31 octubre 2024

El último día de mi vida (II y final)

Advertencia: El contenido del siguiente texto trata sobre el suicidio, desde mi punto de vista, por lo que no es la opinión de un experto y por ningún motivo pretendo promover el suicidio.

Si tienes problemas psicológicos y estás bajo terapia, te recomiendo abandonar esta lectura.

Si tienes problemas psicológicos y no estás siendo atendido, deja de leer este texto y acude lo más pronto a recibir la atención de un experto.

Si tienes pensamientos suicidas, tienes la intención de suicidarte o sí ya lo has intentado, deja de leer este texto.

A continuación dejo algunas ligas donde puedes recibir ayuda. Sólo para México; si eres de otro país, prácticamente todos los países tienen líneas de ayuda, solo tienes que buscarlas de manera local.

Línea de vida del gobierno Mexicano

Centros de apoyo no gubernamentales

Asociación mexicana de suicidiología 

Teléfono las 24 horas del día, los 365 días del año 800 911 2000

 

No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no la pena de ser vivida equivale a responder a la cuestión fundamental de la filosofía.

Camus, 1942, El mito de Sísifo.

¿Vale la pena vivir? Una pregunta con muchas respuestas, no infinitas, pero sí muchas. Considero que esa respuesta depende de cada quien. Cada uno debe determinar si vale la pena vivir. Sin embargo, esa respuesta se determina con base en la vivencia de cada quien, influido mucho por la religión. Para mí, que soy de un país con mayoría católica, formado desde mi nacimiento en el seno de una familia creyente, el suicidio equivale al infierno. Pero eso es lo de menos.

Digo que es lo de menos, porque si no existe dios, no existe el cielo y, espero, que tampoco el infierno. ¿Y si sí? Es decir ¿y si sí existe el infierno, pero no el cielo? Eso ya de entrada sería el infierno. Shakespeare escribió en “La Tempestad”, “El infierno está vacío y todos los demonios están aquí”. Yo sí creo en eso, creo que el infierno está aquí pues ¿dónde si no, viven los demonios? En el infierno.

El infierno no es un lugar, es una vivencia. Asesinatos, robos, vejaciones, guerras, personas corruptas, personas que abusan de otras personas, unos pocos que se enriquecen a costa de la miseria  de unos muchos. ¿No es acaso eso, una de las muchas características del infierno?

La sociedad nos obliga a vivir; una vez que nacemos, pertenecemos a una sociedad. Una sociedad que se desarrolla por el trabajo común y continuo de las personas que forman parte de esa sociedad. Gobierno le llamamos. Gobierno que exige una cuota de dinero, cuota que se llama “impuesto”. Hay un impuesto por generar dinero, es un impuesto para vivir. Por qué ¿quién vive sin dinero?

Así que cada ser humano que nace está condenado a generar dinero, generalmente por trabajo, por cambiar tiempo de vida en algo que le llamamos dinero. Dinero que sirve, entre otras cosas importantes, para vivir. Necesitamos comer para vivir, y ¿cómo conseguimos comida? Lo usual es que cambiamos dinero por alimentos. De hecho cambiamos dinero por todo lo “necesario” para vivir.

De ahí viene mi duda existencial ¿Necesitamos vivir?  Necesitamos respirar y alimentarnos para vivir pero ¿es necesario que vivamos? Yo creo que no. Vivir, a lo largo de, valga la redundancia, la vida misma, se ha convertido en una costumbre, en una imposición de la sociedad. ¿Quién piensa en la muerte? El enfermo, el condenado a muerte, el viejo y aquellos que no le encontramos un sentido a la “vida”. ¿Qué es la vida? ¿Respirar y comer hasta que nuestro cuerpo colapse, hasta que nuestro cuerpo llegue a su fecha de caducidad?

La vida es la sucesión de eventos que llevamos a cabo mientras “vivimos”. Por regla general, esa sucesión de eventos es “pagada” por nuestros progenitores, que nos enfocan de varias y múltiples maneras a ser “independientes”, esto es, formarnos con estudios o formación práctica para agregarnos a eso que le llamamos trabajo.

