jueves, 8 de marzo de 2012

El super amante


Y sucedió que Lucio, cansado de buscar una mujer que lo amara, decidió convertirse en el mejor amante del mundo. O al menos esa era su idea. Comenzó a documentarse, porque Lucio tenía estudios y sabía que tenía que hacer una investigación, a fin de cuentas eso le había servido como estudiante. ¿Qué es un buen amante? ¿Hay escuelas o institutos que den cursos sobre las artes amatorias? ¿Qué atributos físicos se requieren? Estas y otras preguntas poblaron su mente durante el tiempo que duro su investigación.
Después de leer libros de sexualidad, el Kama Sutra y consultar especialistas en el tema (al principio le resultaba penoso, porque como iba sin pareja, causaba un poco de extrañeza a los especialistas del tema, pero después, supo sacar la información precisa que necesitaba de tales expertos), comenzó la práctica. Nuevamente, al ser neófito en su búsqueda de ser el mejor amante, no sabía exactamente por dónde empezar.
Así que siguiendo su sentido de la practicidad, decidió contratar los servicios de una puta.
- ¿Qué quieres que te diga qué?
- Que me digas que caricia te gusta más y porque, que me digas donde te gusta que te toque, te bese o te acaricie, y si algo no te gusta, también quiero que me lo digas.
Al inicio, como todo, tuvo inconvenientes. Muchas prostitutas lo tachaban de “loco”, “raro”, “freak”, algunas otras le decían que eso era algo personal y que ellas vendían sexo, no amor, que el amor no se puede comprar y se iban (como el pago es por adelantado, eran pérdidas totales, pues en esas ocasiones no sacaba ni siquiera un comentario sobre lo que estaba buscando).
Pero muchas, muchas otras, le seguían la corriente. Algunas por ser novatas en el oficio, otras porque les causaba verdadera curiosidad, otras porque les pagaba y al cliente lo que pida. De tal manera que Lucio comenzó a verdaderamente aprender. Después de todo, llegó a la conclusión, una puta es una mujer, puta, pero mujer. Y como tal, siente, siente como mujer.
Y aprendió. Demasiado. Al inicio fue totalmente el enfocarse en el cuerpo, en el suyo y en de las mujeres. No tienes idea de la infinita cantidad de lugares corporales que pasamos por alto, tanto ellas como nosotros, me dijo. En algún punto de su costoso aprendizaje, tanto económico, como personal (ya llegaré a ese punto), ocurrió que surgió una variable no prevista en su afán por ser el mejor amante del mundo.
Sucedió que comenzó a interesarse verdaderamente en la vida personal de sus “maestras”. Esa “pequeña” variable es un universo de posibilidades. No tienes idea de lo importante que es para una mujer (y también para nosotros, debo aclarar) el interesarte por sus cotidianidades. Te puedo afirmar que es ahí donde se enamoran, me dijo. Los sueños, las angustias, la rabia contenida y toda una serie de sentimientos que no tienes con quien compartir. ¡Sólo eso! ¡Compartir! Creo que por eso llamas a tu pareja compañero de vida.
En el transcurso de su investigación/aprendizaje, llego a conformar lo que él llamaba su “harem”. Al final, conformado ya no únicamente de prostitutas, ya no pagaba, incluso, le pagaban. No todas, pero si las nuevas.
Y es que al poner en práctica lo dicho por los libros y los expertos en sexología, Lucio adquirió gran fortaleza, tanto física como mental. Física para poder realizar la inmensa diversidad de posiciones sexuales, muchas de ellas no practicadas por el común de la gente, por los requerimientos físicos necesarios. Mental porque para que una mujer, multiorgásmica por naturaleza, se sintiera plena, satisfecha totalmente, Lucio tenía que retrasar lo más posible su uniorgasmo.
Te puedo decir, me dijo, que hubo un cambio en mí. Un cambio físico, ahora poseo un halo que antes no tenía. Era fofo y lento, sin coordinación y de reflejos lentos. Pero esto de ser un amante profesional, te obliga a adquirir destreza física, habilidad mental, y la conjunción de ambas. Incluso mi manera de vestir es diferente. Una diferencia sutil, pero lo suficientemente perceptible. Mi manera de vestir es una extensión de mi carisma sexual.
No quiero parecer pedante, pero de verdad, hasta mi manera de vestir les resulta atractiva. Me he convertido en un imán sexual. Mi porte, mi manera de hablar, mis maneras, todo ha cambiado. Y así continuo contándome de cómo llego a convertirse en el amante perfecto.
