jueves, 6 de noviembre de 2008

Juan Camilo Mourino

El “terrible accidente” en el cual murió el ahora ex - secretario de gobernación Juan Camilo Mouriño Terraza sin duda alguna, ha puesto a toda la sociedad mexicana en un estado cuando menos de atención. Para aquellos que por simple gusto leemos y nos enteramos del ámbito político de nuestro muy querido y mal gobernado México es una noticia de la cual hay y habrá mucha raja que sacar.

La primera idea que me vino a la mente, al enterarme de la noticia, fue que es un plan para desaparecer del escenario público: sí, el punto de vista “sospechosista”, del complot, otro “pejista” (adorador en grado superlativo de Manuel Andrés López Obrador) dirán quienes lean esto y sean cuando menos, condescendientes con el gobierno federal. Lo cierto es que el ahora fenecido político deja mucha cola que le pisen. Se muere el hombre, no sus actos. Sus actos prevalecen y dado que su muerte (si es que en verdad ocurrió) sucedió en el momento en el cual el personaje bajo escrutinio (el mío por supuesto) era el número dos de mi hermoso México (dirigido con las neuronas… del intestino) se hará acreedor de pompas fúnebres dignas de un dirigente de estado, sin merecerlo.

Y no digo esto porque considere al extinto Mouriño un político deleznable, que sí lo creo, sino porque es verdad. En México, a diferencia de muchos otros países, el secretario de gobernación, equivalente a un vicepresidente, es designado arbitrariamente por el presidente de la república. Esto significa que no es un puesto de elección popular. Así pues, su nombre quedará registrado en la historia oficial mexicana como un hombre intachable, bueno, excelente, no me sorprendería que el gobierno en turno intente ponerlo al mismo nivel de Hidalgo, Morelos, Zapata, cuando en los hechos tiene menor valía que el también ya fallecido (asesinado) Luis Donaldo Colosío Murrieta.

Regresando a lo expuesto en los párrafos iniciales, si hubiera sido testigo de la reacción inmediata de la familia nuclear del extinto político, podría tener muchos más elementos para seguir por la sospecha de una muerte aparente. Todos los demás indicios los tiene: dinero en cantidades industriales, acceso a nivel gubernamental (no sólo de México, sino de otros países) de información privilegiada, medios y “amigos” (de seguro más de uno le debe “favores”) dispuestos a ayudarle. Pero creo que es poco pragmático, aún y cuando con esto se libra de las acusaciones, no infundadadas, de tráfico de influencias, favoritismos y en general de incrementar la fortuna de su familia a expensas del pueblo mexicano (cochupo decimos aquí). Ahora después de pensarlo con más elementos, creo que si esta muerto.

Tiene cola que pisarle, sobre todo de aquella información que no llega a gente como yo, que no tengo acceso ni de manera remota a la información que fluye en lugares como la cámara de diputados, senadores, gobernación. Pero es muy conocido, más o menos si te interesan cuestiones de política “pragmática” (callejera pues), que JCM era miembro activo del Yunque, en particular de su ala juvenil conocida como MURO. Una de las características de los yunquistas es el adoptar otro nombre, diferente al formal, y es curioso que a Juan Camilo con dos nombres, en su círculo íntimo sea conocido como Iván. El tener otro nombre, a pesar de poseer dos, no es en primera instancia algo de que sospechar: en el puedo del cual soy oriundo, hace muchos años, se tenía la costumbre de nombrar a los miembros de la familia según el nombre que venía en el calendario, así que podías recibir un nombre tan común como Francisco, José o Juan o bien podía tocarte algo como Cayetano, Eufrosina, Dominga. Así que en mi pueblito no es raro que el abuelito o bisabuelito (bueno cada vez menos, esta práctica ya no es utilizada) te llame por el nombre que aparece en el calendario.

Pero estamos hablando de un pueblo mexicano; JCM nació y vivió los primeros 18 años de su vida en España, así que esta práctica queda descartada, amenos que alguien aporte alguna información en sentido contrario. Total que si bien no debería resultar raro el tener un tercer nombre (caso de JCM) si es un indicativo de que pertenecía al Yunque.

Con esto quiero hacer hincapié de las múltiples vertientes de un posible atentado, desde los vínculos con el Yunque, hasta la amenaza normal que resulta ser una figura importante en la política Mexicana. Pocos sabrán la verdad sobre los acuerdos tomados en lo oscurito con los empresarios, políticos y poderosos de este país, a cual de ellos no le favorecía que JCM siguiera viviendo, que era mejor muerto que vivo. Porque sin duda alguna, JCM era una figura con mucho poder a todos los niveles, formales e informales. Imaginen las reuniones con gente, todo tipo de gente, que consideran llevar el control del país, a cuanto favoreció, a cuantos les causó grandes pérdidas. En fin, pura especulación. Pero como dicen, piensa mal y acertarás.

Dada la importancia de JCM ha quedado un tanto soslayada la importancia de los que lo acompañaban. ¿Y si el blanco del atentado (en caso de haber sido un atentado) era Santiago Vasconcelos? En ese caso el deceso de JCM es un “daño colateral” ¿Y si en verdad se trate de un accidente?, la praxis nos dice que es demasiado “natural”, vamos se trata de un avión oficial de la secretaría de gobernación, dudo mucho que usen materiales de ínfima calidad en la revisión y mantenimiento de sus vehículos. Esto también aplica a la asignación de los recursos humanos. El pueblo podrá estar jodido, pero nuestros “dirigentes” nunca pasan penurias, hambres o desasosiegos.

Cualquiera que sea la verdad de este escabroso asunto, yo, un simple ciudadano más, que paga sus impuestos (un chingo, porcentualmente hablando) exijo que las indagatorias en los turbios negocios de la familia Mouriño continúen y se den a conocer el resultado de las pesquisas, aunque esto empañe el recuerdo del ahora fallecido Juan Camilo. Después de todo, los hombres mueren pero queda constancia de sus actos.

1 comentario:

Aerin Dimrust dijo...

Yo opino que fue un atentado. Es de las pocas cosas que le faltaban al país.