miércoles, 23 de mayo de 2012

El carbón que no llego a diamante

Hace casi seis años, no recuerdo si fue en la declaratoria de ganador de presidente de la república o en la toma del cambio de presidente, pero estaban tres actores codo a codo: Mouriño, Nava y Martínez.
Sí, el fallecido Juan Camilo Mouriño, Cesar Nava y Germán Martínez parecían un trío de hienas sedientas de sangre. Lo habían logrado, su candidato fue declarado ganador indiscutible. Manuel Espino era el entonces presidente nacional del PAN.
 
Desde ahí, se supo, o al menos esa ha sido mi creencia, que los ganadores indiscutibles no eran panistas. No como Manuel Espino. Calderón, Mouriño, Nava y Mártinez eran los representantes de la vanguardia ideológica panista. Yunquistas, pues.
 
Esos y otros personajes, incluido el mismo Fox, actuaron como lo hace un virus, apoderándose de una maquinaria efectiva y eficiente para reproducirse. En este caso, para actuar según su conveniencia.
Eran panistas que no eran panistas. Pero su presidente (de partido) se encontraba total y absolutamente identificado con la ideología panista de base. Era un duro. Un ortodoxo panista.
 
Y así lo demostró, pues desde siempre existió una animadversión entre los dos presidentes, el del partido y el de México. A pesar de ir “en la misma” dirección.
Con el paso del tiempo tenemos a un “caído” en acción, Mouriño, muerto en dudoso y conveniente accidente aéreo, porque ya se estaba gestando el ataque a su familia por contratos mal habidos de Pemex. Mouriño estaba siendo señalado por posible abuso de autoridad (nepotismo) al favorecer los negocios familiares.
 
En lugar de eso, hoy tenemos a un “mexicano ejemplar” muerto en el cumplimiento de su deber. Sí como no.
Germán Martínez y César Nava, suceden, uno después el otro, a Manuel Espino, como presidentes del PAN. Ambos con una historia más bien de fracasos que de éxitos. Sombras fueron, sombras continúan siendo. Germán Martínez, bueno pues de él ya no se ha oído mucho y de César Nava se casó con Patilú (una cantante de pop venida a menos) y que se hizo de un departamento de quince millones de pesos (como millón y medio de dólares de hace uno o dos años) a “precio” de ganga.
 
Y la historia cuenta de cómo Manuel Espino, panista próvido, fue expulsado de su partido. Francamente no he investigado mucho al respecto, pero ¿Qué pudo haber hecho un ex presidente de un partido, que dice amarlo y quererlo y que se inconforma por la expulsión y que incluso después de ser corrido, se sigue considerando panista, para merecer la exclusión de aquello que dice respetar con el alma?
 
No lo sé, y no me importa. Pero es este rasgo el que me llama la atención, pues Manuel Espino, a pesar de ser panista (y de los de hueso colorado), tenía mi respeto. Como persona, como pensador. Espino estaba, en mi apreciación, convirtiéndose en esos entes que con el paso del tiempo se encuentran más allá del bien y del mal. Jueces en toda la extensión del significado.
 
Tenía convicción y era congruente con lo que pregonaba. Aclaro que casi siempre estaba en contra de sus ideas, pero su actitud leal hacia lo que creía correcto, yendo incluso contra corriente, le ganaban mis respetos. Pero el acto de ayer, el de apoyar incondicionalmente al candidato del PRI, sepulta toda su trayectoria pasada.
 
¿Qué habría pasado si en lugar de apoyar al dinosaurio copetón, hubiera apoyado al Peje? Bueno, seguramente esta entrada no se habría escrito tal y como está ahora. Desde mi perspectiva, Espino, escogió al peor representante de la corrupción mexicana (o bueno mejor, donde peor es lo menos malo y mejor es lo más malo). Peor incluso que los panistas. Es fácil de ver la razón: el PRI lleva mucho más tiempo en el poder que el PAN, aunque el PAN ha sido más eficiente (para hace corrupción).
 
Espino hubiera apoyado a la candidata del PAN, es lo más natural. Luego entonces, al decantarse por el PRI, es obvio que no siente el menor afecto por la candidatura de Josefina Vázquez Mota. Falta de afecto compartido incluso por el propio primer panista (todavía, y me refiero a Felipe Calderón). Tampoco optó por el PRD, me parece, por la falta de empatía al propio Andrés Manuel. Pero de cierto no lo sé.
 
Lo que sí sé, es que Enrique Peña Nieto, es el exponente ideal de lo que ha sido, sigue y seguirá siendo el PRI: corrupción, nepotismo, favoritismo, chantaje, ausencia de justicia, estancamiento, narcotráfico, etc.
Manuel Espino se ha convertido en más de lo mismo. Lástima. En este país hacen falta personajes que se encuentren más allá del bien y del mal. Iba por buen camino. Pero bueno, esto lo dice un amateur del análisis político, que analiza con más ganas que técnica. Eso sí, absolutamente sustentado en múltiples lecturas y vivencias propias.

Les dejo un par de enlaces para tener mas información

Youtube: EPN recibe respaldo de Manuel Espino
El trio de hienas de las que hablo
Expulsan a Manuel Espino del PAN

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