02 enero 2012

Aire

En mi pueblo, hay una leyenda, de un dios que se volvió al cristianismo. Es el dios del aire. Y desde la noche del 31 de diciembre de2011 hasta el día de hoy, 2 de enero de 2012, ha soplado con energía. Como todavía hay muchos árboles, pero árboles de a de veras, no esos arbustos que tienen en las ciudades, el sonido del aire cuando corre a través de las ramas, de las copas de los altos árboles, resulta tranquilizante a mis oídos.

Me recuerda vagamente al sonido del oleaje del mar. Viene, está y se va. Una ola. Luego otra. Y así. Más o menos así se escucha el sonido del aire a través de los árboles. Como en oleadas. Un “gsssshsshshshshs” tras otro. No todos están contentos. Porque este aire es maldoso. Si no afianzaste bien tu ropa recién lavada, seguro ya no está. Y los techos (cada vez menos) de lámina, recienten los daños del aire maldoso.

Pero a mí me gusta. Si dejo abierta la puerta del cuarto, el aire se encarga de cerrarla en un portazo. Como si fuera una novia enojada que decide terminar la discusión. Azota la puerta, para decir lo que no puede en palabras.

“!Eres imposible¡”
“!Madura¡”
“¡No quiero escuchar tus explicaciones!”
Algo así. Y a pesar de esa asociación, me gusta que el aire sople, sople, sople. Desde mi cuarto, a través de las ventanas, puedo ver como se mueven los árboles, sus ramas, al compás impuesto por el soplido del aire. Viento es mejor descripción. Creo que sí. Porque aire es lo que respiramos, mientras que el viento, que también podemos respirar es más bien un aire furibundo. Aunque a lo mejor, nada más está jugando. Es como jugar con un tigre. Aunque juegue, tan poderoso es el tigre, que incluso sin afán de dañarte, te puede dañar.

Así es el aire por acá. Podría apostar que si se ponen hélices eólicas, esos descendientes de los antiguos molinos de viento, se generaría una buena cantidad de energía. Aunque tal vez no sea buena idea proponérselo a un empresario. No cambiaría un parque eólico por los parques de árboles que todavía existen. No creo que las hélices suenen como las ramas de los árboles. Y un árbol es inconmensurablemente más hermoso que esas imponentes hélices artificiales.

Así que mientras afuera esta el aire-tigre, yo estoy en la seguridad de mi casa. Mi casa, el último refugio que me hace no perder la cordura. El aire-tigre me recuerda lo bello que es afuera, a pesar de la rudeza y la violencia. Tal vez solo es la vida que quiere jugar conmigo.
Vida, no te manches y mide tus fuerzas. Que ahorita no estoy en mi mejor momento. Sí, juego, pero controla tu temperamento. Dame un respiro.

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