30 noviembre 2013

Fractales y podofilia

Veamos, por dónde empezar. Tengo podofilia (no pedofilia, eso es otra cosa), que es la parafilia sobre los pies. Pies de mujer. La podofilia es una catexia que es colocada en los pies. A ver, en términos ralos: me excita ver los pies de las mujeres.

Muchas veces se confunde esto con ser pervertido. Y todo depende del contexto. Según Freud, cualquier expresión de la sexualidad cuya finalidad no es la procreación, es una perversión. Definitivamente los pies no conllevan a la procreación en sí mismo. De ahí que sea considerada una perversión.
 
Sin embargo, fuera de esa “extrañeza” de sentirse excitado por los pies femeninos, no hay, intrínsecamente, una perversión; perversión entendida como algo malo o prohibido. Y no tienen (o tal vez sí) idea de la cantidad de hombres, y supongo que mujeres, que tienen fetichismo por los pies. Y las mismas mujeres lo promueven, basta notar la cantidad de modelos de zapatos para las mujeres, sobre todo zapatillas y en general zapato abierto que existe en el mercado.
 
Pero aun y que hay muchos con este tipo de expresión sexual, y que actualmente ya no se considera una perversión, me intriga la razón de ese “gusto”. Es que no tengo idea de donde me vino este gusto. El evento más temprano que recuerdo con respecto a la podofilia, es cuando estaba en la secundaria (13 o 14 años tendría). Una compañera solía utilizar zapato abierto, que si bien no era zapatilla, tampoco eran los tan anti sexys zapato cerrado que se acostumbra usar en la secundaria.
 
Y me gustaba ver sus pies. O la parte que enseñaba, que era el empeine. Esta compañera, además, tenía un prominente busto, que a su muy tierna edad, la hacía sobresalir sobre la mayoría de las demás mujeres. Tenía unas tetas hermosas. Pero bueno, las tetas (que es mi parafilia predilecta) me llevaron a los pies. Después de ese periodo como que entre en latencia y ya no le daba mucha importancia, hasta que llegue a la universidad. Digo, de vez en cuando volteaba a ver los pies de las mujeres, en el periodo de la preparatoria, pero fue hasta la universidad cuando tome consciencia de esa excitación que hasta llegué a pensar que era raro.
 
De hecho, así fue durante mucho tiempo. En aquella época no tenía nociones de psicología, mi carrera estaba enfocada a un rumbo totalmente distinto (ingeniería), era mucho más ajeno a mirar y explorar dentro de mí. Además la universidad es tan absorbente que realmente queda poco tiempo a estar filosofando.
 
Hace un par de años que me comencé a preguntar la razón de esta parafilia. Aunque desde hace más años ya me había dado cuenta que en realidad era una expresión de la sexualidad más común de lo que pensaba, que de hecho está presente en la mayoría de los hombres heterosexuales y que además demuestra una feminidad profunda (el uso de zapato abierto por parte de las mujeres), casi como usar falda.
 
En esta investigación, he leído que una posible explicación de la podofilia es el gateo, es decir, que como los bebés pasan un primer periodo gateando, lo que tienen a su alcance son los pies de sus padres. Y como casi siempre es la mamá la que se queda a cargo del bebé o en su defecto, los encargados de un bebé (como en una guardería) son mujeres, pues de ahí nace esta parafilia. Esta explicación no me convenció del todo.
 
No recuerdo nada de cuando era bebé. No recuerdo haber gateado. Así que si el gatear es el origen de la podofilia, debe estar muy profundamente oculta en el inconsciente. Además esta explicación como que no cuadra con las mujeres. Las mujeres gustan, creo, de lucir con zapatos abiertos, mientas que los hombres nos excitamos de verlas con zapato abierto. No creo que una mujer se excite por ver sus pies en zapato abierto; tal vez se exciten que nos excitamos.
 
