Resumen: Logros, finales, cambios, expectativas, obviamente, de un servidor.
Me he vuelto adicto a las “canelitas”. Las “canelitas” son unos dulces o caramelos macizos, sabor canela (¿A poco?). Las venden únicamente en un puesto, de los múltiples que hay, enfrente del hospital. También las venden en otro puesto, pero para ese hay que caminar mucho más. No demasiado, pero hay que atravesar un predio, que en su momento fue un llano.
Y por estos lugares, la tierra es barrosa, el lodo es espeso y pesado. Yo digo que es barro negro, pero como no soy experto en el tema, no puedo asegurarlo. Pero a mí se me hace que es barro negro.
Son de a medio peso ($0.50). Se me hacen caros. Cada que los compro me digo “ahora sí voy a ir a buscarlos para comprarme una bolsa entera”. No lo he hecho, así que sigo yendo por mi dosis de 4 o 5 “canelitas”. Por una parte está bien, porque con lo compulsivo que soy, me acabaría esa bolsa en una semana. Mi dosis, que no es diaria, se acaba en una hora y media, aproximadamente. Si tengo que hablar, pues me duran hasta la salida del hospital.
Son de a medio peso ($0.50). Se me hacen caros. Cada que los compro me digo “ahora sí voy a ir a buscarlos para comprarme una bolsa entera”. No lo he hecho, así que sigo yendo por mi dosis de 4 o 5 “canelitas”. Por una parte está bien, porque con lo compulsivo que soy, me acabaría esa bolsa en una semana. Mi dosis, que no es diaria, se acaba en una hora y media, aproximadamente. Si tengo que hablar, pues me duran hasta la salida del hospital.
Está bien lejos, llegar hasta acá. No me pagan. Pero me gusta. Como a veces el psicólogo en jefe (y único psicólogo de todo el hospital) tiene que salir (porque además es catedrático de la universidad estatal), me quedo con todo el consultorio. No es gran cosa; quiero decir, el consultorio es de los más grandes, por la terapia grupal, pero no me refiero al tamaño, sino que al menos ya no tengo que andar buscando donde sentarme.
Lo que sucede es que cuando el psicólogo en jefe da sesión, pues tengo que salirme. Y si todos los demás consultorios están llenos (que a eso de las 10 u 11 ya lo están) no puedo más que esperar parado. Digo, podría irme a la sala de espera, pero luego se presta para las consultas de “pasillo” y pues no, eso me resulta muy molesto.
Así que cuando se va, me viene la fantasía de tener yo este puesto. La verdad es que no es tan difícil, si te gusta. Como todo ¿verdad? Pero se requieren más estudios y que se abran plazas. Yo apenas voy a terminar clases. ¡Sí! ¡Achievement unlocked 1000G – Finalización de la licenciatura! (Quizá esto último solo lo entenderán aquellos que juegan en el Xbox). Y las plazas son excesivamente contadas. ¡Sólo un psicólogo para atender un hospital de tercer nivel! Efectivamente se está tomando cada día con más seriedad y necesidad a la psicología, pero todavía le falta mucho trecho por recorrer.
El próximo sábado 20 de Octubre de 2012 termino clases. Técnicamente ya las terminé, solo voy al examen, y ya. Hace cuatro años y algo comencé esta aventura (ja ja ja que poco original, pero desde cuanto tenía ganas de usar esa trillada frase) y estoy a días de concluirla. Les puedo comentar que estoy muy entusiasmado, incluso más que cuando terminé la maestría (en el área de sistemas de cómputo, esto de la psicología es algo totalmente distinto).
Es posible que ahora sí me mande a hacer el anillo de licenciatura. Hasta el día de hoy, no poseo alguno ni de la maestría y ni de la licenciatura anterior. Tal vez. No estoy muy seguro, y tampoco tengo dinero. Pero estoy emocionado. Siento un poco de cosquilleo en el estómago. Hace mucho que no tenía ese sentimiento. ¡Se siente bien!
Falta todavía mucho, lo próximo es pasar el último examen (de una materia) para dedicarme a obtener la cédula profesional. Tengo planes, pero todos ellos giran alrededor de lo que quiero y lo que necesito. Quiero hacer el doctorado. De verdad. En psicología, claro. Pero necesito dinero. Hace unos días me contacto un ex colaborador, un excelente computólogo. Me pidió mi curriculum (el vitae, no sean mal pensados), que me quiere devolver al ruedo (de los sistemas de cómputo).
Que les puedo decir, mi narcisismo en la cima del mundo. No me negué, total, no me hizo oferta alguna, ni promesa de algo. Sólo eso, mi CV. Por supuesto que ya incluí lo de psicología. “¿Y te piensas dedicar a eso?” –Claro “Bueno, pero mientras pásame tu cv” –Claro
No me quiero regresar al DF, pero el dinero es el dinero. Gracias a el dinero que obtuve haciendo el trabajo de sistemas, fue que logré dar fin a esta aventura (ja ja ja ja). Ahora nuevamente necesito dinero. De verdad no tiene idea de lo caro que salen las pruebas psicológicas, y demás material para tener un consultorio medianamente armado. El más simple, pues es una habitación con dos sillas. ¿Suficiente? Pues depende que tanto quieras profundizar y a que público objetivo te quieras dedicar.
Si es para niños, definitivamente no te sirve. Para adolescentes y adultos sirve. Pero solo para psicoterapias, y eso, de padecimientos no tan complejos. Pero por ejemplo, si llega un adolescente que quiera que lo ayudes a “descubrir” sus “gustos” porque no sabe que estudiar, la habitación con dos sillas comienzan a ser muy inadecuados. Necesitas pruebas. Y esas pruebas cuestan. Una consulta, al menos de un novato como yo, no alcanza para comprarla. Ni 10.
Por lo pronto ya me pidieron (y es un honor, de verdad) que alargue mi estancia en el hospital. Mi servicio se acaba a fin de mes. Me gusta, mucho. Pero no me da ganancia monetaria. Es como el amor con falta de dinero o dinero con falta de amor. Ambos acercamientos no terminan bien. Debe haber un equilibrio. Que puedo decir. Me siento bien, pero sin opciones a irme de vacaciones (que de por sí, no soy muy vacacionista que digamos, pero al menos tener la certeza de que me puedo ir, cuando mejor me convenga), de formar una familia (que tampoco estoy buscando tener hijos, pero al menos sí vivir en pareja), de excepcional y eventualmente tener un hijo (cada vez se desdibuja más esta opción), de seguir estudiando, porque los estudios, ¡Oh sí!, cuestan.
Así que desde aquí, sentado en la silla del jefe, acabando con mi cuarta “canelita”, viendo el ajetreo del piso, el paso de enfermos, enfermeras y médicos, ensimismado en mi pensamiento, oyendo a Beethoven (que tal, hipster el no tan chavo; ¿ya se fijaron que Beethoven es parte del diccionario del procesador de textos en español?) les comparto estos momentos únicos de mi existencia.
No sé qué pase en los próximos 3 meses, pero en ellos se decidirán si llegaré a ser doctor en psicología, si la psicología se transformará en mi trabajo sabatino, si me regresaré al DF, si este sentimiento en el estómago se volverá a presentar. Yo deseo que sí. Es que se siente tan bonito.