13 marzo 2012

La simbiosis amorosa

Esta vez les dejo un cuento. Otro más. Es el más largo que he escrito. Espero lo puedan leer todo y me den sus comentarios. Debo decir que a mi francamente me gustó mucho. Supongo que eso debe ser suficiente. Dedicado para VVO. Sin más.

-¡No puede ser! -dijo la rosa más hermosa del jardín

- Que pasa hermana, ¿Por qué razón gritas como si te estuvieran arrancando de la tierra? –le contestó su hermana, la situada a la derecha

- ¡Algo está creciendo dentro de mí!

-Ah, sí, eso está bien, somos unas rosas muy prolíficas –Terció la más alejada de la más hermosa, con un dejo de picardía en su afirmación

-¡No, no entiendes!, algo está creciendo y no es una de nosotras. Es otra cosa, lo puedo sentir

-Mmm, eso no puede ser. El guardián nos cuida y provee con sumo esmero. Nos quita los parásitos, ya sean insectos u otro tipo de plantas –le reviró su hermana de la derecha

-Tal vez no se ha dado cuenta, porque este engendro que siento, no ha mostrado su tallo –dijo la más hermosa

-Bueno, entonces esperemos a que el infame muestre su rostro. Tarde o temprano tiene que salir de la tierra y entonces el guardián hará su trabajo. No te preocupes más –Finalizó la hermana de la derecha
El tiempo pasó y el horror salió de la tierra.

-¡Miren, ¿Pero que tenemos aquí?! –Habló para sí, el abuelo, que con esmero podaba y daba forma a su jardín, removiendo la tierra de sus plantas, entre ellas sus amorosas rosas, pero también había un durazno, un gran fresno, un viejo nopal, un granado y varios tipos de plantas más

-¡Al fin se ha dado cuenta! –Exclamó la más hermosa, satisfecha y con mucho paroxismo- Adiós ingente parásito

Pero no. No ocurrió lo que esperaba la rosa más hermosa. Ocurrió que en lugar de ser expoliado del parásito, el guardián (así es como ellas conocían y reconocían al abuelo) removió con más esmero y cuidado la tierra de su rosa más hermosa y puso un poco más de nutrientes e hizo una cerca un poco más alta, alrededor de ella

-Veamos que pasa –pensó para sí el abuelo

-¡No guardián! ¡El parásito sigue ahí! ¡Llévatelo! –Imploró la más hermosa

Pero el abuelo continuó con su labor, con las otras plantas, no sin antes regar un poco más a su rosa, la más hermosa

-¿Qué pasa, hermana, porque tanto acongojo? –preguntó la hermana rosa de la izquierda

-¿Es que no viste hermana? El guardián no solo no se llevó al parásito, al parecer acomodó más la tierra y la nutrió con un poco más de lo normal. ¡Es como si quisiera alimentarlo! –reviró a su hermana, la que hizo la pregunta, con cierta desesperación
-Pues el guardián sabe lo que hace. ¿O es que alguna vez te ha dañado a propósito? ¿Te ha dejado sin alimento, sin cuidado? No, ¿Verdad?, hasta ahora solo hemos recibido cariño y cuidados amorosos. Así que confía. ¿O es que sientes dolor?  -dijo la rosa de la derecha

-No, dolor no tengo. ¡Pero muero de angustia!

-Ay hermana, tú siempre tan dramática

Y el tiempo siguió pasando. Y el horror germinó y creció. El abuelo, contento con el resultado, cuidaba con esmero, tanto a su rosa hermosa, como al engendro.

-Bien, veamos. ¡Qué bien! Vas creciendo y tu, mi querida rosita, no has recibido daño alguno ¿O sí?

-No, guardián. Pero llévate a este ente infernal. ¡Por favor!

Pero es de todos sabido que humanos y cualquier otro tipo de ser de este mundo no pueden comunicarse. Al menos no de manera directa. A veces ni entre humanos pueden comunicarse directa y abiertamente. Mucho menos entre distintos tipos de seres.

Así que los ruegos de la rosa hermosa, no fueron escuchados por el abuelo, el cual siguió cuidando de su jardín, moviendo la tierra, colocando las piedras de tal manera que luciera un escenario más estético, regando con el agua suficiente a cada una de sus plantas.

Y el ente, que comenzó a tener consciencia sí, se llenaba de tribulaciones.

