23 febrero 2012

Mujeres extraordinarias

Ahora que he tenido tiempo de sobra para pensar sobre mi vida, me he dado cuenta que he salido con puras mujeres maravillosas. Con ellas he creado un vínculo íntimo. Y por intimidad no me refiero al sexo. El sexo es parte de la intimidad, pero no es condición sine qua non.

Pero el sexo no te asegura la intimidad. Yo digo que la intimidad es lo que ocurre antes y después del sexo, pero no el sexo en sí. El sexo, creo haberlo ya escrito con anterioridad, es divertido, te da energía y es una excelente droga para sentirte bien. Solo que no se la puede pasar uno en el sexo ¿O sí?

Y de todas las relaciones íntimas con mujeres, y por íntimo entiéndase el conocerlas, que te conozcan y que a pesar de esa amalgama, se genere un vínculo afectivo. Con o sin sexo.
Curiosamente, en mí caso, de las que me he enamorado, no ha habido sexo, y de las que hubo sexo, no me enamoré. Y a pesar de esos sentimientos, las considero extraordinarias.

Sí, he tenido la fortuna y dicha de salir con puras mujeres maravillosas. ¿Qué probabilidades hay de que el 100% de tus relaciones sean con mujeres extraordinarias? No lo sé, pero no creo que sean muchas. De comentarios sobre el tema, en mi experiencia, no hay otro caso como el mío.

Es decir, siempre escucho comentarios como “y que le vi a este wey” o “pinche zorra, sino es porque está tan buena”. A mí, hasta el momento, no me ha tocado hablar así  de una relación.
Y lo extraordinario no es porque sean mujeres con un cociente intelectual de 200, o que sean atletas, o cualquier otra cosa que pueda pensarse a bote pronto, de la palabra extraordinario.

Son extraordinarias por como son. Por ejemplo, mi primer gran amor. De esa mujer, de la primera con la que tuve fantasías de formar una familia, compartíamos una fijación oral. Fumadores. Ella mucho más que yo. Actualmente es una mujer hermosa. Digo, con añitos encima, pero esas lonjitas, producto de la falta de ejercicio por dedicarse al trabajo, no la hacen menos bella.

Por supuesto, en el imaginario colectivo, una mujer con un abdomen de comercial, es lo ideal. La realidad es que pocas mujeres pueden estar exentas de esos gorditos, que bien saben disimular. Lo extraordinaria de esta mujer, es que ha dejado ese feo vicio (yo sigo en él), contribuye a la sociedad por ser una mujer trabajadora y se preocupa por mejorar.

Otra gran mujer con la que he estado y que cae en el rango de las “no me he enamorado”, actualmente es una madre de familia (a veces me daba indirectas de que le hiciera un hijo, jajaja). Ella no ha dejado de cultivarse, curso, especialidades y más cursos. Tiene asegurado su futuro económico. Aunque se quedara sola. Ella es maravillosa porque ha continuado, a pesar de todos los problemas que ha sorteado a lo largo de su vida.

A mí me toco un breve periodo de esa vida, en la cual llegue a admirarla. Yo en tu caso, ya me habría comido una bala, solía comentarle cuando platicábamos de la vida, cuando componíamos el mundo y aumentábamos nuestros niveles de alcohol en la sangre. Se lo dije, le dije cuanto la admiraba por no rendirse ante las adversidades.

Ahora que es casada, ya no la he visto; un par de llamadas, ya saben, en esas fechas obligatorias, el día de su profesión, su cumpleaños, el mío. Hasta ahí. Pero no por ello dejo de tenerla en alta estima.
Sé que le hice daño, al perpetuar una relación sin futuro. En mi defensa diré que nunca hice promesas que no cumpliera, ni la obligue de forma alguna a seguir conmigo. De ella pienso que me habría gustado enamorarme, de verdad, deseaba con todo mi ser poderme enamorarme. Teníamos todo, excepto amor. El amor bidireccional.
Ahora tengo una persona a la que le podría comentar cualquier cosa, y sé que me escucharía, por más disparatada que suene mi idea y obtener un consejo, un buen consejo, de amigos.

Otra mujer, también de la que me enamoré, también es una exitosa profesionista, también casada, con hijo y un buen puesto directivo. El haber sido compañeros de la universidad, nos hizo conocernos “cuando éramos pobres”. La verdad es que nunca fuimos pobres. Ambos de clase media, con padres trabajadores, con ideales de un mundo mejor. No solo para nosotros, un mundo mejor para todos.

Así que compartimos muchas cosas, como acudir a las marchas, las huelgas de la universidad, los trabajos en equipo, el quedarse hasta el otro día estudiando. Son vivencias inolvidables. Unos años después de egresar de la carrera, ya teniendo un trabajo que nos daba dinero, mucho más del que necesitábamos, nos reencontramos en la universidad.
De las primeras platicas de reencuentro, me dijo que si me acordaba de cuando comprábamos una torta y un refresco y lo compartíamos, porque no nos alcanzaba para más, y que ahora podíamos ir al restaurante más caro de la ciudad. Francamente, no recuerdo eso, lo de la torta, pero bueno, a mi edad, hay muchas cosas que se escapan de mi consciente.

