19 agosto 2012

De la práctica cotidiana

Resumen: pensando en mi actuar como profesional 
del área de la salud mental, dudas varias.
 
Estaba pensando en mi ocupación actual. Pensando en que tanto debo de tener experiencias. Para aquellos que no estén enterados (no tienen porque estarlo), estoy desarrollándome profesionalmente en el área de la salud mental, ramo psicología.

Estoy en el servicio social en hospital, esto es, el área clínica. Y se atiende de todo. Desde niños, hasta personas en senectud. Particularmente prefiero los adultos, aunque desde el punto de vista de mercado, los niños son una especialidad que no debe dejarse a un lado, así de primera instancia.

Pero de plano la gente longeva no me llama la atención. Pero en lo que estaba pensando era en la cuestión de vivencias. Esto es, como puedo dedicarme a, digamos, la dirección de niños con problemas, si no tengo hijos. Por supuesto que sé muy poco, pero todo ello lo suplo, o al menos eso pretendo, leyendo e investigando al respecto. Adolescentes, bebés, suicidios, psicopatologías, pruebas, investigaciones recientes, dudas a los profes (chafas, pero peor es nada) y al tutor.

Sin embargo, siento que de alguna manera debería tener algo de experiencia en la práctica. Porque por más que uno vea a, digamos niños, no se puede comparar con una vivencia cotidiana. Ahí siento que estoy en un posible fallo. No lo sé. Creo que llevaré esta duda a mi contenedora (un psicólogo que si bien no es tu psicólogo, si es el medio de “contención” de lo que se vive en el consultorio, porque le cuentas los casos que más te han o hacen mella de manera personal. Por ahí leí que no hay nadie más solo que un psicólogo; algo hay de cierto).

Ah, también me ha tocado tratar problemas de pareja. Nuevamente, mi experiencia personal en ese plano es prácticamente inexistente. Mis relaciones han sido, además de cortas, muy pasionales y con finales más bien tristes y dignos de contarlos en la barra de una cantina de mala muerte. Así que ahí estoy, escuchando y haciéndola de árbitro, siguiendo los lineamientos de la psicoterapia, aplicando la teoría y poniendo la máxima atención, cuidando las formas, los modos, siendo lo más neutral, pero haciendo notar aquello que la pareja no ve o ve de otra manera. Es arduo y difícil, pero no imposible. Y los resultados, al menos eso creo, no han sido malos, siguen viniendo.

De hecho, fueron los mismos pacientes quienes sugirieron que trajeran a sus parejas, así que algo bien debo estar haciendo. Algo similar pasa con los pacientes adolescentes. Tampoco son muy de mi gusto, porque tiene uno que andar separando la problemática real, de las imposiciones propias de la edad (hormonas, principalmente). Pero el punto crítico que tengo, es precisamente esa duda, ¿Basta con que siga estudiando libros, investigaciones y yendo con especialistas? ¿O definitivamente tengo que vivir en pareja, tener hijos, para poder lograr ser un buen terapeuta?

Me consuelo diciéndome que no es necesario sentir dolor para saber que duele. Espero se entienda el símil, a veces los pongo muy rebuscados. Como corolario diré que me gusta mucho esta nueva y espero, final faceta de mi vida como profesionista. Sé que no ganaré tanto como en mi antiguo trabajo; a cambio tengo más tranquilidad y menos neurosis en mi vida cotidiana.

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