-¿Por qué, la más hermosa, quiere mi extinción? ¿A caso la he dañado? ¿Sufre por mi existencia? Si el guardián la quiere tanto, que le cuida con mucho esmero, incluso le prodiga más tiempo que las otras, no me ha extirpado de su seno ¿No es indicativo de que no soy malo, malo para ella? –se atormentaba para sí, día y noche, desde que comenzó a entender las palabras del guardián y de las demás plantas.

Pero el ente, no hablaba con nadie. Es más, todo el mundo (para las plantas, el jardín es el mundo, su mundo) pensaba que en verdad era un ente muy raro. Casi todo el mundo. Hasta que el arcano, el ser más viejo (y suponían por ello, el más sabio), el matusalén de ese mundo, que conocían como Elder, el nopal, de tronco casi tan grueso como el fresno y casi de la misma materia ruda, gruesa y fuerte del mencionado árbol, o eso pensaban todos, habló.

-Ya dejen en paz al joven Limonero –Y volvió a sumirse en su letargo. Lo cierto es que el nopal era la planta más vieja del jardín. Elder vio crecer a todas las plantas y ha visto morir a muchas otras, del jardín. Incluso ha visto y ha sido cuidado por otros guardianes.

-Sí, el guardián de ahora no ha sido siempre el mismo –Comentó en una ocasión

Porque resulta que Elder, el nopal, casi no habla. Ni se mete con alguien. Le gusta estar así, callado. Los más jóvenes del jardín, al inicio, lo confunden con una piedra.

-¡Piedra la raíz más profunda de tu familia! –les revira, cada que los escucha y tiene ganas de contestarles, para inmediatamente volverse a sumir en su profundo sueño

-Efectivamente, yo no soy el ser más antiguo de este mundo –afirmaba el fresno- Cuando tuve consciencia de mí, Elder, el nopal, ya estaba así de viejo y arrugado. Al principio pensé que yo era también un nopal y me sentía mal, porque no quería terminar así de arrugado y enojón como Elder.
Pero crecí, y crecí y seguí creciendo. Ahora sé que no soy como Elder. Somos distintos. Y también ahora sé que Elder tiene muchos motivos para ser como es. Este mundo no tiene idea del gran regalo que tenemos por tenerlo aquí, con nosotros. El sabe cosas, tantas que ni yo mismo las he escuchado todas.

-Así que eres un limonero. Pues has de ser un limonero muy estúpido –dijo para todos, la más hermosa

-Porque dices eso, hermana

-Porque no dice nada. Está ahí nada más, como Elder

-¿Y qué quieres que te diga, si desde que te comencé a entender sólo has deseado mi desaparición? –habló y tomó a todos por sorpresa, el joven limonero. A todos, pero sobre todo a la más hermosa, que no supo qué hacer. No sabía si estaba enojada o indignada o que sentimiento tenía

-¡Así que el engendro habla! –es lo único que atino decir

-¡No soy un engendro! ¡Rosa mala! –contestó el limonero, con más indignación que otra cosa

Y de esta manera continuo la vida en el jardín. La más hermosa atacando al limonero, el cual día con día, crecía y crecía. Y le salieron más ramas, con espinas. Y era todo verde. Y más alto que la más hermosa.

-Pues sí, tendrás espinas como yo. Pero no le das nada al guardián. Mis hermanas y yo, le prodigamos hermosura y vista a su mundo. Y cuando corta nuestras corolas, nos sentimos orgullosas pues lleva nuestra hermosura a más allá del mundo –atacaba un día la más hermosa al limonero

-Sólo eso tienen, estúpida rosa, belleza nada más. ¿Y a que costo?, pues para poder cortar una de tus flores, se tiene que hacer con cuidado, pues tus espinas son agudas y dañan con facilidad a aquellos que no saben de ti. Sólo para agradar a la vista. ¡Qué inutilidad la tuya! –se defendió el limonero

-¿Hablas de utilidad? ¿Y qué me dices de la tuya? Tus espinas son tan o más dañinas que las mías. Y tú unicolor, todo verde. Espinas verdes, tallos verdes, hojas verdes ¿Cuántas veces ha cortado el guardián una rama de ti, para embellecer más allá del mundo? ¿Qué le das al guardián a cambio de los esmeros que te prodiga? ¿Cuál es tu utilidad? –dijo con saña inaudita nunca antes utilizada

Y el limonero no dijo palabra alguna. No podía ¿Qué alegar en contra de lo dicho por la más hermosa? ¿Cuál era la razón de su existir? Además, la más hermosa tenía razón; la más hermosa y sus hermanas llenaban de colorido al mundo, tanto en vista como en olor. Era todo un espectáculo ver como coronaban sus corolas, abriéndose en indescriptible espectáculo. Y el olor, era la fragancia más exquisita que había conocido el limonero.