Pero incluso eso es muy debatible. Mi punto es que yo no me excito por ver mis pies, ni me dan ganas de ponerme zapatillas, sin embargo adoro ver unos pies enfundados en sexys zapatillas. Y después de esa explicación, ya no encontré otra razonable. Es como los senos de las mujeres, que nos resultan tan altamente erotizantes. Tal vez la podofilia es del mismo tipo. Que quien sabe cuál es el tipo, pero es del mismo tipo.
 
Así que pragmático que soy, comencé a analizar la razón de este gusto. Y me di cuenta que no es el pie en sí mismo lo que me resulta tan atractivo. Es la posición. Es decir, cuando veo a una mujer que usa zapatillas y me gusta, y veo a esa mujer sin zapatillas, inclusive, descalza, la excitación no es la misma. Prefiero verla en zapatillas que descalza. Sí, de eso me acabo de dar cuenta, y por eso es que escribo esta entrada.
 
Me parece que la fuente de la excitación por los pies femeninos es el resultado de la manera en como lucen, cuando están enfundados en zapatillas, principalmente. Y lucen con curvas. Cuando están descalzos, los pies lucen menos curvos. De ahí la otra parte del título, fractales. Básicamente, un fractal es una estructura que se conforma de la misma figura que representa, como el triángulo de Sierpinski.
 
Y he llegado a la conclusión de que la curvatura que se hace en el arco del pie y la curvatura del empeine, remiten a la curvatura del cuerpo femenino. Es decir, la cintura sería el arco del pie, la cadera vendría a estar en el talón y los pechos en la curvatura del metatarso. Así que los pies, cuando están curvados de manera no natural, por el uso de una zapatilla, remiten al cuerpo femenino. Y a quien no le gusta ver las curvaturas de una mujer.
 
Por cierto, los gringos utilizan el término “feet cleavage”, para referirse a la podofilia, y que viene a traducirse literalmente como "escote del pie”. Curioso.
 
Ya puedo dormir tranquilo. Bueno, en realidad no. Pero esa es otra historia.
 
Referencias (algunas).
 

21 noviembre 2013

La luna

Desde que los teléfonos sacan fotos, digamos, aceptables, tenía el deseo de fotografiar a la luna, tal como la veo por las noches. Siempre obtuve este tipo de fotos:
 
 
¡Por favor! Eso no es lo que estoy viendo. Claro, hay que utilizar la herramienta adecuada. Y para tomar una foto nocturna, una cámara de celular, pues no es suficiente. Se tiene que ajustar el ISO (que me parece es el grado de sensibilidad de la película fotográfica), la velocidad de obturación y el diafragma (que es algo así como la velocidad de parpadeo y que tan abierto o cerrado está el párpado, si lo pongo en términos humanos). Y entonces sale algo ya decente, como esto:
 
 
 
¡Lo conseguí! Una foto de la luna que refleja mucho mejor lo que estoy viendo. Definitivamente una cámara es la herramienta adecuada, si lo que quieres es tomar fotos decentes. Dejo aquí otra toma que me gustó mucho.

 
No soy profesional de la fotografía, así que tal vez este exagerando, pero mis tomas de verdad me gustaron mucho. Por cierto, todas las fotos están recortadas.
 
¡Saludos!

14 noviembre 2013

Fotografié un OVNI

¿Más vale tarde que nunca?

Mi relación con los ovnis es variopinta. En mis años mozos fui un creyente. Con el paso del tiempo me volví escéptico. Ahora no me importa si existen o no. El tema ovni fue la entrada para que me volviera un asiduo lector. Gracias a los ovnis es que comencé a leer más de un libro por mes. Bueno, comencé a leer.

