Hagamos un contrato: yo te proveeré de todo aquello que este a mi alcance, de todo aquello que depende de mi trabajo, todo eso es desde ya, tuyo. Incluso todo aquello que creas que te puedo dar, si es mío, también ya es tuyo.
A cambio dame los momentos que él desecha con desdén, dame los suspiros que tu amor no escucha, déjame estar ahí cuando nada más tienes a tu osito de felpa al que te aferras como si de ello dependiera tu cordura.
¿No es acaso un buen contrato?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario