martes, 29 de mayo de 2012

Dos ideas inconexas, dos

Y que tal, como han visto el movimiento de los estudiantes? Uff, el dinosaurio copetón no supo ni por donde le llegó. El viernes negro de Peña Nieto pudo no existir, si el candidato, en lugar de quedarse, se hubiera ido, más o menos indemne.
 
Pero no, le gano la soberbia. Luego hasta en el baño se fue a meter, azuzado por una horda de estudiantes que hacían sonar sus joyas (basado en el dicho de los Beatles, cuando tocaron ante la realeza inglesa, que… bueno si no saben de que hablo, busquen la historia). En fin, justicia divina.
Me imagino que el señor dinosaurio copetón nunca imagino (ni yo, dicho sea de paso) la reacción tan, como decirlo, tan estilo estudiantes de ciencias políticas de la UNAM. Eso señoras y señores, es un verdadero “estamos hasta la madre”.
 
Pasando a otro orden de ideas, ya soy tío. Me conmueve ver a mi madre, la flamante nueva abuela, ver cómo trata con delicadeza y ternura al producto de la cruza genética de mi consanguíneo  y su pareja. Es bien bonito ver cómo trata al bebé, pues me da una idea de cómo fue el trato con nosotros, conmigo en particular.
 
Claro que lo que veo es el cúmulo de conocimiento teórico práctico. Veo una verdadera maestra en el arte del cuidado infantil. Lo duerme, lo arrulla, le da de comer, lo baña. Una razón más para no tener hijos a edades muy avanzadas, porque si mi madre fuera más vieja, creo que no podría atender a un bebé con la destreza y maestría que en estos momentos disfruto ver.
 
Yo siempre he tenido pavor a los bebés, son tan frágiles, tan como de cristal. Ni a este bebé he cargado. Creo que nunca he cargado a un bebé. Me da miedo que se me vaya a caer ¿y luego como hago otro igual?
Me parece que el bebé esta bonito. Aunque para ser franco, se ve igual que todos los bebés, esta rosado, esta arrugado, está durmiendo, comiendo o chillando. Pero entiendo un poco más eso del “milagro de la naturaleza”.
 
Mis padres me dicen que si ni así me animo. No, les digo. Y no puedo dejar de notar un poco de tristeza en su sonrisa en respuesta a mi negativa. Hoy en día aún se requieren de dos para hacer un bebé. Eso y amor. No tengo ni lo uno ni lo otro. Pero eso no se los digo, eso nada más lo pienso. Y también me siento triste, después de reflexionar un poco.
 
Ni hablar. A veces así me siento, como un bebé desvalido, un bebé que requiere de la firme guía de una amorosa abuela que lo alimente, lo vista, lo bañe, lo arrulle y le diga que el mundo es bonito, que el mundo es suyo, que nomás no se atragante.
 
Desviaciones neuróticas las mías.
 

Felicidades para mi pariente, su cónyuge y su vástago. La vida continúa, a pesar de uno.

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