más de 3 meses consecutivos. La alteración provoca intenso malestar o deterioro significativo social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo (Criterio C). El inicio del trastorno se produce antes de los 18 años de edad (Criterio D). Los tics no se deben a efectos fisiológicos directos de una sustancia (p. ej., estimulantes) ni a una enfermedad médica (p. ej., enfermedad de Huntington o encefalitis posvírica) (Criterio E)”

El aquejado por este síndrome tiende a emitir sonidos cacofónicos como ¡ugh! o ¡cuac! o ¡barf! o cualquier otro sonido raro, chistoso, fuera de contexto, en una plática cotidiana. También se manifiesta en tics como encoger los hombros con frecuencia o pestañear de manera peculiar o ponerse en cuclillas u olisquear o una mezcla de sonidos y posiciones. Son comportamientos que sorprenden al interlocutor y demás personas presentes. El problema es que el aquejado carece de un total control de estas expresiones y a la larga resulta molesto para el resto de la gente.

¡Ah! También, en casos todavía más raros, se da el síndrome de Tourette con coprolalia, es decir, decir groserías, en lugar de los sonidos chistosos, de manera continua y sin control. Más de uno de estos enfermos terminan con los ojos morados o la nariz rota.

En resumen, la película trata de una persona que tiene síndrome de Tourette, casi nadie le cree que eso que hace no lo puede controlar, incluso un psicólogo que lo trata no sabe que existe esa enfermedad, el papá lo tacha de falto de control, la mamá se pone a investigar, da con la enfermedad y todo comienza a mejorar, hasta que llega el momento de trabajar, y como la ilusión de toda su vida ha sido dar clase, pues en todas las escuelas no lo pelan (ya esta graduado), bueno en casi todas porque en una por fin le dan la oportunidad, sufre discriminación por parte de un padre que saca a su hija de su clase, pero todos los demás padres no la hacen de pedo, resulta que es un excelente profesor (da clases a niños de segundo grado gringo que en México sería algo así como el Kínder), se enamora y es correspondido y al final gana un premio a nivel nacional por ser un maestro de excelencia. Club de los optimistas.

Ahora estoy esperanzado (ya muchas otras esperanzas han muerto mientras tanto) en conocer el caso que me tiene aquí escribiendo estas líneas, pues mi todavía no tutor, le quiere enseñar ésta película a unos padres que posiblemente tengan a un hijo con síndrome de Tourette y yo también lo quiero conocer. Una compañera de escuela me dijo cierta vez que estábamos revisando temas de psicopatología, que mi estructura de personalidad era esencialmente perversa. Yo le dije que perro no come perro, pero creo que esencialmente tiene razón.

Y la película esta bonita. Ya saben, con moñitos rosas y azules y harto azucarada. Me parece a que a la mayoría les va a gustar. Nomás por eso se las recomiendo.

2 comentarios:

Nash dijo...

Trataré de ver la película...

Pero, fuera de eso, me has dado el pretexto perfecto para esas veces que digo muchas groserías.

;)

lavega dijo...

Ja ja ja, ingeniosa la ingeniera. Si, tu di leperadas y para terminar te disculpas con un "ups, es que padezco del sindrome de Tourette"