Recuerdo que mi papá, con muy buenas intenciones, pero pésima ejecución, me quiso hacer un lector. Me regaló, autografiado, el libro “Platero y Yo”. A mis escasos 9 o 10 años no llamó en absoluto mi atención, amén de que utiliza un lenguaje “rebuscado” (en esa época para mí) de tal suerte que le preguntaba constantemente ¿Y esta palabra que significa? ¿Y esta otra? Total, mi papá se cansó y yo me libre de leerlo. Incluso hoy día no lo he leído. Mmm…
 
Sin embargo, digamos que sí leía. Me gustaba mucho una revista que se llamaba “Duda, lo increíble es la verdad” de la extinta Editorial Posada. Era un panfletucho que abordaba temas esotéricos, supernaturales bajo una óptica cientificoide. De esa revista me entró la curiosidad y el afán de leer sobre extraterrestres, ovnis, fantasmas, meta física, eventos paranormales, etc.
 
La verdad es que todavía conservo algunos ejemplares; soy un coleccionista de esa revista, aunque no tengo muchas. Si tú, lector, tienes ejemplares y te quieres deshacer de ellos, contáctame. Me gusta mucho, porque uno de los dibujantes, mi preferido, Luis Chávez Peón, hacía unos trazos que despertaban en mí (aun lo hacen) ese sentimiento de estar ante algo críptico, vedado, que se muestra a un reducido número de iniciados.
 
Sus dibujos suelen ser sombríos, pero bien hechos. Y como la revista era de bajo presupuesto, los colores reinantes eran el negro y casi todo lo demás de un color naranja, una combinación difícil de manejar, pero que supieron sortear con bastante éxito. Sé que esa revista incluso se exportó a Japón y Argentina, cuando menos.
 
Muchos parientes míos, en su incipiente pubertad, la compraban y pues yo disfrutaba de sus escandalosos titulares:

  • ¿Eran extraterrestres los Mayas?
  • ¿Hubo civilizaciones subterráneas antes del diluvio?
  • Las 37 mil figurillas de Acámbaro: ¿Archivo de los Dioses?
 
Mi abuela me decía que me iba a volver loco por leer “esas loqueras”. Así que con esa “formación” como antecedente, me maraville con el primer libro que leí: “La punta del Iceberg” de Juan José Benítez, o J. J. Benítez, más conocido por su saga de libros “Caballo de Troya”, que obviamente también leí.
 
Durante mucho tiempo fue mi autor preferido. No tenía otro. De su vasta obra, solo me siguen gustando dos, el ya mencionado “La punta del Iceberg” y “La quinta columna”. Incluso se los recomiendo, a sabiendas que lo más probable es que sea fruto de su incontenible imaginación, ya que esos libros se ostentan más como un producto de investigación y entrevistas, relacionadas con los ovnis y extraterrestres.

Pero son entretenidos y fáciles de leer. Así fue como me convertí en “creyente”. Mi credulidad, ahora lo razono, era más por esa cuestión de ser un tema “oculto” que por lo increíble que es pensar en otra forma de vida, más allá del globo terráqueo. De esa época recuerdo como me desvelaba viendo por el canal 9 de la Ciudad de México a Nino Canún y su programa ¿Y usted qué opina? De esa época es, el hoy tan desacreditado Jaime Maussan. Me parece que en ese programa definió su carrera. 
 
Porque tal vez no lo sepan, pero Jaime Maussan hacia periodismo serio, de investigación, tipo Ricardo Rocha. Jaime hacia reportajes para el programa “60 minutos”. Supongo que vio y vivió el potencial económico del tema ovni y ahí se quedó. El dinero es el dinero, sí señor.
Curiosamente, por esas fechas, yo iba a la escuela en la tarde, por lo que llegaba a eso de las 9 o 10 de la noche, hora que comenzaba el programa. Y hasta el otro día. Así que tantito el niño es risueño y todavía le haces cosquillas.

Así que durante mucho tiempo miraba al cielo en busca de esa prueba irrefutable de la existencia de los ovnis, poder decir “sí, yo vi uno” o mejor aún “le saqué una foto”. Incluso acampé en cerro, en pleno despoblado, con amigos, claro, ellos para definir una hombría, creo, y yo también, pero con una finalidad oculta: ser testigo de un avistamiento.