El trabajo es el intercambio (como bien lo describió en su momento Carlos Marx) de tiempo de vida por dinero. Y ese dinero, que es algo tan tangible, en realidad es una entidad abstracta, porque se transforma en aquello que “necesitamos” para vivir: comida, vivienda, ropa, descanso.

Solo los millonarios no trabajan. No puedo disertar sobre los millonarios, porque yo no lo soy y no conozco de manera personal a uno. Solo puedo comentar por lo que veo. Quizá solo los ricos quieren vivir hasta donde el cuerpo aguante. Y hasta los ricos se suicidan. Uno esperaría que un rico no se mataría, pero sí, ellos también no le encuentran sentido a la vida.

Uno de los primeros suicidas que llamaron mi atención, hace ya varias décadas, fue George Eastman, el fundador de la empresa Kodak. Su carta de suicidio, el 14 de marzo de 1932, muy simple, pero concisa fue

“A mis amigos: mi trabajo está hecho. ¿Por qué esperar? GE.”

Como contexto, vale la pena mencionar que adolecía de una enfermedad crónica; dicen las fuentes que se encontraba deprimido y llevaba 77 años deambulando por el mundo.

Pero no solo los ricos se suicidan, también los científicos, escritores. Ludwig Boltzann, el de la constante me viene a la mente; Virginia Wolf, Ernest Hemingway como representantes de los escritores.

Tal perece que estoy justificando al suicidio. No, e insisto, si tu lector estas buscando una justificación, no es esto lo que quiero. Insisto, busca ayuda profesional, este escrito no es una apología al suicidio. El suicidio es algo personal, que debe ser tomado tan serio como es. No hay vuelta atrás, no hay manera de arrepentirse.

Lo que quiero decir es que el suicidio debería ser tomado como un derecho humano, un derecho a irse de la mejor y planificada manera; el Estado, el gobierno, debería tener una organización dedicada a atender este tema. Pero no como ya existe, para evitarlo a toda costa.

Mi propuesta es que debería haber una organización, pagada con nuestros impuestos, que agote todas las posibilidades y sí el resultado de ese agotamiento es el deseo de irse de este mundo, ayudarle a ese respecto. No debería importar el estatus social, ni si goza de buena salud. Quizá uno de los impedimentos para este hipotético apoyo gubernamental, sería la condición mental y la edad de la persona que se quiere retirar.

En resumen, ni locos ni menores de edad. Y es que el estigma del suicida recae totalmente en la familia del mismo. Son ellos los que van a sufrir el embate, mal llevado me parece, por parte de la sociedad. El suicida ya no estará, ya no se va a enterar del ataque social, ni podrá, por supuesto, defender a los suyos. Además, soy firme creyente de que el querer morir, debe ser un derecho humano. Cada quien sabe sus razones por las cual quiere irse y no importa lo bien que le vaya en la “vida”, si quiere irse, está en su pleno derecho.

He vivido bien, no quiero vivir mal. Es hora de irse.

Uno de los impedimentos del suicida, para hacerlo, es creo, el amor y posible daño a sus seres queridos. Eso a pesar que muchos suicidas dejan hijos y familiares que dependen económicamente de ellos. Y al respecto, me parece que muchas personas que tienen hijos, los tienen precisamente para tener un freno sobre suicidarse.

“No puedo suicidarme, porqué ¿de qué van a vivir mis hijos, esposa, familia? De muchas maneras, el establecer un freno para suicidio, en la práctica, empeora la cuestión, puesto que muchas veces, a pesar de ese “freno”, terminan suicidándose (ahora me vienen a la mente Kurt Cobain, Chris Cornel y su amigo Chester Bennington, amados por sus fans, la mayoría desconocidos para ellos y verdaderamente amados por sus seguidores).

Por mi parte, estoy cansado de esta vida, de mi vida. He sido, y no les queda más que creerme, no tengo manera de comprobárselos, una buena persona, que se ha ajustado a las reglas de la sociedad, que he trabajado de manera honorable y honrada, que he buscado mejorar mi entorno social.