Ella me resulta extraordinaria, porque siempre, hasta donde deje la relación, ha sido muy alegre. De ella aprendí que es preferible reír a llorar. Y tenía razón, hablando de estrés y de angustia, es tan estresante o angustiante llorar o reír. Desde entonces prefiero reír a llorar. Aunque a veces no me queda más sentimiento que el segundo.
Otra extraordinaria, de la que no me enamore, de clase más bien baja, compartió conmigo momentos placenteros. Es muy inteligente. Mucho. A ella la comparo con una semilla que no fue sembrada en el ambiente adecuado. No tuvo las oportunidades como estudiar una carrera universitaria.

Ello se refleja en una falta de conocimiento “universitario”. Quiero decir que usa palabras como “ira” (mira), “picsa” (pizza), “dijistes” (dijiste); no puedes hablar con ella de autores como Freud, Hesse, Platón, etc. No porque no tenga la capacidad, sino porque no tuvo tiempo para ello.
Trabajadora desde que la conozco, no fue a la universidad. Y no lo hizo porque no tuvo la oportunidad. Siempre trabajando. Y tampoco muy ducha para eso de encontrar pareja. La prueba es que salió conmigo. Tiene hijos de padres distintos, hombres desobligados, que no le pasan pensión, que no ven por su responsabilidad.

No necesito nada de ellos, solía decirme, porque mis hijos tienen madre que los mantiene. Sí, ruda, orgullosa, sustentada en los hechos. Y a pesar de todo eso, la considero una mujer muy inteligente. Ella es un excelente ejemplo de que ir a la universidad no te asegura el ser inteligente.
A pesar de su vida, tiene muy claro cómo educar a sus hijos y es muy pragmática. Una vez me contó que uno de sus hijos reprobó una materia en la escuela. Y que le dijo que si nada más iba a calentar un asiento, que mejor se quedara en su casa y que se pusiera a trabajar. Y no le dio su “navidá”. En lugar de ello pago el curso de regularización. Una acción que muchos padres “estudiados” no hacen. Hasta donde sé, nunca más ha reprobado una materia el hijo de esta mujer.

Ella,  a pesar de ser un desmadre en sus relaciones amorosas, tiene muy buen sentido del respeto de las reglas. Si sus hijos no llegan a la hora establecida, sus prerrogativas son suspendidas. ¿Perroga qué? Prerrogativa, privilegios, como por ejemplo, ver la tele, o dejarlos ir a fiestas, o que les des dinero para que gasten en lo que quieran. Ah sí, los dejo sin eso, me dijo.
Es extraordinaria porque trabaja incansablemente, digo yo que es una excelente educadora (y eso que ella no tuvo mucha) y es determinada en sus acciones.

La última mujer de la que estuve enamorado (a veces creo que todavía lo estoy, que se le hace, soy de lento desaprendizaje) es la más bonita de las mujeres con las que he salido. Y tiene un cuerpazo.  No seas naco, no se dice “buena”, me decía cuando me refería a que una mujer, pues estaba buena (jajaja). ¿Entonces como se dice? Guapa, bonita.. Neee, tu estas guapa y bonita y además estas buena, y aquí es donde miraba al cielo con gesto de “este wey nunca brillará en sociedad”.

Dicen que uno busca pareja en aquello que tiene en carencia. Y ciertamente ella entró por mis ojos, pero se ancló en mi corazón, que a pesar de los pesares, todavía late y siente.
Ella es extraordinaria por la calidez humana que tiene. Eso a pesar de la gruesa capa de niña mimada fresa hijaDePapi que no puede dejar de notarse. Es que tú has de hacer hijos bonitos, le decía, para convencerla que me dejara hacerle uno. Y no, no la convencí. Una vez platicábamos de las botargas y yo me burlaba de los que se meten en ella, y ella me dijo que alguna vez fue botarga. Y me sentí mal. Nunca me hubiera imaginado a ella metida en una botarga. Al burlarme de los que se meten en las botargas, de cierta forma, me burle de ella.

Otro buen recuerdo que tengo, es de una vez que estábamos afuera de una cadena de hamburguesas se le acerco un niño todo mugrosito y a leguas, pobre, para decirle si le compraba miel (creo, no estoy muy seguro de que era eso lo que vendía) y ella le tomo de la manera más cariñosa el rostro y con las palabras más dulces y tiernas le dijo que no. Creo que le dio sus papas o su hamburguesa o a lo mejor no le dio nada, pero lo que no olvido es la actitud tan humana que tuvo con ese niñito.

Y tengo otro buen recuerdo, pero ese no se los cuento, ese me lo quedo para, pues para sentirme querido de vez en cuando.

Y por eso digo que solo me he relacionado con mujeres extraordinarias. Y eso explica en parte porque sigo aquí, en la penumbra de la vida, rumiando mi inconformidad con el mundo. Yo, el más ordinario entre los ordinarios, debería estar agradecido por haber recibido distinciones tan variadas y hermosas de mujeres extraordinarias.

Pero no, uno no puede estar conforme. Y eso tiene un costo, ser infeliz.

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