Pensaba yo, que si pasaban casos en la TV, entonces no podría ser tan imposible ser testigo de uno. Y pasaron las acampadas y el escudriñamiento al cielo y los años y las lecturas se fueron especializando, en temas netamente científicos, en lecturas serías de grandes filósofos y me volví contra ello que tanto me entusiasmó. Un escéptico. Aún lo soy. Solo que ahora no me importa si hay o no hay vida en otro planeta. Si hay, que bien. Y si no, pues no y ya.
 
Sigo volteando al cielo, ya no en busca de ovnis, volteo solo para maravillarme de lo poca cosa que soy, que somos como humanos. Allá arriba, hay lugares tan inhóspitos que el tan solo teorizar en cómo se puede vivir en esos lugares, resulta fascinante. El saber que nuestro astro rey, está por debajo de verdaderos colosos como Betelgeuse o Antares, me sigue asombrando.
 
Disculparan mi verborrea escribana, la verdad no pensé en escribir tanto para esta entrada. Porque el tema es que fotografié un ovni. Eso, un Objeto Volador No Identificado. A menos yo no lo puedo identificar. ¡Ah! Que hubiera dado por sacar esta evidencia en aquella época, de cuando era creyente.
 
Porque fotografié un ovni, no un extraterrestre. No sé qué sea. Puede ser un defecto de la lente, un defecto de la cámara, una mota de polvo, una cagada de pájaro, un pájaro, etc. Veo la foto y no me produce ese furor que en otra época de seguro habría tenido.
 
Casi siempre estoy a destiempo. Hoy que tengo una evidencia de algo que quien sabe que es, no me hace sentir fuegos artificiales. Lo que puedo comentar son los hechos:
 
  1. Tenía la intención de fotografiar a los cerros, esa es la razón de esas fotos
  2. No vi ese objeto, hasta que estaba pasando las fotos a la computadora. Mi primera impresión fue que era un error del objetivo, una suciedad
  3. Por lo anterior comencé a revisar las fotos de antes y después del ovni
  4. La foto posterior es de unos 4 minutos después y la anterior fue de unos 4 segundos
 
La foto posterior no es de mucha utilidad, dado el tiempo, pero sí la anterior, que fue a pocos segundos y casi en el mismo lugar. Le enseñé la foto a un amigo, y como él también es escéptico, concluye que se trata de un pájaro. Un pato o zopilote. Pato no creo, porque no hay patos por acá, no seas wey, le dije. Ah tons es un zopilote. Eso sí puede ser.
 
Les dejo dos fotos, una de antes y la del ovni. Porque eso es. Un ovni.
 
 Foto tomada a las 10:07:35 a.m.

  Foto tomada a las 10:07:39 a.m.
El ovni se muestra como una mancha en el cuadrante inferior derecho, como saliendo o yendo hacia el cerro de la derecha (viendo la foto así como la tienes en tu pantalla)
PD: Están bien chidas mis fotos  ¿A poco no?

12 noviembre 2013

El precario equilibrio




"Y cuando el sol sea devorado por la oscuridad, ellos vendrán y regirán hasta el final de los tiempos. No lo olvides..."

06 noviembre 2013

Anotaciones sobre mi estado de ánimo

Me estoy preguntando que tan fuerte es este sentimiento de desesperanza y tristeza, comparada con mis experiencias pasadas. Como para saber si esta relación fallida era de las buenas. Aunque en realidad no necesito medir eso para saber que sí, ésta era una de las buenas.