A cambio he recibido golpes de realidad por parte de políticos corruptos, de vecinos irresponsables, de personas sin consideración hacia los demás, de asaltantes, de estafadores, de injusticias que a pesar de saltar a la luz, se quedan en la injusticia. Soy de México y pienso en Gustavo Díaz Ordaz, el carnicero de la matanza del 68. Murió impune.

Pienso en el “padre” Marcial Maciel, arropado por Juan Pablo II, pederasta reconocido, protegido por el Vaticano ¿dónde esta dios? ¿cómo puede permitir esto? Muere impune en la comodidad de su ostentosa residencia, rodeado de médicos y enfermeras, cobijado por seda y satín.

Pienso en el vecino de al lado, que deja su carro en la calle, estorbando, sin consideración hacía los demás. Si le reclamas, se te va a los golpes. ¿La policía ? La policía es su compadre. Corrupción, infinita corrupción.

No quiero vivir en un lugar donde sigo las reglas, pero no puedo exigir que los demás también las cumplan. No quiero vivir en un lugar donde a pesar de mis esfuerzos, no se logre un cambio, un cambio hacia una mejor vivencia comunal.

No quiero vivir en un lugar donde, a pesar del discurso mediático y oficial, de que vivimos en un Estado de derecho, la realidad es que vivimos en bajo la ley del más fuerte, del que más dinero tiene, del que ostenta el poder. Poder “dado” por la sociedad. Sí, me refiero a los políticos corruptos. A pesar de mis esfuerzos, no puedo cambiar eso. Yo no quiero vivir así.

Y puedo dar muchos más “no quiero vivir en...”. Creo que a quedado claro mi punto.

Esto es pues, el infierno. No quiero vivir en el infierno.

Es ante todas esas y otras imposibilidades de mejora, que lo mejor para mí, es irme.

Bien, pues a pesar de todo lo vertido, insisto, si quieres suicidarte, acude con un profesional para recibir ayuda.

Fantasía personal.

Si se lograra tener esa hipotética asistencia para el suicidio asistido, para un buen morir, una buena partida, se podría incorporar incluso a la práctica social, así como las fiestas de boda, cumpleaños, jubilaciones, etc.

Invitar a tus amigos y seres queridos, poder quedar en paz con aquellos que consideres y ames. Poder decirles, mira, en tal fecha parto de este mundo, voy a tener una reunión, una fiesta, acompáñame en ésta mi despedida del mundo. Celebremos que todavía estoy aquí. No sé, igual y en esa fiesta decides que siempre no, que siempre mejor te esperas un poco más aquí.

 

 

Porque al final del camino, quieras o no quieras, lo planifiques o no, de que te mueres, te mueres.

 

20 octubre 2024

El último día de mi vida (I)

Advertencia: El contenido del siguiente texto trata sobre el suicidio, desde mi punto de vista, por lo que no es la opinión de un experto y por ningún motivo pretendo promover el suicidio.

Si tienes problemas psicológicos y estás bajo terapia, te recomiendo abandonar esta lectura.

Si tienes problemas psicológicos y no estás siendo atendido, deja de leer este texto y acude lo más pronto a recibir la atención de un experto.

Si tienes pensamientos suicidas, tienes la intención de suicidarte o sí ya lo has intentado, deja de leer este texto.

A continuación dejo algunas ligas donde puedes recibir ayuda. Sólo para México; si eres de otro país, prácticamente todos los países tienen líneas de ayuda, solo tienes que buscarlas de manera local.

Línea de vida del gobierno Mexicano

Centros de apoyo no gubernamentales

Asociación mexicana de suicidiología 

Teléfono las 24 horas del día, los 365 días del año 800 911 2000

 

Antecedentes

  • En México, en 2023, se registraron 8 837 suicidios, que representaron 1.1 % del total de muertes registradas.
  • La tasa de suicidio por cada 100 mil personas fue de 6.8; 2.5 en el caso de mujeres y 11.4 en hombres.
  • Las tasas más altas de suicidio por entidad federativa se presentaron en Chihuahua, Yucatán, Campeche y Aguascalientes (15.0, 14.3, 10.5 y 10.5, respectivamente).

