Hagamos un contrato: yo te proveeré de todo aquello que este a mi alcance, de todo aquello que depende de mi trabajo, todo eso es desde ya, tuyo. Incluso todo aquello que creas que te puedo dar, si es mío, también ya es tuyo.
A cambio dame los momentos que él desecha con desdén, dame los suspiros que tu amor no escucha, déjame estar ahí cuando nada más tienes a tu osito de felpa al que te aferras como si de ello dependiera tu cordura.
¿No es acaso un buen contrato?
Exponer las ideas del autor, con la finalidad de recibir retroalimentación del amable y del no tan amable público de Internet
26 octubre 2007
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