Pero bueno, ya que estaba pensando en eso, creo que si pudiera medir la intensidad de lo que siento, digo que es el mismo. La diferencia es que ya sé que va a pasar. La primera vez sentía que no podía vivir más. Bien, ahora sé que de esto no me voy a morir.
No por eso es menos intenso y doloroso. En twitter me quejaba que porque no podía ser un depresivo normal, de esos que no comen y nada más se la pasan durmiendo. Aunque usted no lo crea, la depresión tiene su razón de ser. Al dejar al individuo sin energía (la depresión tiene esa característica, en otras, como falta de apetito, falta de sueño, infravaloración, culpa, etc.) "desconecta" al cerebro o lo intenta desconectar (como cuando dormimos) para hacer menos dolorosa la experiencia.
Es algo maravilloso nuestro cerebro. No necesitamos de un objeto tangible, digamos una ajuga o una flama, para sentir dolor. Por ejemplo, en mi caso, siento dolor a pesar que no hay algo tangible que me genere ese dolor. Y sin embargo me siento muy mal. No tengo ganas de hacer las cosas que hago cotidianamente y en mi caso, no puedo dormir.
En esencia, la depresión presenta cambios humor, de apetito y de sueño en los individuos: o no comen o comen en exceso (y se presenta un aumento de peso), no duerme o duerme mucho, o esta triste o está muy irritable. Sin embargo, la creencia coloquial es que se la pasa durmiendo y no come.
La desconexión a la que me refería puede ser por dormir en exceso o por hacer actividades, como comer o estar llorando para intentar "desinflamar" el sentimiento opresivo que presenta un depresivo.
Regresando al tema que comenzó esto, la diferencia no es tanto (en mi caso) la intensidad del sentimiento de abandono y desesperanza por la vida, sino que sé que no hay algo que pueda hacer para no pasar por lo que tengo que pasar. Es decir, la vida no se detiene. No es posible tal cosa. Bueno, técnicamente si me suicido, pues si de detiene, pero solo se detiene para mí. Aunque yo me suicide la vida va a continuar.
Así que si la primera vez sentía que me iba a morir, ahora siento esa misma sensación, pero también sé que no moriré. Al menos no por ese oscuro sentimiento que me embarga. La distancia y el tiempo, mi estimado lector, son la medicina infalible.
De todas maneras, si presentas los sentimientos antes descritos por un periodo superior a dos semanas, es altamente recomendable que acudas con especialista, un psicólogo para revisar tu caso.
*Ñam ñam ñam mmm rica lasaña*



05 noviembre 2013

La cámara


Hoy marco un nuevo hito en mi vida. Un hito nada agradable, muy negativo. *Nota: ya no debo dejar constancia de lo malo, sino de lo bueno.

Sin embargo, el de hoy, es un hito negativo. Muy negativo en mi vida.
Vuelvo a estar sin esa alegría de tener con quien compartir cosas. Me refiero a una pareja. ¿Cuantas veces he dicho que estaría mejor si no tuviera esta necesidad de estar con alguien? No aprendo. Pero no es algo que pueda dejar. No puedo.

Hoy es un día negro, de esos que no quiero vivir. No hay de otra. La vida tiene esa característica, que cuando ya no hay, pues ya no hay, pero mientras haya, no se detiene. Ni por muertes, ni por desgracias, ni por cosas buenas y agradables.

Podría escribir todo lo que me ha pasado. Pero no quiero. Como dije antes, debo dejar de recordar lo malo, y concentrarme en lo bueno. Si es que habrá cosas buenas en el futuro. Hoy no fue nada bueno.

En lugar de escribir lo que me pasó, mejor les cuento que al final adquirí la cámara. Mi muy dichosa cámara. ¿Para qué tanto afán de tener esa cámara? Ahora puedo responder. Porque en verdad me afané. Saque una tarjeta de crédito para poder obtener un descuento, fui a recogerla personalmente, como a 20 km de mi casa, porque no daban con mi domicilio.

Y que el crédito otorgado no me alcanzó. No pues no puedo darte el descuento. Coraje entripado. Total, pago el precio sin descuento, yo quiero esa cámara. Pero no voy a ir a esa tienda, voy a ir a la otra (es mi berrinche de niño malcriado), que es del mismo grupo empresarial (otra sucursal pues).