Fuente consultada el 20 de octubre de 2024.

A pesar de los datos vertidos, el saber de un suicidio conlleva a comentarios de sorpresa y tristeza, aunque no se trate de alguien cercano o conocido. En México, con poco más de 120 millones de habitantes, considero que es una cifra baja de suicidios, puesto que es altamente llamativo y se llega a comentar en exceso cuando se presente uno de esos eventos.

Esto puede tener su explicación en que la mayoría de la población mexicana profesa la religión católica, y es un tabú social muy fuerte el suicidarse. Es muy malo, porque los suicidas tienen pase directo al infierno.

Sin embargo, considero que el suicidio es la decisión más personal de un individuo, a fin de cuentas, a ningún ser humano, que yo sepa, se le preguntó si quiere vivir. La primer gran decisión de un ser humano, es tomado por otro par de seres humanos.

Creo firmemente que nadie debe ser obligado a vivir. Estoy a favor de un suicidio asistido; el suicidio debería ser considerado un derecho humano, si así uno lo desea. La sociedad nos obliga a ajustarnos a vivir bajo reglas morales y leyes establecidas en documentos sociales aceptados por todos. Las constituciones de los países y las constituciones estatales de diversas índoles contemplan esas leyes, que, a diferencia de las normas sociales, tienen el soporte del gobierno establecido, ya sea local o federal.

Actualmente, el suicidio es un tema que afecta (y como no) a los conocidos/familiares más cercanos al suicida, de una manera muy negativa: los estigmatiza; crea en los familiares un sentimiento de culpa, sobre todo cuando el individuo es apreciado y crea una mala impresión o fama hacia el resto de la sociedad, con respecto a la familia del suicida.

Actualmente existen dos formas de recibir asistencias para dejar de vivir, que una de ellas, se acerca mucho al suicidio asistido. Estás dos formas de asistencia son la voluntad anticipada y la eutanasia.

La voluntad anticipada consiste en que el individuo que la solicita, rechace toda asistencia que le prolongue la vida, por ejemplo, el uso de ventilador respiratorio, sacarlo de un paro cardíaco, recibir reanimación cardio pulmonar, etc.

Por otra parte, y más cercano al suicidio asistido, tenemos a la eutanasia, que según la RAE, consiste en la intervención deliberada para poner fin a la vida de un paciente sin perspectiva de cura. En éste caso, hay voces que consideran que el envejecimiento es una enfermedad, hasta el momento, sin perspectiva de cura, por lo que la eutanasia podría aplicarse en cualquier caso (más adelante deliberaré sobre el tema, para acotar “cualquier caso”).

El sentido de la vida

Muchos pensadores, filósofos en su mayoría, han debatido, y seguirán debatiendo sobre el sentido de la vida. Cientos de páginas se han escrito sobre el tema, en muchos libros, que no necesariamente tratan específicamente sobre el sentido de la vida, pero lo toman y lo debaten de una manera que en este texto no sucederá. Si te interesa un referente, te recomiendo el libro El mito de Sísifo de Albert Camus, con ese puedes empezar.

El sentido de la vida, también es algo muy personal. No puedes heredar tu sentido de la vida ni siquiera a tus hijos, puesto que el sentido de la vida es una construcción única, de cada quien, que se sustenta en todas y cada una de las experiencias que vas adquiriendo. Incluso en este momento que lees esto, se incrementa tu experiencia sobre el sentido de la vida ¿la vida tiene sentido?

En mi creencia, no existe el sentido de la vida. No tenemos una razón necesaria para respirar hasta que colapse nuestro cuerpo. No es necesaria tu existencia para que el mundo siga existiendo. Incluso, si fueses tu uno de esos genios que revolucionan la historia humana, como Einstein, Bach, el investigador que descubra la cura del cáncer (o al menos alguna de sus variantes), ni siquiera en esos casos, el mundo, sin tu presencia, dejará de existir.