Bien que sabía de todo esto el limonero, pues al estar al lado de la más hermosa, lo situaba en el sitio perfecto para ver, admirar y sentir a detalle todos esos prodigios. ¡La más hermosa tenía razón¡ Y algo que ni el mismo limonero sabía, era que él, estaba profundamente enamorado de la más hermosa. Era por eso que las hirientes palabras de la más hermosa calaban en lo más profundo de su ser, pues eran pronunciadas por lo más querido del limonero.

-Sí, tienes razón rosa zafia. ¿Pero dime que meritos hiciste para ser lo que eres? Tu belleza es un mero accidente, producto del azar. Si tu belleza fuera proporcional a tus pensamientos, serías una poetisa. Pero en lugar de ello, dices y hieres, que en lugar de rosa, serías menos que esas hoscas mala hierba

-Órale, ¡sin ofender! –dijeron al unisonó las hierbas malas, que no han de ser tan malas, porque crecen y crecen, nunca se acaban

Y calló el limonero. Curiosamente la rosa hermosa tampoco contestó a esto último. Pues la rosa, además de hermosa, era inteligente. Y sabía que lo que decía el limonero tenía sentido. Que sus portentos le fueron otorgados sin más. Algunas veces pensaba que sería de ella si no fuera tan hermosa.

-Igual me cuidaría el guardián, como lo hace con mis hermanas –se contestaba al instante
Después de esa acre discusión, la rosa hermosa y el limonero no se hablaron más. Sin embargo, estaban unidos físicamente, pues compartían la misma tierra y los mismos cuidados del abuelo, que ya trataba por igual a la más hermosa y al joven limonero.

-¡Que regalo más hermoso! –expresó para sí el abuelo, al admirar la unión de la rosa y el limonero- no pensé que pudieran convivir

-¿Pero qué insensateces dices guardián? ¡No convivimos! –dijo la más hermosa

-Se refiere a que los dos crecemos sin problema alguno, ni tú me quitas alimento, ni yo te lo quito –dijo de refilón el limonero-aunque entiendo tu punto, no convivimos.

-Ash –puntualizó la más hermosa, con fines de terminar la incipiente charla con el limonero

-Ay guardián, si al menos me pusieras una casita, porque este calor insoportable me sofoca –dijo para sí, la rosa hermosa

-Hermana, hermana, tan quejosa como siempre –le contestó la rosa de la izquierda

Y limonero, hizo todo lo posible por que sus ramas, cada vez más abundantes y tupidas de espinas y hojas, cubrieran de los rayos del sol a la más hermosa.

-Por lo menos tú tienes al limonero, que algo de sombra te proporciona –dijo la rosa de la derecha

-No porque yo quiera, son mis ramas y no controlo su crecimiento –terció el limonero, a modo de explicación no solicitada

-Sí, bárbaro, si por ti fuera, harías que me extirparan de la tierra –contestó la más hermosa

-¡No es verdad! –dijo entre consternado e indignado el limonero

Y la rosa vislumbró un destello de ¿preocupación, cariño, cuidado? en las palabras del limonero.

-¡Que imaginación la mía! –pensó para sus adentros

Así pasaron muchos días. El limonero cada vez más verde y robusto, lleno de ramas y hojas, acurrucando a la rosa hermosa, protegiéndola del sol y del viento. Y la rosa, floreciendo y floreciendo, llenando su rededor de un sutil aroma, se multiplicaba bajo la custodia del limonero. En algún momento, la rosa, que no era tonta, se dio cuenta de la ventaja de tener al limonero como compañero. Sus ramas (del limonero), llenas de espinas como las propias (de la rosa), en la práctica eran una extensión de sí misma, pues protegían tanto al limonero como la propia rosa.

Y al ser más alto y fornido (tronco y ramas), hacían un techo perfecto, pues dejaban pasar la cantidad de sol necesaria para su florecimiento, y también el aire y el agua de lluvia. La rosa se dio cuenta que en realidad se sentía a gusto con el limonero. ¡Ah, pero su tonto orgullo no la dejaba concientizar estos hechos¡

Una noche, de luna llena, que alumbraba al jardín como si al sol le hubieran puesto una malla lechosa, pero sin el potente calor acostumbrado del día, pasó que el limonero, triste por su amor no declarado y menos correspondido, pensaba en voz baja, para no interrumpir el sueño de su amada.

-¿Por qué el guardián me cuida con tanto esmero? No doy fruta alguna, y no sirvo para dar sombra, como el fresno, pues mis ramas son hirientes y nada confortables a los demás ¿Oh guardián, habrías mejor de cortar mis raíces, sacarme de esta tierra y dejar que pase al olvido?

Pero aunque la rosa no escuchaba, por estar dormida, el viejo nopal, Elder, sí que lo hacía.

-¡Ah joven limonero!, tu tiempo esta próximo. No desesperes, como todos, tienes una razón de ser.
Verás pronto porque de los cuidados prodigados hacia ti por el guardián. No es tonto, ningún guardián lo es. En su especie, los guardianes son los más sabios. Ellos son los nopal de su mundo. Son viejos y experimentados. Aunque te contaré un secreto. ¡Yo soy aún más viejo que el más viejo de ellos! Esto no siempre es bueno, porque ya no tengo mucha paciencia con los demás. ¡Son tontos e impulsivos!

-Pero tú, mi joven plantita, todavía no conoces la razón de tu existir. A veces ni yo mismo sé la razón de mi existir. En algún tiempo di frutos. Tunas, así las conocen los de la especie del guardián. Y también mis pencas. Ah sí, joven limonero, mis pencas no siempre fueron correosas y fibrosas como ahora. Bueno, siempre han sido fibrosas. Pero ahora ya estoy muy viejo y ya no sirvo para comer. Y sin embargo, el guardián y los guardianes antes que el actual, me siguen cuidando. Creo que el simple hecho de ser tan viejo es motivo suficiente para que me sigan cuidando. No lo sé, pero se los agradezco.

-Ante mí han pasado muchos guardianes, cada uno con sus maneras propias. Algunos con menos paciencia que otros, pero todos tienen en común el tenernos siempre con vida. Así que cree en lo que te digo. Tu tiempo esta próximo. ¿Qué como lo sé? Porque soy viejo y eso me hace saber cosas que ni te puedes imaginar.

-Por ejemplo, nuestro mundo, no es el único. Ni el más vasto, por cierto. Nuestro mundo, en el mundo del guardián se conoce como jardín. Y hay muchos jardines. Así es, hay muchos otros guardianes en los muchos otros mundos. Y la rosa engreída esa, que tienes por amor (ja ja ja, no te desgaste en negarlo), puede que sea las más hermosa de este mundo. Pero hay muchos otros mundos donde puede que no lo sea. Es más, te lo afirmo, en algún otro mundo hay una rosa que es más hermosa que la más hermosa de este mundo.

-¿Qué quieres decir con eso de que mi tiempo esta próximo? –le pregunto el limonero al nopal

-Quiero decir que pronto darás tus frutos –le contestó un tanto exasperado el nopal

-¿Yo doy frutos? ¡Y son coloridos! ¡Y aromáticos! ¡Y florecen como las rosas!

-A ver ya, tranquilo. Sí, das frutos. Pues no, son verdes, como todo tu. ¿Aromáticos? Sí, pero no del tipo dulzón como las rosas. Y también tienes flores, pero son blancas y sus pétalos no son como los de las rosas. Azahar los llama el guardián. Has de saber que no eres el primer limonero que nace por aquí. Antes que tu, hubo otro. No creo que seas su descendiente, porque ha pasado mucho tiempo entre tu llegada y la extinción del anterior.

-¿Para qué sirve el azahar? Hasta donde sé, los de la especie del guardián hacen una infusión que la nombran té. Mezclan agua con tus flores y al parecer son altamente estimadas. ¿Qué preguntas haces? No lo sé, nunca he tomado té, ni creo que alguna vez lo haga. No, esas son costumbres de la especie del guardián.