No que sí se puede hacerte el descuento, solo tiene que pagar el resto, en efectivo o con otra tarjeta.
Va, aquí está mi otra tarjeta. Bonita cámara, semiprofesional, justo para mí. Hay que cuidar los objetos (lentes de la cámara), así que hay que desembolsar para los filtros (que cubren los objetivos), ah, falta, la tarjeta de memoria. Sí, la de 64 G está bien. Más gasto. Pero es a meses ¡Con descuento y a crédito!

Leo todo el manual, 264 páginas de un PDF. Miento si les digo que lo leí completo, hojee parte, la menor, y leí, la mayoría. No pues sí, esta chingona. Me gusta.
Saco fotos de paisajes, las personas tienden a huir de las fotos. Los paisajes no. Es como la belleza, no hay hombre feo, solo hombres pobres. Igual pasa con la fotografía, no hay falta de vena artística, hay falta de efectivo para adquirir un equipo decente.

¿Para qué la quiero? Ahora lo sé. La quería para tomarte fotos. Para que vieras lo que yo veo. Para tomar esos ángulos de tu rostro, que si bien no es en extremo hermoso, es muy atractivo. Hay ángulos que te hacen serlo más. También quería mostrarte lo sexy que lucen tus piernas, entalladas en ese pantalón negro, y con esas zapatillas altas que te hacen caminar así, como me gusta.

Quería tomarte fotos de espaldas, para que vieras como te veo, y vieras la razón por la que me gusta tanto dejarte pasar delante mío. No, no es por caballerosidad. Es porque me gusta verte ir. También me gusta verte venir. Tienes cintura justa, senos, ni grandes, ni pequeños. De hecho no me interesa tanto el tamaño, sino la forma. Los tuyos, tus senos, tienen la curvatura perfecta. Igual tu cadera.

Y cuando caminas, tienes esa cadencia de felino de alcurnia. Quería que vieras como te veo. Para eso la compre. Para hacerte ver lo hermosa que eres, aunque tu pienses lo contrario. Y también para comenzar a tener recuerdos. No para nosotros, porque esos se quedan en nosotros. Para enseñarle a los demás lo bien que lucimos. Lo bien me hacer lucir. Lo feliz que me haces cuando estas a mi lado.

Esa cámara nació (yo digo que nació en el momento que la compre) para tomarte fotos a ti. Sobre todo a ti. Ahora el lente de esa cámara jamás verá la luz de tu cuerpo (no es alegoría). Morirá sin haber hecho aquello para lo que nació.

Y así me siento, como esa cámara.


Les escribo escuchando esta canción, que por lo que veo, se ha convertido en mi himno de batalla, mi escudo distintivo, mi escudo de armas. Ya la puse dos o tres veces, no recuerdo bien. No quiero recordar. No.