Por eso considero que no tenemos un sentido de la vida, no hay un algo por lo cual tengas que vivir, hasta que te sea arrebatada la vida, bien por vejez o por accidente o por asesinato. El deber, como exigencia, vivir hasta que ocurra tu muerte, no es un verdadero deber. Nadie debe estar obligado a vivir.

Sin embargo, y a lo largo de la historia, muchas civilizaciones, hasta donde sé, han promovido como tal el suicidio en cualquier caso. Más arriba se tocó el tema de la eugenesia y la voluntad anticipada, las cuales tienen en común que se aplican sobre individuos que tienen una enfermedad terminal incurable. Y sí además de incurable, es degenerativa y sobre todo dolorosa, te hace un mejor candidato a ser asistido. Mi propuesta es asistir, como derecho humano, a cualquier persona que desee dejar de vivir. ¿Qué sentido tiene la vida, si se convierte en una obligación? ¿Obligación hacia quién o hacia qué? Hasta ahora, la única respuesta que tengo, es una obligación impuesta por la religión católica, la cual dice que tu vida en realidad le pertenece a dios, y como le pertenece a dios tu no puedes decidir sobre la misma. Claro, que venga dios a vivir por mi, a sufrir por mi.

Sufrimiento: nombre masculino. Padecimiento, dolor, pena.

El sufrimiento, otro tema muy personal. Todos sufrimos de manera distinta, sobre las mismas cosas, sobre los mismos eventos. Hay quien se conmueve hasta las lágrimas por saber de un desconocido que muere en trágico accidente, hasta los que no le toman mayor importancia.

Hay quienes gastan miles de pesos (cientos de dolares) en sus mascotas, perros, gatos, etc., pero no consideran donar dinero o en especie a los desvalidos que pululan por las calles o ir directamente a las asociaciones de asistencia social, privadas o de gobierno. Sufren por su mascota, pero son incapaces de sufrir por el niño de la calle, que drogado y desvalido, tiene un futuro mortal a mediano plazo.

De esta manera, el sufrimiento también es una construcción que se forma con las experiencias de vida personales y cada ser humano vivencia un mismo evento, de maneras muy distintas. Cada quien sufre a su manera y no por ello es menos intenso.

Por ejemplo, hay personas que ante la muerte de su mascota y la de un familiar/conocido poco apreciado, se conduelen más por la muerte de la mascota que del familiar. Y su pena es equiparable al de otra persona que pierde a un ser querido. No exagero.

¿Para qué vivir?

Un ser humano es concebido, crece, se desarrolla, a veces se reproduce, tiene un periodo de fuerza y lucidez excepcional, comienza la decadencia (vejez) y muere. Es un ciclo que se repite a lo largo de la historia de la humanidad, sin importar la civilización. Este ciclo se presenta hasta en las tribus (dicen que todavía hay) perdidas de África o el Amazonas.

¿Qué sentido tiene su existencia? Para mí, no existe tal sentido. Estamos aquí más por un producto del azar, que de un mecanismo de subsistencia natural, como las plantas o los insectos, que gracias a su existencia, es que tenemos vida en este planeta.

Si en este momento, por el deus ex machina, la humanidad dejara de existir, este planeta seguiría con vida. Si las plantas dejan de existir, este planeta cambiaría de tal manera que tal vez deje de existir todo tipo de vida basada en el carbón. He leído notas sobre la importancia de las abejas (que hasta ese momento, me daba igual si existían o no), y resulta que sin su labor, la vida como la conocemos dejaría de ser.

Casi todo ser vivo de este planeta tiene (ese sí tiene) un sentido su existencia, que se armoniza en algo que le llamamos ecosistema, un equilibrio natural en la que conviven todas las especies; mientras que la humanidad tiene más un comportamiento cercano al de un virus. Somos unos depredadores, acabamos con los recursos a nuestro alrededor, y cuando ya no hay, migramos a otros lugares donde todavía existan los recursos que necesitamos para “vivir”.

El último día de mi vida (II y final)

Advertencia: El contenido del siguiente texto trata sobre el suicidio, desde mi punto de vista, por lo que no es la opinión de un experto y...