viernes, 7 de agosto de 2009

Tal vez algun dia...

En paz

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas noches de mis penas;
mas no me prometiste tú sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Amado Nervo.

Hace ya muchos años (¡ah! de nuevo esa fijación por el tiempo) cuando era un imberbe, desgarbado, flaco y despistado puberto leí ese poema (entre muchos otros), para la materia de Español. Ahora estoy gordo, sigo desgarbado, sigo despistado (iluso, pensaba que con el paso del tiempo la tranquilidad se iba a instalar en mi vida, de la misma manera en que se instalaron los deberes y obligaciones de un adulto), por supuesto que ya no soy un puberto (pero a decir de las pocas mujeres que han compartido momentos de intimidad conmigo, tarde o temprano, terminan expresándome “¡Pareces niño!”, a lo cual siempre afirmo con la seguridad propia de quien sabe de lo que habla “¡Soy niño!”).

En aquel entonces simplemente me gustó como se leía, como se escuchaba, como estaban diseminadas las palabras. Ahora puedo afirmar que no lo entendí, no del todo. Pero me gustó muchísimo, tanto que me dio por leer la vida del autor (interesante, por cierto). Quisiera decir que fue el comienzo de mi gusto por la lectura, pero la verdad es que no recuerdo con exactitud cuando me dio ese gusto que raya en la obsesión.

Hasta este momento, cada que recuerdo ese poema me convenzo más y más que tengo un espíritu viejo, y con el paso del tiempo ese espíritu se empareja más y más con el cuerpo en el que habita. Eventualmente terminaré teniendo un viejo cuerpo con un viejo espíritu.Tal vez entonces encuentre el equilibrio. Ahora sólo espero algún poder decir con la certeza, seguridad y sabiduría de quien sabe de lo que habla :

“Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”

1 comentario:

El Signo de La Espada dijo...

Ja! Hoy precisamente me estaba acordando de ese poema.

Nos vemos