jueves, 29 de diciembre de 2011

Sobreviviendo a mamá

O mejor dicho, a la falta de ella. Pues nada, que mi mamita querida se fue de vacaciones (muy merecidas). Yo le dije “¿Me vas a dejar solito?”, ella “Sí”, “Pero, pero, pero ¿qué voy a comer?”, “ay mijito, ya estas grandecito, ¿no?”, “Pues sí, má, pero, pero, pero…” Y Juro que escuche una risa sardónica como cuando el Dr. Doom está a punto de darle en la madre de una vez y para siempre a los cuatro fantásticos.
-“Ándale, ¿he?, cuando llegues vas a encontrar nada más mi esqueleto”
-“Pues yo creo que te voy a encontrar como con dos kilos menos de tus como 30 que tienes de más”
-“¬¬…”

Y se fue. Y me dejo solito.
Más bien, nos dejo. A mi papá y a mí. Pero como mi papá está trabajando, me dice “bueno hijo, ahí comes (si verdad, ¿qué voy a comer?), yo creo que como allá en el trabajo con mis amigos”
Así que mi papá no sufre tanto como yo. Pero esto es nada más de introducción, para lo que realmente les quiero contar. Pues como mi mamá no está, y estoy prácticamente solito en la casa, me dije “hay que hacer algo para no aburrirte” Y que se me ocurre lavar mi ropa. Además ya me hacía falta (ropa, porque aunque no estoy usando mucha, tampoco es que la lave todos los días). Además, ¿Qué tan difícil puede ser?

Así que diligentemente, hice lo que mi sacrosanta hace cada que lava la ropa: separarla, color con color, negras aparte, blancas aparte, etc. Siguiente paso, ir a la lavadora. “Mmm veamos, proceso, programa, inicio/pausa” Es como el celular o una calculadora programable (si es que todavía las usan). Listo, programa medio, fuzzy, agua fría.

Y comienza la magia. Inicia el llenado del receptáculo (donde pones la ropa), le pones el detergente, suavitel o velrosita (yo no lo encontré, así que omití este paso) y listo. En 60 minutos tendré mi ropa lista para tenderse. Llegado a este punto, no me había fijado que la lavadora hace ruiditos (bips, pero más agradables) tirurú tururu.
Así que continúe con mis actividades: Ya que estoy en la zona de lavado, a lavar mi coche (ya estaba muy puerco). Cuando de pronto, comienza a sonar los bips de la lavadora. “Tiru tiru tiru tiru tiru”
¡En la progenitora! ¡Ya la madrié! A ver, tiene agua, hay luz (claro pendejo, si no como hace ruiditos), uta, que tiene esta madre.

Afortunadamente, en momentos de pánico como este, entra en acción las enseñanzas de la universidad, que en mi trabajan en forma de inspiración divina, que los grandes iniciados como su servidor, conocemos también como epifanías. No sé como operen en ustedes, pero mis epifanías son harto melodramáticas, así que con voz gutural, cavernosa y grave me dijo en tono imperativo “Lee el manual”.

“El manual, ¡agüevo!”. Por eso les decía que entro mi formación académica, ingeniero que es uno, se va a lo que conoce sin conocer. Los manuales.
“Mamaaaaaa, ¿Dónde está el ma…?”
Chingao, mi sistema experto biológico no está. Pero ingeniero que es uno y conocedor de las tecnologías de la información, me dije “Internet, ¡agüevo!”.
A ver lavadora marca tal, modelo tal, ajá, aquí la página, instalar plugin, mja, ok. “Manual de usuario, modelo XXXX”. Después de buscar y buscar, no encontré qué demonios significan esos ruiditos.

Así que fui a hacer lo que debí haber hecho al inicio. Si sospechaba que el ruidito era una alarma porque algo está mal (según yo), lo primerio que debí hacer es apagar el aparato. Pero no lo hice, en parte porque mi epifanía es muy mandona y en parte por que, bueno no sé por qué (si lo sé pero no lo voy a escribir).
“Fin de proceso de lavado”

¡Esos pinches ruiditos son normales! Nada más indican que está iniciando otro proceso, es decir, primero es llenar con agua, luego pasa a lavarse, luego pasa a vaciarse, luego pasa a enjuagarse, luego pasa a centrifugarse. Y en cada proceso, hace ruiditos, supongo que para que las mamases sepan en que va su ropa.

Mami, te extraño. ¡Snif!

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