Les había comentado que al final ya no pagaba y su harem la componía no solo de prostitutas. No, me dijo, ahora hay sobre todo profesionistas. No soy muy exigente en cuanto al físico. No todas mis “amigas” son muy guapas, no todas tienen los cuerpazos. Pero para que obtengan mis servicios, deben de tener un algo que no te puedo explicar, porque ni yo mismo lo sé con exactitud. Antes de llegar a la cama, hacemos una cita, como cualquier cita. Puede ser al cine, al teatro, una caminata al parque, lo que ella prefiera, pero siempre, al final de esa cita inicial, vamos a tomar un café, o cenar (casi todas mis citas son en la tarde/noche).
Debe ser en un lugar donde podamos hablar con tranquilidad. Es ahí donde decido si acepto “un trato” con ella. ¿Qué tienen en común las mujeres que me buscan? Soledad, eso tienen en común. Rodeados de tanta gente y estamos solos. Incomprensión. Algunas de ellas son casadas, guapísimas, con hijos y una vida social de cuento. Pero están solas. Así que yo, además del tratamiento físico, las escucho. No falla.
¿Cuánto cobro? No atiendo a hombres ¿Ok? Soltando una risa franca, cálida y contagiosa, me miró. No, pues si nada más es curiosidad, a mí también me gustan las mujeres, le reviré.
Depende del sapo es la pedrada. Y del riesgo. Como te dije antes, tengo unas clientas que son casadas. A veces, si el apellido es muy conocido, no me arriesgo. No quiero terminar encajuelado. Aunque me llegan muchas de clase media. A esas las atiendo mas por puro gusto que por el dinero. Sí, tengo un excelente ingreso que ya no necito trabajar. Aunque al inicio me costó mucho dinero, ahora he recuperado, con mucho interés, la inversión.
La verdad es que no fue mi plan convertirme en lo que ahora soy. Eso fue algo circunstancial. Yo comencé a ser “el mejor amante del mundo” porque una mujer no me quiso. Yo la amaba, ¿Sabes? Amor, sí. Ahora, pues quiero mucha las mujeres con las que salgo, por supuesto, y si una no me gusta, y no me refiero únicamente al físico, no salgo con ella y punto. Las quiero, pero no las amo.
Muchas de ellas dicen que me aman. Muchas me dicen que me quede con ellas, que no necesito hacer mas este “trabajo”. Y me consta que algunas están en la posibilidad de sacarme de “trabajar”. Pero no, no hago esto por dinero. Bueno, ahora es mi fuente de ingresos. Pero en dado caso puedo regresar a hacer mi trabajo de oficinista.
¿Qué porque lo hago? ¿Tú coges? Bueno pues imagina coger con una mujer distinta cada día de la semana, y si quiero, sábados y domingos incluidos. A eso súmale el dinero. Por eso lo hago, porque me gusta y me da una manera de vivir. Casi no me siento mal, porque no hago promesas que no vaya cumplir. Tampoco las extorsiono o las obligo a darme más dinero que el pactado.
Sí, muchas me traen regalos, que un reloj, una camisa, corbatas, bueno a veces basta hacer un comentario tipo “ya vi el libro fulano de tal en la librería, en cuanto pueda lo voy a comprar” para tener (dependiendo de a cuantas les comente) más de una copia del mismo. Me siento querido.
Pero lo que realmente quería es sentirme amado. Yo pensé que era mi falta de habilidad para relacionarme con las mujeres lo que estaba mal. Y sí, era muy tonto para “ligar”. Y pensé que eso se relacionaba con ser un buen amante. Así empezó todo.
Y este es mi testimonio, de cómo escuche de Lucio, un hombre que dedico una parte de su vida a convertirse en el mejor amante del mundo, que al parecer lo ha conseguido, que no es feliz.
Yo lo que quiero es ser feliz. Dijo, apurando lo que quedaba de su bebida, para dedicarme una sonrisa, un apretón de manos y decirme “sale pues, ahí la vemos”. Lo vi alejarse de la barra del bar, para reunirse con una mujer de unos 25 años, trigueña, guapa y con un cuerpazo, vistiendo una minifalda dorada, que resaltaban un par de interminables piernas tostadas por el sol o por una máquina de bronceado. Parecía una muñequita Barbi. Ambos parecían una Barbi y un Ken. Aunque desde mi perspectiva, Lucio en realidad no es un hombre guapo, pero tiene un aura, tiene un algo que no es guapura, diría yo que es atractivo, en su vestimenta, en su postura, su forma de hablar, la manera en que te mira, en sus expresiones, todo ello es de una calidez abrumadora.
Así que veamos ¿Dijo que comenzó por leer el Kama Sutra e ir con un sexólogo, verdad?

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