-¿Entonces daré fruto y tendré flores? –preguntó con gran excitación, ánimo y esperanza el limonero

- Sí. Ahora confía y déjame dormir. Si quieres seguir quejándote, hazlo sin hablar. –tras lo cual, Elder volvió a su letargo

-¡Abuelito, abuelito, yo quiero esa cosa verde! ¿Qué es? –pregunta la nieta al abuelo

-¿Cómo que qué es? es un limón, ¿no los conoces? –le contestó el abuelo

-¿Un limón, como el del agua? Pero si esos vienen en sobres –le contesto extrañada la nieta

-¡Que sobres ni que ocho cuartos!, a ver niña ¿de dónde viene la lecha? –preguntó el abuelo un tanto consternado

-Que preguntas haces abuelito, pues de la caja de leche –contestó con suficiencia la nieta

-Sabes lo que es una vaca

-Sí, es el animalito que sale en la caja de leche

-Y porque crees que sale en la caja de leche

-Mmm, pues porque es un bonito animal

-Ay niña, mira ven acá. Esa cosa verde, no es cosa, se llama limón. Viene del árbol llamado limonero. ¡Cuidado! No tontita, no porque vayas a dañar al limonero o la rosa que está con él. Es porque ellos te pueden hacer daño, si no los tratas con cuidado. Tienen espinas y son filosas y se encajan fácilmente en la piel. Hay que tratar con cuidado y respeto a las plantas, para que podamos tomar sus frutos.

-¡Dame el limón, yo quiero el limón! –le pedía con urgencia la nieta

-¡Agh! ¡Esta amargo!

-Ja ja ja, ¿pues que en tu casa no utilizan los limones?

-Sí abuelito, pero yo pensé que éste, por ser de árbol era dulce, como el durazno o la manzana

-Ay mijita, todos los limones vienen de un árbol

-¡Todos!

-Sí, todos

-Vente, mi cielo, con estos limones que cortamos, vamos a hacer una riquísima agua de limón

-¡Pero si están bien agrios!

-Mejor. A que tus papás, deberían sacarte más seguido. ¿Pues que enseñan ahora en las escuelas?

Y mientras el abuelo y su nieta se alejaban, hacia la casa, Elder pensaba que esa era la razón por la que la madre tierra (que es el dios del mundo, según pensaban las plantas) era tan condescendiente  con los de la especie del guardián. Pues ellos sabían sacar lo mejor de los demás. Porque un limón, por sí solo, es de difícil ingesta. Pero es un fruto muy popular en el mundo del guardián. Lo exprimen en carnes y ensaladas, y lo usan para hacer agua. ¡Hasta en las bebidas lo utilizan! En un líquido que llaman cerveza y en otro liquido que llaman tequila. Y las flores del limonero también son usadas para hacer té.

Por otra parte, el limonero estaba henchido de felicidad. Se sentía más alto que el fresno y más sabio que el nopal. Hasta la más hermosa parecía menos bella, ante su magnificencia. No era para menos. El limonero, alto, hermoso, todo verde con muchas zonas emblanquecidas  por las flores de azahar, brillaban como si tuvieran luz propia; y qué decir del fruto, cargado de limones tan grandes que algunos doblaban a sus respectivas ramas.

-¡Auch! –se quejó la más bella- limonero presuntuoso, cuida tus frutos, que me golpean con desproporcionada saña

-¿Y qué puedo hacer? No soy responsable por dar tanto fruto. Y tú que alguna vez me tachaste de totalmente inútil, ahora te puedo decir lo mucho que puede obtener de mí el guardián. Sabiduría para su pequeña acompañante, pues gracias a mí, ahora sabe que los limones no se dan en sobres. También saciará su sed, pues con mi fruto hará una rica agua de limón. Y qué decir de las reuniones con otros de su especie, a los cuales engalanará con una sobria infusión de mis olorosas e inmaculadas flores de azahar. Ahora, en comparación contigo entiendo porque no sólo no me desterró, sino que me cuidó con esmero y cariño. Pues de ti únicamente obtiene una buena vista y un, debo admitirlo, refrescante aroma. Pero yo también doy aroma, y sació la sed y acompaño su comida. ¿Acaso hay té de rosas? –terminó de encomiar el limonero su valor propio e incordiar el de la rosa, la más hermosa

-¡Tu patán, engreído, grosero, irrespetuoso, altanero, falto de tacto, te odio! –fue lo que atinó decir la rosa hermosa, antes de quebrarse en un ríspido ataque de llanto
El limonero no pudo evitar sentir tristeza por haber tratado así a la rosa hermosa, su amor secreto. Pero no podía pedir disculpas. No, ella se lo tenía bien merecido. Y sin embargo, su corazón no sentía alegría. Sí, había demostrado que él era tan o más valioso que la rosa hermosa. O al menos eso creía. Pero a que costo.

Inconsolable, la rosa hermosa, no dirigía más la palabra al engreído limonero.
Hasta que un día, un particular día que al atardecer era cubierto por una intensa y pertinaz lluvia, que rayaba en tormenta, nunca antes vivida por la mayoría de los habitantes del jardín, pasó que la más hermosa se moría de miedo, pues el cielo atronaba en sucintos rayos y centellas que cada vez se hacían más y más largos. Lo peor, eran que cada vez se acercaban más y más a la tierra. La rosa hermosa temblaba de miedo inaudito.

-¡Voy a morir! –gritaba la rosa hermosa, que apenas era audible, pues las centellas, ahora transformadas en rayos, sajaban la tierra, cada vez más cerca del jardín

-No, no lo harás. Y en caso de que lo hagas, antes he de morir yo –le contesto el limonero con suficiencia y del todo convencido

-¡Ah sí! ¿Y como me aseguras que has de morir tú antes que yo? –le pregunto la rosa hermosa, un tanto extrañada por la franqueza de la afirmación de su (según ella) archienemigo

-Porque un día escuche como el hijo, título dado por el propio guardián a uno de su especie, le explicaba a la pequeñita que viene con frecuencia a nuestro mundo, acompañada del guardián, que no tenía por qué preocuparse por los rayos, que la casa la iba a proteger. Y que en caso de que cayeran, los rayos preferían los árboles grandes y puntiagudos, como los pinos de allá –le explico el limonero lenta y pacientemente a la rosa hermosa

-La pequeña le pregunto si esta preferencia era por los árboles y el hijo del guardián le contesto que sí, que antes que caer en la casa, un rayo preferiría caer en el fresno –continuo explicando el limonero

El fresno miró con cierta malicia al limonero, pero sabía que era verdad.

-Así que en orden de preferencia, el rayo seguirá con los árboles más pequeños. Y yo, bien has escuchado decir al guardián, soy un árbol –dijo finalmente el limonero

-Arbusto, más bien –acotó, en un acto reflejo por no estar de acuerdo con el limonero y para incomodarlo, aunque en realidad un limonero es considerado un árbol, no un arbusto

-Árbol, arbusto, pequeña hermosa –no pudo evitar decirlo así, el limonero-el rayo caerá en mí antes que en ti. Y por eso afirmo que antes de morir tú, por actos de un rayo, he de morir yo

-Pero antes que tú o yo, ha de morir el fresno y los pinos –acotó por último la rosa hermosa

-Bueno ya, nadie va a morir –dijo con exasperación el viejo fresno, sin dejar de mirar con malicia y disgusto al limonero y a la rosa hermosa

-Ja ja ja –reía abiertamente y con suma franqueza el todavía más viejo nopal

-También tú, Elder –le dirigió con cierto sufrimiento el fresno al nopal

Después ese día tormentoso (literal), si bien la relación de la rosa y el limonero no fueron toda dicha y amor, sí se fue paulatinamente consolidando. La rosa hermosa fue cada vez menos soez, mordaz y agresiva en su comunicación con el limonero y el limonero, bueno el limonero nunca dejo de prodigar cariño y amor en cuanto a la actitud hacia la rosa, su gran amor.

-¿Qué es simbiosis, abuelito? –preguntó la nieta a su abuelo, una ocasión que se encontraba haciendo su tarea

-La wiki dice que es “la vida en conjunción de dos organismos disimilares, normalmente en íntima asociación, y por lo general con efectos benéficos para al menos uno de ellos” y muchas cosas más que me da flojera leer y que además no entiendo –siguió inquiriendo la nieta al abuelo

-¿La wiki? Eso que es –preguntó el abuelo

-Internet, abuelito, mira –con lo que la nieta le enseñó la página donde estaba leyendo la información

-Bueno pues sí, es mucha información para tu edad. Pero algún día leerás eso y mucho más en mucho menos tiempo. Y entenderás y te servirá para hacer otras tareas mucho más complejas que esta –razonaba un tanto para sí, un tanto para su nieta

-Bien pues simbiosis es… ven vamos al limonero. Eso hija mía, es simbiosis, simbiosis amorosa

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