martes, 20 de noviembre de 2012

Ya creo en algo, creo

Resumen: El señor es mi pastor, nada me faltará.

Con frecuencia escucho que el maestro se presenta cuando el alumno está listo, o de cada oveja con su pastor. Aunque de entrada no parece, pero ambas están muy relacionadas: significa que no se puede adelantar, ni se puede atrasar, todo debe de realizarse en el momento justo, preciso.
No estoy muy de acuerdo con esa apreciación. Lo que quiero comentar en esta entrada es que, desde hace unos 6 meses, más o menos, en el trayecto al trabajo, me encuentro con un curioso personaje. 

Un pastor. Pastor de hombres, un personaje religioso. O eso me parece.
Casi todas las mañanas (a la hora que paso serán las 6:45 a.m.) ahí está. Su túnica, larga y blanca, con motivos, eh, pues no he puesto mucha atención, pero me recuerda a los sacerdotes que ofician misa, cubre un lánguido y viejo cuerpo. No puedo asegurar que sea tan viejo; se me figura de unos 65 o más años.
Pero ahí está. Con un megáfono diciendo sabe qué. Las primeras veces pensaba “otro loco”. Ahora pienso que ya encontré a mi pastor. Cada oveja con su pastor, ¿No?
 
Nunca lo he escuchado, nunca le he preguntado cómo se llama, vaya, ni siquiera sé si su vestimenta efectivamente corresponde a un religioso o solo es mi imaginación. Pero ahí está. Y con su ejemplo me ha ganado.
No tengo idea de las razones por las que está ahí, predicando al aire, predicando a los autos que pasan y pasan y no le hacen caso. No es gratis. Nada en este mundo es gratis. Efectivamente, pide dinero. 

En una mano lleva el megáfono, mientras que la otra porta una jícara (para la “limosna”).
Su rostro refleja una penitencia, dolor, resignación. A veces no está y me preguntó que le habrá pasado. Pero digo que me ha ganado, porque sin saber que dice, que piensa, o porque hace lo que hace, con su ejemplo no tiene que decirme nada más.
 
Es la encarnación de la entrega, de la dedicación, de la Fe. No sé en que crea, pero verlo ahí, casi siempre, a su edad, con su frágil (me parece) salud, siendo que casi nadie le hace caso, y seguir sin importarle (aparentemente) los demás, me ganó.
 
Esta persona me ha hecho reflexionar en la fe, en la religión, en la vida. Ha sido más sacerdote que todos los sacerdotes que he conocido en toda mi vida. Ahora, pocas veces, le paso a dejar mi “diezmo” (que ni es diezmo y tampoco es continuo). Balbucea algo. Yo simplemente le doy los buenos días. Y me admiro de su dedicación.
 
Es como si estuviera cumpliendo una manda, una penitencia impuesta por sabrá el Señor que razón. Ahora digo que ese es mi pastor. Tengo un pastor que se ajusta a mí no creencia. Lo más probable es que ese personaje tenga una creencia muy profunda en Dios. No me importa, ni quiero escuchar su sermón. Me basta y sobra con su ejemplo.
 
Si hubiera sacerdotes con esa dedicación, tal vez haría un intento por tener una creencia sobrenatural (creen en Dios). Tal vez. Así pues tengo un pastor cuya iglesia es la calle, cuyo sermón no escucho, cuya creencia desconozco. Cada oveja con su pastor. Amén.

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