03 noviembre 2013

La carta

Estaba viendo “Los ojos de Julia” (está más o menos; particularmente no me gusta el acento español de España, se me hace que hablan con hueva) y me acordé que yo hace mucho tiempo escribí una carta.
Estaba en los linderos de mi pubertad/adolescencia, entrando, dejando de ser niño. Tendría unos 13 o 14 años, no recuerdo bien. Estaba en la secundaria, segundo año. Ahora que pienso en esa carta, no sé porque se me ocurrió escribirla. Mis intercambios epistolares han sido prácticamente nulos.
Salvo un intento de un primo mío que vive en Guadalajara, que me escribió y yo hice la promesa de escribirle, no he tenido más acercamientos al intercambio de cartas. Y hablo de cartas de papel, no de correo electrónico. Hice la promesa, pero nunca le respondí. Tenía como 9 años. No me justifico, pero la verdad es que no me interesaba. Ni siquiera recuerdo de qué trataba esa carta.
Regresando a la otra carta, la que sí escribí, ésta fue para mi padre. Mi papá es alcohólico. Funcional, pero alcohólico. Tiene altibajos; periodos en los que no bebe y periodos donde no puede dejar de beber. Ni por el trabajo.
Entonces, a mis tiernos 13/14 años, me dolía, me sigue doliendo, verlo alcoholizado, borracho. Desde esa época pensaba (eh, ya pensaba) que mi papá se transformaba en otra persona. No, no me golpeaba. La violencia que ejercía, que ejerce, con nosotros, su familia, es del tipo psicológico. No recuerdo ni una sola vez que me haya pegado. Más que en el sentimiento.
Escuchar cómo se expresa de su esposa, mi madre, cuando está en estado etílico no es nada agradable. Sobre todo cuando él ha sido (es) un gran padre. En esa ocasión, que le escribí una carta, no puedo recordar porque se me ocurrió tal cosa. Tal vez porque no podía, como ahora, hablarle de frente y decirle lo que pienso. No porque tuviera miedo de recibir agresión física. No.
Tal vez porque en esa época era mi padre, un no humano, una no persona. Hoy mi padre sigue siéndolo, pero también sé que es un hombre, con virtudes y defectos. Como yo. Como ustedes. Tiene cosas buenas y cosas malas, tiene afectos y pasiones, gustos y prejuicios. Como yo. En el balance general, ha sido un gran padre.
Así que tal vez por eso escribí aquello que me hacía sentir. No con la claridad con la que ahora puedo decir las cosas. De verdad que no sabía cómo decirle que él no era él cuando tomaba. ¿Por qué tomas? ¿Para qué? ¿Eres infeliz? ¿Te hacemos infeliz? Las últimas dos cuestiones ni siquiera hubiera podido plantearlas, aunque era lo que sentía. Simplemente no tenía ni la experiencia, ni las vivencias para expresar esos sentimientos.
La carta que le escribí, bien, pues francamente no recuerdo que decía. Lo que recuerdo es que le planteaba el escenario en el cual necesitara una pistola para matarse. Oh sí, soy nada políticamente correcto. Desde entonces. Unos días después de dejarle la carta en su escritorio, eso sí, formalmente en su sobre y lo mejor doblada que me pareció, con fecha y destinatario y todo eso que te enseñan en la clase de Español, mi padre habló conmigo.
No tuve miedo. Ni él propició que tuviera miedo. Sentí vergüenza. ¿Raro, no? Vergüenza de que mi padre me mirara como se miran dos hombres cuando hablan de cosas que les son trascendentales. No recuerdo que me dijo exactamente, era algo sobre que no se quería morir, y que le preocupaba que yo pensara eso.
Quisiera poder escribir que desde entonces ya no toma, pero eso solo pasa en las películas y los cuentos de hadas. En la vida real, la que es una hijita de la chingada, eso no pasa. Sigue teniendo sus altibajos. La diferencia es que ya no tengo la necesidad de escribirle cartas. Ahora lo puedo ver de frente, como dos hombres, y hablar sobre su problema.
Por supuesto que no me ha dicho mucho sobre las razones de beber. Digo, sigo siendo su hijo. Ahora evita hablar conmigo cuando está en su periodo de alcohol, y me promete que ya no va a tomar. Me gustaría saber las razones por las que toma. Yo creo que es porque su cuerpo se lo pide. Yo creo que es un adicto. Pero lo más seguro es que mi papá tiene muchos asuntos inconclusos. Asuntos de hombre, que involucran mujeres y desengaños con la vida.
Me he hecho a la idea que mi padre va a morir en un accidente carretero. En años más recientes, en uno de sus periodos de embriaguez, le dije (sí, ya no le escribí una carta) que me iba a dar muchas tristeza tener que irlo a reconocer a la SEMEFO (institución que se dedica al estudio de cadáveres que ingresan en calidad de desconocidos). Claro que no le gustó nadita. Pero a mi menos me va a gustar tener que verlo tendido en una fría plancha de acero.

El último día de mi vida (II y final)

Advertencia: El contenido del siguiente texto trata sobre el suicidio, desde mi punto de vista, por lo que no es la opinión de un experto y...